La National Gallery de Londres se reinventa en su bicentenario
La pinacoteca cumple 200 años y lo celebra llevando doce obras maestras de su colección a una docena de museos de todo el Reino Unido, organizando la primera exposición de Van Gogh en su historia y remozando sus espacios. Su director, Gabriele Finaldi, habla con ABC del pasado, el presente y el futuro de esta señera institución
Gabriele Finaldi: «No me voy a dirigir la National Gallery de Londres por dinero»
![La National Gallery, en Trafalgar Square, en pleno corazón de Londres](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/national5-RFucxYklnUTzocEQv9cizKK-1200x840@diario_abc.jpg)
Viejo conocido de España, Gabriele Finaldi (Londres, 1965) estuvo trece años (de 2002 a 2015) como director adjunto de Conservación e Investigación del Prado. En 2015 se incorporó como director de la National Gallery de Londres, sustituyendo a Nicholas Penny. Un museo que ... conocía bien, pues ya trabajó allí desde 1992 como conservador de Pintura Italiana y Española. Británico, de ascendencia italiana y español de corazón (casado con una jerezana, tienen seis hijos), cambió las cañas por el té de las cinco, el jamón pata negra por el 'fish and chips', 'Las Meninas' por 'La Venus del Espejo'...
El 10 de mayo arrancan los actos de celebración del bicentenario de la National Gallery, que se prolongarán durante un año. La 'vecchia signora', que preside Trafalgar Square, en pleno corazón de la capital británica, se remoza para mostrar su mejor cara. Fundada en 1824, acoge una espléndida colección con obras maestras como 'El matrimonio Arnolfini', de Van Eyck, o 'La Venus del espejo', de Velázquez, por citar dos ejemplos.
En una conversación vía Zoom, Finaldi explica cómo van a festejar estos 200 años: «Queremos celebrar 200 años de compartir esta extraordinaria colección de pinturas con el público, que es su propietario. En cierto sentido, dedicar nuevamente la colección al público. Desde el principio, esta galería ha tenido siempre una actitud muy abierta: que sea fácil de acceder físicamente y, una vez dentro, sea una visita estimulante y placentera. En la puerta de la National Gallery originaria, que estaba en una casa privada en Pall Mall, a unos 200 metros de donde estoy sentado, había unas indicaciones de uso. Una de ellas es que era una colección de pintura 'for the use of the public' (para el uso del público). Entonces no se sabía exactamente qué significaba, pero a lo largo de estos 200 años lo hemos ido aprendiendo».
Por ello, se muestra orgulloso de ir más allá de Trafalgar Square y «compartir la colección con toda la nación, que forma parte del nombre de la institución, National Gallery. Empezamos las celebraciones fuera de Londres, con doce préstamos extraordinarios a doce lugares de las cuatro naciones que integran el Reino Unido [Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte]. Caravaggio irá a Belfast, Vermeer a Edimburgo, Canaletto a Gales... Por supuesto, también lo celebraremos en Londres. El fin de semana del 10 al 12 de mayo habrá un programa de música comisariado por Jools Holland, un músico muy conocido en Gran Bretaña. Habrá conferencias, charlas, visitas, proyecciones sobre la fachada del edificio que narran la historia del museo. Lo hemos denominado 'The National Gallery Inside Out', la National Gallery se presenta al exterior. Pero no es solo una gran fiesta. He pedido a mis compañeros del museo que piensen cuál va a ser el legado de todo esto, que pensemos en el futuro. Que estos 200 años no sean el final de dos siglos sino la puerta que nos abra hacia el futuro».
![A la izquierda, 'La silla de Van Gogh'. A la derecha, 'Los girasoles'. Ambas pinturas de Van Gogh fueron adquiridas en 1924 por la National Gallery de Londres](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/gogh-U07705672380oKt-760x427@diario_abc.jpg)
A mediados de septiembre se inaugurará la primera exposición monográfica de Van Gogh en la historia del museo. 'Van Gogh. Poetas y amantes' se centra en su periodo en Arlés. Anuncia Finaldi que habrá «entre 50 y 60 obras; cuadros muy importantes y algunos dibujos. Los museos han querido ser particularmente generosos. Y los coleccionistas privados también. Colgará alguna obra que no se ha visto en muchas décadas. Será una exposición maravillosa, coincidiendo con la compra de dos obras maestras: 'La silla de Van Gogh' y 'Los girasoles', hace cien años, en 1924. Fue la entrada de la National Gallery a la modernidad, con treinta años de retraso, pero por fin lo hicimos».
Desde hace un año y medio, el museo mantiene cerrada por obras la Sainsbury Wing (ala Sainsbury), llamada así por los hermanos Sainsbury, que financiaron la ampliación del museo. Un edificio diseñado por Robert Venturi y Denise Scott Brown entre 1989 y 1991, que se sumó a su sede principal y que incluye las salas de exposiciones temporales. El objetivo de las nuevas obras, reconfigurar la entrada y mejorar los servicios para los visitantes. «Queríamos crear una bienvenida de la misma calidad que las colecciones, que la experiencia como visitante a la National Gallery en Trafalgar Square sea placentera», explica Finaldi.
El 10 de mayo, continúa, empieza el año del bicentenario y «cuando culmine, comenzará el año de la reapertura. Porque todos los trabajos que estamos haciendo abrirán en primavera de 2025: el ala Sainsbury y la plazuela que hay delante, un centro para niños y familias, una sala para miembros y los que apoyan la galería... El túnel que une el ala Sainsbury con el edificio antiguo y el Centro de Estudios estarán listos en 2027-28. Dos tercios del proyecto lo inauguraremos en primavera de 2025 y el tercero en 2027-28».
—El presupuesto asciende a 95 millones de libras. ¿Lo tienen ya cubierto?
—Esos 95 millones cubren las obras que estamos haciendo en el edificio y las actividades del bicentenario. Hay un coste bastante importante de construcción, demolición, adaptación del edificio... Todo ello costará 85 millones y diez millones más para las actividades del bicentenario. Hemos llegado ya a 90 millones.
—¿Esas obras incluyen una ampliación?
—No.
«La arquitecta Annabelle Selldorf tiene una gran sensibilidad. Su intervención es muy medida y elegante»
—¿No necesita expandirse la National Gallery? Hay un edificio, detrás del ala Sainsbury, que se adquirió a finales de los 90 con la idea de ampliar el museo en el futuro.
—Por supuesto, porque la colección va creciendo, las actividades van creciendo y el público seguramente irá creciendo. Antes del Covid, estábamos planeando un museo que para finales de esta década sería visitado por 7 millones de personas al año. Posiblemente sea así. En el futuro vamos a necesitar más espacio para la colección y también para exposiciones. Quizás estas sean menos frecuentes, pero un museo como éste es uno de los pocos en condiciones de hacer exposiciones importantes sobre pintura antigua.
![Recreación virtual del interior del ala Sainsbury en la National Gallery de Londres, que ha creado polémica](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/national1_20240503134440-U33664816787acg-760x427@diario_abc.jpg)
—Ha habido muchas críticas a la renovación del ala Sainsbury. Se ha dicho que parece «una sala VIP de un aeropuerto». Incluso la propia Denise Scott Brown dijo que parecía «un payaso con tutú». Es uno de los edificios más jóvenes del Reino Unido que cuenta con el grado de protección I, el más alto. ¿Le han dolido las críticas? ¿Cree que son justas?
—Una intervención relativamente importante en un edificio de valor histórico, y el ala Sainsbury lo tiene aunque solo tenga 30 años, siempre va a crear cierta controversia. Creo que la intervención que estamos haciendo es muy medida y elegante. El edificio ha funcionado muy bien, pero era necesario mejorar la experiencia de la visita. Estamos trabajando con una arquitecta de gran sensibilidad, Annabelle Selldorf. Cuando desde Westminster Council y Heritage England nos han propuesto que hagamos algunos cambios, los hemos hecho, para mantener cierta continuidad con elementos del edificio ya existente. La nación tiene una larga historia de controversias arquitectónicas...
—En 1984, el propio Carlos III, cuando era Príncipe de Gales, criticó abiertamente el proyecto ganador del concurso de ABK Architects para la ampliación de la National Gallery en el ala Sainsbury. Lo calificó de «ántrax monstruoso» y logró que se diera marcha atrás.
—Exactamente. Eso fue antes de la participación de Robert Venturi y Denise Scott Brown. Pero sí, estando en pleno centro de Londres, en Trafalgar Square, todo el mundo opina. Es algo importante. Si no le importara a nadie, nadie opinaría.
—Todos llevamos dentro a un arquitecto, a un director de museo, a un entrenador de fútbol...
—(Ríe) Sí, totalmente.
—En plenas obras salieron a la luz hallazgos arqueológicos. ¿Han encarecido y retrasado el proyecto?
—Fue una sorpresa: la ciudad sajona de Londres llegaba mucho más al oeste de lo que pensábamos. Esos restos lo han confirmado. Afortunadamente, no ha frenado las obras.
—A sus 200 años, ¿la National Gallery goza de buena salud?
—Francamente, creo que está muy bien. Tenemos un edificio en buen estado. Conseguimos adquirir obras importantes para la colección. Las relaciones con las instituciones, tanto en Gran Bretaña como internacionales, son muy positivas.
«Hay varias explicaciones de por qué este museo no ha recuperado aún el número de visitantes prepandemia»
—Sin embargo, en 2023 hubo 3.096.508 visitantes, un 14% más que en 2022, pero casi la mitad que en 2019 (6 millones). El Prado ha logrado no solo recuperar sino superar las cifras de visitantes prepandemia. ¿A qué atribuye que a la National Gallery le cueste tanto volver a conectar con el público?
—Es una buena pregunta. Tres millones y medio de visitantes es una cifra enorme para una institución relativamente pequeña como la nuestra. En este momento, con el museo en obras, sería difícil acoger más público. Pero es verdad que los demás museos londinenses y los internacionales en gran medida han vuelto a los números de antes. Eso no ha sucedido con la National Gallery. Creo que tiene varias explicaciones. Primero, el turismo en Gran Bretaña no ha vuelto todavía a los niveles prepandemia. Y, tradicionalmente, la National Gallery ha dependido mucho de los visitantes extranjeros. Recibía un 30% de ciudadanos británicos o residentes en Gran Bretaña, y el 70% restante eran visitantes extranjeros. Ahora, ese 30% está cubierto. El público británico volvió muy rápidamente, pero el internacional ha sido un poco más lento. Otros museos de Londres, como el de Historia Natural o el de Ciencias, se han apoyado mucho en la visita de familias británicas. Para ellos ha sido fácil no solo volver a los números de antes, sino superarlos. No dudo que durante el año del bicentenario va a haber un interés enorme en la National Gallery. Acabo de venir de las salas. Exponemos el último cuadro de Caravaggio, la 'Santa Úrsula' de Nápoles. Y hay colas que llegan casi hasta la entrada del museo. Se están calentando motores para lo que va a ser una celebración importante.
«Con el museo en parte cerrado con motivo de las obras, era una oportunidad llevar obras de nuestra colección a Asia»
—El Prado ha llevado 70 obras de su colección a Shanghái. La National Gallery emprendió en 2023 una gira asiática por Shanghái, Seúl, Hong Kong y desde el 2 de mayo continúa en Taiwán. Son 52 obras maestras. ¿Cuánto aporta económicamente este tipo de exposiciones?
—Para la National Gallery es una actividad relativamente reciente. Esta es la segunda gira importante que hacemos fuera de Europa. Por supuesto, hay un elemento económico que nos interesa, sobre todo en momentos en que los presupuestos están bajo presión. Con el museo en parte cerrado con motivo de las obras, era una oportunidad. Y, además, nos interesa desarrollar la proyección internacional del museo. No hay duda de que el interés del público asiático por el arte occidental va creciendo. Entre Shanghái, Seúl y Hong Kong, hemos sobrepasado el millón de visitantes. Es extraordinario. Y en Taiwán ya están todas las entradas vendidas.
—Pero, en tiempos de guerra, con frentes abiertos en Oriente Medio y Ucrania, ¿no da un poco de vértigo que haya tanta obra maestra viajando?
—Son momentos complicados. Pero si no consideráramos que esto se podía hacer con tranquilidad, no lo haríamos. Hay la seguridad necesaria para poder hacer con confianza estas iniciativas.
!['La Psyché' o 'El espejo', de Eva Gonzalès. Detalle](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/eva-U85713636607jaM-760x427@diario_abc.jpg)
—Como en todo cumpleaños que se precie no faltan los regalos. La National Gallery ya ha recibido, por adelantado, 'Eucaristía', de Poussin, y 'La Psyché', de Eva Gonzalès.
—Son las primeras dos adquisiciones para el bicentenario. Estoy muy contento con las dos, la verdad. Respecto a Poussin, del que hay una colección importante en la National Gallery, me da mucha satisfacción. Pertenece a la serie de los 'Siete Sacramentos'. Se exhibe junto a 'Matrimonio', de la misma serie, préstamo a largo plazo de la familia que ha vendido 'Eucaristía'. Y hoy mismo [la conversación tuvo lugar el 19 de abril], hemos presentado al público el cuadro de Eva Gonzalès, artista impresionista francesa de origen español, que fue la única discípula formal de Édouard Manet. Murió muy joven y hay muy poca obra. Tenemos en la colección el gran retrato a tamaño natural que hizo Manet de ella. Y ahora se incorpora un cuadro realizado por la misma Eva Gonzalès: 'La Psyché' o 'El espejo'.
—¿Algún otro regalo a la vista?
—Sí. Uno es un cuadro británico.
—¿Alguna pista más?
—Del siglo XIX.
«En 2025, habrá algunas sorpresas de pintura española, con préstamos importantes»
—¿Y de algún artista español?
—No, de momento no. Cuando volvamos a presentar las colecciones completas en 2025, habrá algunas sorpresas de pintura española, con préstamos importantes.
—Hablaba de Eva Gonzalès. He leído en algún periódico que es la vigésima artista femenina de la colección. ¿Es cierto ese dato?
—Seguramente se lo habremos facilitado nosotros. Sí, es correcto.
—¿Cuántas obras hay en la colección de la National Gallery? ¿Cuántos artistas están representados?
—Son unas 2.400 obras en total. Y creo que tenemos 350 artistas.
«La National Gallery quiere responder al interés por las mujeres artistas»
—¿Cuántas están colgadas en sala?
—Ahora mismo creo que serán unas 700. Cuando volvamos a reabrir el ala Sainsbury espero que sean más de 1.000.
—¿El espacio para exposiciones temporales va a aumentar?
—No hasta que tengamos la oportunidad de desarrollar el edificio que hay detrás del ala Sainsbury.
!['Autorretrato como Santa Catalina de Alejandría', de Artemisia Gentileschi. Detalle](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/artemisia-U53423645481DTN-760x427@diario_abc.jpg)
—Y de esos 350 artistas, solo 20 son mujeres...
—Bueno, creo que no toca juzgar las aportaciones de los anteriores directores. Ellos actuaban con los criterios de su tiempo. Ahora hay un gran interés en la actividad de mujeres artistas, tanto en el ámbito académico, como entre el público, que tiene mucha curiosidad en saber por qué no había más mujeres artistas, por qué no son más conocidas, por qué no están representadas en las colecciones. Y, naturalmente, la National Gallery quiere responder a este nuevo interés e incluir la presencia histórica de mujeres artistas. En 2018 compramos un 'Autorretrato' de Artemisia Gentileschi, a quien dedicamos una exposición en 2020, pero hubo que cerrarla seis semanas después de abrir. Fue una tragedia para nosotros. Era una exposición realmente bellísima, excelente, que presentaba a una Artemisia muy completa y compleja.
—¿La mayor presencia de artistas mujeres será una de las prioridades?
—Sí, sin duda.
—Lleva desde 2015 siendo director de la National Gallery. Es hombre, blanco, occidental y heterosexual. Lo peor visto para dirigir hoy un museo...
