La odisea de un artista iraní exiliado: «Si no puedes vivir como quieres, mejor no vivir»
Sasan Hushangi, huido de la represión del régimen de los ayatolás, ha viajado a España para aprender de Augusto Ferrer-Dalmau
Irán condena a diez años de cárcel a dos jóvenes por difundir un vídeo bailando sin velo en Teherán
![Sasan, durante la entrevista](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/02/03/pintorirani-R5FSlADb1qtI3Ml0k6hwATI-1200x840@abc.jpg)
«¡Pero si sois iguales!». Al otro lado de la puerta brota una pareja de clones: dos hombres de mediana edad, dos rostros de nariz aguileña, dos pares de gafas negras... «¿Quién es el artista?». Una de las figuras, con barba bien afeitada y ropa ... oscura, se adelanta; es el más tímido de ambos. Al instante toma la palabra su binomio: «Él es Sasan, y apenas habla español. Yo soy Saeid, su hermano gemelo, y vengo a hacer de traductor». Varias jornadas de llamadas fallidas y respuestas monoslilábicas tienen ahora explicación. Ha costado concertar la entrevista y los datos previos son escasos: un pintor iraní que ha huido a España espoleado por la asfixia a la que le sometía el régimen autoritario de los ayatolás. Hoy promete ser un día de sorpresas.
Sasan Hushangi, de 55 años, abre a ABC las puertas de su convulso pasado. También las de su imponente estudio en Madrid, que comparte con una de las compañeras del 'Máster en Pintura de contenido histórico y narrativo en España'. La sala es muy amplia: dos pisos llenos de caballetes, lienzos y todas las armas del artista. «Hay uno por cada dos alumnos, se los ofrecemos para que puedan desarrollar los proyectos», explica el cerebro del curso, Augusto Ferrer-Dalmau. El pintor de batallas conoció esta historia de superación al seleccionar a los candidatos. Su tragedia le conmovió y su estilo le sorprendió: «Me gusta mucho el dinamismo que imprime a las figuras. Le auguro un buen futuro a nivel artístico».
Viejos demonios
Camina el protagonista por su hábitat y muestra con orgullo sus obras. «Ahora estamos con un proyecto de la Unidad Militar de Emergencias», afirma; o eso nos promete Saeid. Después, les espera una serie de cinco trabajos sobre el Madrid más castizo. Ordena pinceles, coloca pinturas... Está algo nervioso, pero se anima pronto y empieza a hacer memoria; una que le estremece. «Siempre pinté, desde niño, pero cuando cumplí los 18 años decidí dedicarme a ello de manera profesional». Las frases de Sasan son cortas y van al grano. Casi parece que le escuece contestar: «Estudié artes y filología francesa en Irán y, durante quince años, tuve un 'atelier' en Teherán con varios alumnos». Se refiere a un taller, pero su formación gala se abre camino.
Habla en pasado porque no planea volver a su hogar, y eso le duele. «Me gustaría haber nacido en una patria que no hubiera tenido que abandonar», afirma. En plena ebullición de las protestas contra la Revolución iraní –el ascenso al poder en 1979 de los ayatolás– el Gobierno ha estrechado el cerco contra los artistas. El ojo vigilante de las autoridades se cierne sobre ellos de la mano de la llamada policía de la moral: agentes que responden con barbarie a todos aquellos comportamientos que entren en conflicto con el Islam. «En Irán está prohibido tener un modelo vivo que copiar. Además, les molesta la representación del cuerpo humano. Para ellos es idolatría. Basta con ver cómo han destruido obras de arte con miles de años», sentencia.
![Ceder el testigo](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/02/03/pintura-taller-U81052831170dYA-366x206@abc.jpg)
Ceder el testigo
Todo empezó con una noticia en la prensa. De improviso, Sasan se topó con un faro en mitad del océano: el 'Máster en Pintura de contenido histórico y narrativo en España'. Organizado por la Fundación Arte Historia Ferrer-Dalmau en colaboración con la Universidad de Nebrija, busca introducir la tradición pictórica e histórica española en el ámbito universitario; el lugar que se merece. Eso, y que un peso pesado de los pinceles ceda sus cuatro décadas de conocimientos a una nueva generación de artistas. «Tengo los días contados, como todo el mundo. Por eso, mi objetivo es que este trabajo tenga continuidad. Les voy a enseñar todo lo que sé para que sigan evolucionando. Tienen mucho mercado y un hueco que llenar», afirma el pintor de batallas a este diario. El curso, de un año académico de duración, enseña a sus participantes a realizar proyectos de pintura narrativa e histórica desde cero. De la mano de profesores más que reputados en la materia, los alumnos aprenden a rastrear las fuentes originales, dar forma a los bocetos y perfeccionar, poco a poco, el resultado final. Todo ello, eso sí, con mucho trabajo y rigor histórico, las claves del éxito del pintor de batallas. «Van a ser los Navy Seals de la pintura; unas fuerzas especiales», explica el mismo Dalmau. Hushangi tardó un tiempo en poder inscribirse; problemas con el visado. Aunque la dificultad le ha hecho trabajar con más fuerza si cabe. «Llegó cuando ya había empezado el curso, pero no sale del estudio para ponerse al día. No para de pintar», explica Beatrice, su compañera. Según profesores y alumnos, la historia de España es el pilar básico sobre el que se alza el máster; el epicentro del día a día. La razón es sencilla: la ingente cantidad de episodios pretéritos que quedan por pintar. «Son muchos, y yo no tengo tiempo para darle formas a todos. A ellos les cederé el testigo», explica Ferrer-Dalmau. Sin embargo, también recalca que el máster enseña a los estudiantes extranjeros las claves para pintar su pasado. Sasan es el ejemplo más claro. «Allí nos esconden nuestra historia, la ocultan y no nos dejan estudiarla. Además, la cambian y la manipulan. Quiero que eso deje de ser así», confirma. Adora, o eso nos promete, la parte preayatolás de Irán. «Quiero pintar Persépolis, a Dario, a los reyes de la dinastía aqueménida... Y qué mejor sitio que un máster en el que se fomenta el hiperrealismo», sentencia. Por el momento, Sasan cuenta con una decena de compañeros. «Es el número perfecto para que puedan aprender todo lo necesario», completa Ferrer-Dalmau.