—Y soy muy alto también y tengo el pelo corto y... (Ríe)
—¿Cómo se toma estos temas? ¿No le sale la vena napolitana?
—He nacido así y así he crecido. Es una responsabilidad enorme conseguir que el patrimonio que conservamos en este museo lo podamos legar a generaciones futuras. Eso es lo más importante que puedo hacer. Y si es mejorándolo de alguna manera, añadiendo alguna obra importante, cuidando el edificio y la relación entre la institución y el público y dando al museo un perfil adecuado para nuestros tiempos... Estaría muy contento si este fuera el resultado de mi dirección en este museo.
«Doscientos años no se borran en un segundo y se inventa una nueva National Gallery»
—Bueno, ha tirado más de flema británica que de ADN napolitano. De todas maneras, lo que parece imparable es la descolonización en los museos. Lo vemos en la Bienal de Venecia. ¿Cómo afronta la National Gallery la descolonización? ¿Están investigando su colección para ver si hay que devolver obras?
—Somos una institución que tiene 200 años y espero que tendrá por lo menos 200 años más. Y el aire que respiramos es el que respira la sociedad. El museo tiene que estar siempre atento a los desarrollos en el ámbito académico y en la sociedad. Son cosas en las que el museo se tiene que interesar. Ahora bien, siempre en la justa medida y teniendo en cuenta lo que es la historia de nuestra institución. Es decir, 200 años no se borran en un segundo y se inventa una nueva National Gallery. Es una institución que tiene raíces profundas en la historia de nuestro país y de nuestro continente. Lo que se llama descolonización, al final, es otra manera de entender mejor cuál es la historia de nuestra institución: de dónde proceden nuestras obras, de dónde procede la fuente de riqueza que ha permitido que en Gran Bretaña se formase una colección de este tipo. Me parece que es una iniciativa legítima desde el punto de vista de un museo histórico. Ahora, es cuestión de saber mantener un justo equilibrio entre lo que son razones históricas y lo que son los intereses de la sociedad actual.
—Pero nunca reescribiendo la historia, ¿no?
—El Gobierno propuso una frase muy sencilla sobre lo que hacemos en los museos: 'Retain and explain'. Es decir, mantener, conservar la colección –no se trata de censurarla o retirar obras de las salas porque haya algún elemento histórico que a algunas personas no les guste–, y explicar, sin complejos y también con la sensibilidad de los tiempos actuales, por qué la colección es como es. Y por qué la National Gallery representa solo a artistas europeos, la mayoría de ellos blancos. Todo esto tiene su explicación. Podemos intentar ampliar el foco de la National Gallery y eso me parece bien. Es lo que estamos haciendo. Acabamos de hablar de las mujeres artistas históricas. No han estado en la National Gallery. Ahora empiezan a estar.
—¿No hay reclamaciones de piezas, como en otros museos?
—Somos muy afortunados, pues no tenemos casos de este tipo, como tienen los museos de civilizaciones o los museos de carácter etnológico. No afecta a las colecciones de la National Gallery.
—'La Venus del Espejo', de Velázquez, es una de las doce obras que saldrá de gira por la nación en el bicentenario. Concretamente, irá a Liverpool. Hace unos meses sufrió un brutal ataque a martillazos. ¿Qué daños sufrió? ¿Se ha reforzado la seguridad?
—Soy muy consciente de lo que custodiamos en el museo, que es patrimonio de todos. Algunos creen que tienen el derecho de dañarlo a favor de una causa específica. Creo que es muy equivocado. Es una forma de utilizar una colección pública para cosechar el máximo de visibilidad. En cierto sentido, la obra de arte se convierte simplemente en un elemento a explotar. Por supuesto, hemos tenido que reforzar la seguridad en el museo. Y una cosa que me ha entristecido mucho, y nos ha costado bastante dinero, es que hemos tenido que poner cristal a muchas más obras. Gracias a Dios, 'La Venus del espejo' tenía cristal. Pero el ataque fue tan violento –un nivel de violencia y brutalidad muy superior a lo que habíamos visto antes– que no se puede decir que la intención no fuera dañar la obra. Y, efectivamente, la obra sí fue dañada.
«Cuando atacaron 'La Venus del espejo' sentí como si me clavaran un puñal en el corazón»
—¿Qué daños sufrió?
—Pequeños daños en la superficie, sobre todo a nivel de barnices, y alguna 'escama' de la película pictórica. Es una obra que nos importa, que valoramos como parte de nuestra común herencia cultural. Ese ataque tiene muchos elementos negativos: el daño físico, la dificultad que pone en el acceso a las colecciones, porque la seguridad ha aumentado, y el daño moral que nos hace a todos.
—¿Es partidario de que las penas por daños al patrimonio se endurezcan?
—No quiero entrar en ello. Pero en Italia, por ejemplo, se están planteando penas más duras para ataques de este tipo. Y, ciertamente, es una forma de disuadir sobre este tipo de ataques. Creo que no han terminado. Aunque hagamos de todo para protegernos, inevitablemente una colección que está para ser visitada y ser vista siempre tiene un nivel de vulnerabilidad. Y nos toca a los directores de museos decidir hasta qué punto tiene que ser visible y consecuentemente vulnerable la colección y hasta qué punto tiene que ser asegurada y protegida. Si no, metamos las obras en un banco y ya está...
—Dolía ver (y escuchar) los martillazos...
—Sentí como si me clavaran un puñal en el corazón. Es un cuadro que he estudiado y he amado desde que era estudiante.
Se han cebado mucho a lo largo de la Historia con la 'Venus' velazqueña, la espalda más hermosa de la Historia del Arte. En 1914, la sufragista Mary Richardson le asestó siete cuchilladas. Las obras de la National Gallery no solo levantan odios, también grandes pasiones. Como la de una mujer que un día se acercó a un cuadro de Monet y lo besó. Estaba enamorada de él. Dejó en el lienzo una marca de carmín.
«En la II Guerra Mundial, Churchill dio instrucciones para que las obras del museo no salieran del país y se llevaran a cuevas»
Dos siglos de vida dan para mucho. Hay miles de anécdotas y curiosidades. En la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill no quiso evacuar las obras de la National Gallery a Canadá y dio instrucciones para que las escondieran en cuevas o sótanos. «Lo cuenta Kenneth Clark en sus memorias. Fue director de la National Gallery. Hubo un debate en el Patronato del museo sobre qué hacer con las obras en caso de guerra. Una propuesta, que tuvo cierto apoyo entre los patronos, era llevarlas a Canadá. Clark estaba en contra, porque creía que había mucho riesgo y, además, llevándolas fuera, no estarían a mano para estudiarlas y cuidarlas. Cuenta que cuando fue a hablar con Churchill, éste le contestó: «Hay que esconder las obras bajo tierra». Y así se tomó la decisión de que se quedaran en unas cuevas en el norte de Gales», explica Gabriele Finaldi.
Y cuenta otra anécdota. «Cuando llegué a la National Gallery en el 92, mi jefe de departamento, Christopher Brown, que luego fue director del Ashmolean Museum de Oxford, me contó que cuando entró en la National Gallery, unos quince años antes, uno de sus primeros trabajos fue devolver al Ejército el revólver que tenía el guardián de la National Gallery, que se le había entregado durante los años de la guerra para defender las colecciones del museo en caso de que los alemanes invadieran Gran Bretaña».
«Los museos tienen una extraordinaria habilidad para reinventarse»
—Hay agoreros que decretan la muerte de los museos, dicen que son mausoleos. ¿Es necesario repensar los museos en el siglo XXI? ¿Renovarse o morir?
—Los museos tienen una extraordinaria habilidad para reinventarse y buscar nuevas formas de hacerse interesantes para la sociedad. De las instituciones del mundo civilizado, el museo es una de las más brillantes porque ha sabido transformarse, adaptarse, hacerse relevante en cada momento. No tengo la menor duda de que el museo tiene una gran historia por delante.
—Hay directores de importantes museos que han decretado el fin de la era de los 'blockbusters'. El Prado, que usted tan bien conoce, mira cada vez más a su colección en las exposiciones, tira de fondo de armario. ¿Van a renunciar a las megaexposiciones o es partidario de mirar más a su colección?
—En cierto sentido es lo que hacemos nosotros. Las exposiciones son una oportunidad para profundizar en la propia colección. Probablemente, ocho de cada diez exposiciones que hacemos tiran de la colección. Ahora, creo que los grandes maestros lo son porque merecen ser estudiados y ser puestos ante el público con las nuevas investigaciones y para nuevas generaciones. Acabamos de presentar un cuadro de Caravaggio, que expusimos aquí hace veinte años y hay un renovado interés. Lo hemos presentado de forma distinta. No creo que haya terminado el tiempo de las grandes exposiciones monográficas. Pero serán pocas las instituciones que las pueden hacer realmente bien. Se trata de que los grandes museos se unan y cooperen para hacer exposiciones significativas. Grandes instituciones como el Prado y la National Gallery serán las que las puedan hacer. Hay siempre un mayor interés en el arte contemporáneo y la instituciones con arte antiguo somos menos.
«Lucian Freud decía que la visita a la National Gallery era como ir al médico, sanaba»
—Ya que lo cita, ¿cómo se incorpora el arte contemporáneo en la programación de la National Gallery?
—Aquí no es polémico. Se reconoce la continuidad entre el arte del pasado y el del presente. La National Gallery se forma con la idea de poner delante de nuestros ojos a artistas ejemplares que ayuden a mejorar la calidad del arte en este país, que inspire a los artistas a subir más alto. Y eso siempre ha formado parte de nuestra razón de ser. Los artistas se forman con esta colección. Se ven dentro de una gran sucesión de artistas. Hablo de Freud, Hockney, Blake... Ven una continuidad, fuentes comunes; se enfrentan a retos parecidos a los que se enfrentaban Vermeer y Zurbarán.
![Lucian Freud tenía un pase para visitar la National Gallery de día o de noche](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/lucian1-U17700371326dqq-760x427@diario_abc.jpg)
—Freud tenía un pase permanente para visitar la National Gallery día y noche. Era pura inspiración para él.
—Sí, decía que la visita a la National Gallery era como ir al médico. De alguna forma sanaba volver a los maestros representados en esta colección.
—¿Le gusta esa idea del museo sanador?
—Sí, yo creo que es sanador y lo es tanto para los artistas como para el público. Lo hemos visto en el periodo pospandemia. Nos hemos dado cuenta de que necesitamos comer, por supuesto; necesitamos seguridad, necesitamos dinero, pero necesitamos también que sea alimentado nuestro espíritu. Y el espíritu se alimenta con la belleza.
«Estamos ansiosos por llegar a nuevos públicos»
—Desde hace unas semanas, el Prado ofrece visitas virtuales gratuitas en gigapixel a su colección. Usted dice que hay que llevar el arte a la gente en vez de acercar a la gente al arte. ¿Es uno de los grandes retos de la National Gallery conseguir nuevos públicos? ¿Es necesario estar en TikTok, YouTube...?
—Sí, estamos ansiosos por llegar a nuevos públicos. Creemos que lo que custodiamos en nuestros museos tiene un valor universal y lo queremos compartir. Tenemos esta inclinación evangelizadora como conservadores de museo. Pero también pensamos en los públicos de mañana. Los jóvenes, por lo general, se interesan más por el arte contemporáneo y conforme van madurando empiezan a interesarse por el arte antiguo. Hay centenares de miles de personas que no visitan museos, no han tenido esta experiencia. Tengo una profunda fe en que el museo es un lugar que da grandes satisfacciones, grandes oportunidades, abre los horizontes y nos hace mejores personas.
—La National Gallery ha sufrido un recorte de los fondos estatales. ¿Ha sido muy duro?
—Tenemos un modelo mixto: hay fondos que vienen directamente del Estado a través del Ministerio de Cultura; tenemos nuestras actividades comerciales (las tiendas, el alquiler de espacios...) y tenemos la filantropía, personas y empresas que nos apoyan en nuestras actividades. La aportación del Estado ha sido básicamente estable durante muchos años. Pero, obviamente, con la inflación se ha ido reduciendo. Durante el Covid, el Estado ayudó mucho a los museos nacionales. Yo diría que hay dos crisis importantes en el ámbito de los museos en Gran Bretaña. Por un lado, los museos regionales, que no dependen del Estado, sino de las autoridades locales, que se encuentran en una crisis muy importante. El Museo de Birmingham, por ejemplo. Es una ciudad que está prácticamente en bancarrota y tiene uno de los museos más importantes de este país. Por otro, el estado de nuestros edificios. Muchos de ellos son históricos y son bastante ineficientes. Requieren nuevas fórmulas de financiación. Y ahí no hemos encontrado la solución todavía.
«Tras el Brexit, es un poco más complicada la gestión de exportación y los seguros. Y un poco más caro»
—¿Cómo ha afectado el Brexit a los museos británicos?
—En cierto sentido, no han cambiado mucho las cosas. Un museo como el nuestro sigue trabajando internacionalmente. Es un poco más complicada la gestión de exportación y los seguros. Y un poco más caro. Desde el punto de vista del empleo de personal, hay ciertas limitaciones. A largo plazo, va a ser difícil para nosotros, porque la National Gallery siempre ha tenido un carácter muy internacional. Hemos podido aprovecharnos de los mejores científicos, restauradores, conservadores de distintos países. Y ahora esto se encuentra un poco más limitado. Desde el punto de vista del turismo, es un poco más complicado visitar Gran Bretaña. Antes se podía hacer con el DNI y ahora se necesita el pasaporte. Bueno, no es un cambio enorme, pero desde luego hace que quizás los grupos piensen en ir a estudiar inglés a Irlanda más que a Gran Bretaña. Pero, fundamentalmente, las relaciones internacionales son muy buenas. Seguimos trabajando con nuestros compañeros en museos europeos y así tiene que ser.
—¿Tienen, como el Prado, depósitos permanentes por todo el país?
—No. Tenemos algunas obras, cuya propiedad compartimos con otros museos. Por ejemplo, dos 'Poesías' de Tiziano que compartimos con Edimburgo. Tenemos un importante Poussin que compartimos con el Museo Nacional de Gales. Y recientemente hemos adquirido un cuadro de Lovis Corinth que tenemos en propiedad junto con la Universidad de Birmingham, con el Barber Museum. Y tenemos un James Tissot muy bonito que fue donado a dos instituciones, la Portrait Gallery y la National Gallery.
!['San Francisco meditando', de Zurbarán. Detalle](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/03/asis-U57667102852Egi-760x427@diario_abc.jpg)
—En estos años al frente de la National Gallery, uno de sus proyectos más personales y queridos fue la exposición sobre San Francisco de Asís, de la que fue comisario.
—Sin duda. La quise hacer durante muchos años. Tuve que esperar por varias razones, incluida la pandemia. Pero al final creo que salió una exposición muy bella, que presentaba a San Francisco como una figura de una importancia cultural y espiritual enorme. Dio lugar a grandes obras artísticas, de arquitectura, que han llegado a nuestros días. Se convierte en una especie de luz para la sociedad y para los artistas de nuestro tiempo también. Artistas contemporáneos de la talla de Richard Long y Giuseppe Penone quisieron participar en el proyecto.
—La colaboración con el Prado ha sido excelente, y más desde que llegó usted. ¿Hay a la vista algún proyecto en común?
—La última exposición que hicimos juntos fue la de las 'Poesías'. Fue una colaboración exquisita, al más alto nivel. Fue un gusto trabajar con el director, Miguel Falomir, y con los conservadores. De momento, no hay ningún proyecto, aunque me gustaría que lo hubiera pronto.
«Necesito sobrevivir al bicentenario»
—Sueñe. ¿Qué obra robaría en la National Gallery?
—Bueno, debería ser una que cupiera en el maletín: 'Vaso de agua con flor', de Zurbarán, que es pequeñito. ¿Cuál me gustaría realmente llevarme a casa? 'Los bañistas', de Seurat. Pero no cabe por la puerta.
—¿Volverá al Prado algún día?
—(Ríe) Necesito sobrevivir al bicentenario.
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