No habla por hablar; lo sufrió en sus carnes. Un día, mientras enseñaba a sus alumnos cómo pintar con un modelo vivo, la policía entró al taller y le apaleó. «Mira aquí». Sasan señala su teléfono móvil y muestra las pruebas en forma de una foto con un rostro ensangrentado y un dedo roto. «No es la paliza lo que más te duele. Te machacan y sientes que no existes, te obligan a vivir a la manera que dicen ellos. Si no, el resultado es este: barbarie». Pero no le gusta rememorar aquella pesadilla y pasa página a la velocidad del rayo. Lo mismo hace al hablar de las dos veces que estuvo en prisión por transgredir las órdenes del Gobierno. De nada sirve preguntarle cuántos años pasó entre rejas. Sus conocidos españoles, no diremos quién, afirman que tres.
Aunque no son suyas las cicatrices que más le escuecen. Con la mirada perdida, habla de una de sus antiguas alumnas. Brillante, enérgica... Había obtenido un visado para estudiar fuera de Irán; le iba bien. «Me acabo de enterar de que se ha suicidado». La chica subió un vídeo a Instagram en el que imitaba con cierta sorna al líder supremo y, cuando la policía se enteró, le quitaron el pasaporte. No soportó la presión ni el juicio al que sabía que se iba a enfrentar. «Entiendo que lo hiciera. Si no puedes vivir a tu manera, quizá la mejor forma sea no vivir», sentencia.
Y nueva vida
Por todo ello, y mucho más, Sasan ha dejado Irán. Para que no le pisoteen, para no tener que rendir cuentas al Gobierno y, en definitiva, para ser libre, ese concepto que repite hasta hartarse: «Mi compromiso con el arte es pintar lo que me de la gana». Podría modificar su estilo y adaptarse, pero lo suyo no es sucumbir. «Si cambio lo que pinto no será por ellos, sino porque quiero. Nunca voy a censurar mi trabajo porque estamos en este mundo para ser libres». Sus palabras, ya con un tono más alto, resuenan en su nuevo 'atelier', donde se siente querido por unos compañeros que le ven con un punto exótico. «Durante meses nos dijeron que venía un iraní, y no nos lo creíamos», explica Beatrice, su compañera de estudio.
En lo que sí insiste es en que nadie le ha expulsado de Irán. Se ha marchado por su propio pie y puede regresar cuando lo desee. Otra cosa es que quiera... De allí no le atrae nada; ni el uso propagandístico que hace el Gobierno de los artistas, ni el control al que se tiene que someter, ni la religión. Porque, tras padecer todo tipo de tropelías en nombre del Islam, se declara agnóstico. En este punto hace ademán de hablar, pero se detiene en seco. «¿Qué pasa?». Al silencio inicial le sigue un carraspeo y, al fin, la revelación: «He pintado un cuadro criticando la poligamia en la religión islámica, pero no puedo desvelar su contenido porque me pondría en peligro». Lo único que sale por su boca es que «está escondido a buen recaudo», nada más.
MÁS INFORMACIÓN
La última pregunta es obligada: ¿por qué España? ¿por qué el máster de Ferrer-Dalmau? De la península le atrae su autenticidad y su espíritu clásico. «He viajado por toda Francia, pero me quedo con este país. A nivel artístico es diferente y cuenta con grandes expertos en grabado», explica. Y de nuestro pintor de batallas le gusta su mano con los pinceles. «Su estilo me encanta, quiero aprender del que, en la actualidad, es uno de los mejores en su campo». Por el momento trabaja para ello. «Después de las clases se pasa el día en el taller. Es de los que más trabaja», insiste el pintor de batallas. Con esta loa acaba este encuentro. Las grabadoras vuelven a la funda y los focos a los estuches. Sasan se despide mientras se prepara para continuar su tarea. No tiene un minuto que perder. Aunque hace una última petición: «Por favor, que los españoles sepan la verdadera censura que existe en Irán». Prometido.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete