Musas: las mujeres ocultas tras las grandes obras de arte
Posaron para célebres artistas en fotografías y lienzos, convertidos hoy en iconos. ¿Lo habrían sido sin ellas? Mucho más que simples modelos, fueron 'cooperadoras necesarias' en sus carreras

Son nueve las musas que, según la mitología, habitaban en el Parnaso y protegían las ciencias y las artes: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania. Entre las acepciones de la palabra musa se halla esta en el Diccionario de la ... RAE: «Inspiración del artista o escritor». Son tan antiguas las musas como el arte mismo. Todo artista ha necesitado una que despertara su ingenio, aunque a los buenos artistas, ya se sabe, las musas los pillan siempre trabajando.
Estos días coinciden libros centrados en ellas: 'Musas. Descubriendo las figuras ocultas tras las obras maestras en la Historia del Arte', de Ruth Millington, y 'La mujer pintada', de Teresa Arijón. ¿Serían los artistas los mismos sin sus musas? ¿Y sus obras? ¿Ha cambiado el concepto de musa? Tradicionalmente, eran jóvenes y atractivas. Millington, historiadora del arte, crítica y escritora, analiza en su libro todas las facetas de la musa y reivindica un nuevo estatus: una musa emancipada, que juega un papel influyente y activo, deconstruyendo estereotipos reduccionistas (la musa como una modelo pasiva e impotente, a merced de un artista mayor y influyente) y reformulando a las musas como agentes activas y trascendentales en la Historia del Arte. Lejos de posar en silencio sin más, han brindado apoyo emocional, energía intelectual, creatividad y ayuda a los artistas. Algo así como 'cooperadoras necesarias' en sus obras maestras.
Jeanne Hébuterne
Hébuterne, retratada por Modigliani


Tienen un aura de mito romántico, pero, ¿quién dijo que fuera fácil y divertido ser una musa? Muchas acabaron sus vidas de manera trágica: Jeanne Hébuterne, embarazada de ocho meses, se tiró por la ventana. No pudo soportar la muerte de Modigliani, el príncipe vagabundo de Montparnasse, que se bebió a tragos el París de la bohemia en noches de furia, borracheras, juergas y la frustración de ver que las musas pasaban de largo al llegar a su estudio. Muchas de esas musas fueron a tiempo parcial (o total) sus amantes.
Botticelli pidió ser enterrado a los pies del sepulcro de Simonetta Vespucci en la iglesia de Ognissanti de Florencia
Cuentan que Rafael estaba tan pillado por la Fornarina, la hija del panadero, que su mecenas Agostino Chigi les dejó una habitación en Villa Farnesina para que dieran rienda suelta a su pasión, entre posado y posado. Diosa del Renacimiento, la bella Simonetta, casada a los 15 años con Marco Vespucci fue la Musa, en mayúsculas, de Botticelli. La retrató obsesivamente en sus obras maestras: 'El nacimiento de Venus', 'La Primavera'... Estaba perdida y platónicamente enamorado de ella. Tal es así que pidió ser enterrado a los pies de su sepulcro en la iglesia de Ognissanti de Florencia.
Pero no siempre fue tan romántica la relación entre musa y artista. Caravaggio, más terrenal, utilizó como modelos a prostitutas: Fillide Melandroni, célebre cortesana de la época, se convirtió en María Magdalena o Santa Catalina de Alejandría. Aunque la inspiración le llegaría más bien del otro sexo: Mario Minniti, su modelo preferido, al que retrata siempre sensual, o el jovencísimo Cecco, el ángel desvergonzado y provocador de 'El amor victorioso'.
Como modelo para 'Ofelia', de Millais, Elizabeth Siddal tuvo que permanecer sumergida en una bañera con agua helada durante horas
Una de las obras más conmovedoras de la Historia del Arte es 'Ofelia', de John Everett Millais, que cuelga en la Tate Britain. Narra la trágica muerte de este personaje del 'Hamlet' shakespeariano. Ofelia se vuelve loca y muere ahogada al descubrir que su enamorado ha matado a su padre. La modelo es Elizabeth Siddal, poeta de cabellera pelirroja que encarnó el ideal de belleza para la Hermandad Prerrafaelita. La descubrieron en la tienda de sombreros de Londres donde trabajaba. Para 'Ofelia' tuvo que permanecer sumergida en una bañera con agua helada durante horas, pues las lámparas de gas que calentaban el agua se apagaron. Cogió una pulmonía. Casada con el pintor Dante Gabriel Rossetti, sufrió las infidelidades de este. Y su hija nació muerta. Elizabeth falleció por una sobredosis de láudano, a la que era adicta. Fue enterrada con un libro de poemas de Rossetti. Siete años después, fue exhumada para recuperar los poemas. Según la leyenda, su encendida cabellera siguió creciendo bajo tierra.
Kiki de Montparnasse
Kiki, retratada por Man Ray


Las vanguardias tuvieron 'overbooking' de musas. Destaca Kiki de Montparnasse, la musa total. Bailarina, cantante, actriz, dueña de un cabaret, reina de Montparnasse e icono feminista, su nombre era Alice Ernestine Prin. Símbolo del París bohemio en los felices años 20, se codeaba con la flor y nata de la modernidad. Musa de Soutine, Foujita, Picabia, Cocteau, Calder, Van Dongen o Man Ray, entre otros muchos, posó para este último en innumerables ocasiones. Fueron amantes. Retrató su espalda desnuda en 'Le violon d'Ingres', que este año se convirtió en la fotografía más cara de la Historia: 12,4 millones de dólares. Pasó sus últimos años en la indigencia. Murió a los 51 años. «Kiki es un monumento a sí misma y a una época de Montparnasse», dijo de ella su amigo Ernest Hemingway.
Suzanne Valadon
Valadon, retratada por Toulouse-Lautrec


Otra musa de las vanguardias fue Suzanne Valadon. Cambió el trapecio por los pinceles. Vivía en Montmartre. Amiga de Degas, fue modelo de Toulouse-Lautrec, Renoir, Puvis de Chavannes... El músico Erik Satie estaba enamorado hasta las trancas de esta extravagante mujer: paseaba con un manojo de zanahorias y alimentaba a sus gatos con caviar. Madre del pintor Maurice Utrillo, fue tan célebre que se bautizó un asteroide con su nombre: 6937 Valadon.
La musa más buscada de la Historia es la que posó, sin tapujos, para Courbet en 'El origen del mundo': un sexo femenino en primer plano que cuelga en el Museo d'Orsay de París. El nombre de la musa que posó para tan escandaloso y perturbador cuadro ha sido un misterio durante décadas, pues la parte superior fue recortada. Fue un encargo de Khalil-Bey, diplomático turco de origen egipcio. Se creyó que podía ser Joanna Hifferman, amante de Whistler y de Courbet, o Jeanne de Tourbey, condesa de Loynes. El escritor Claude Schopp descubrió que se trataba de una bailarina de la Ópera de París llamada Constance Quéniaux.
Las musas preferidas de Balthus eran menores de edad. Algunos de sus retratos no pasarían hoy el filtro de la censura
Hay musas más polémicas aún. Al igual que ocurrió con la pequeña Alice Liddell, que inspiró 'Alicia en el País de las Maravillas', de Lewis Carroll, las musas preferidas de Balthus (él las denominaba ángeles) eran menores de edad. Thérèse Blanchard, su favorita, aparece en actitud provocadora en varios lienzos. Hoy no pasarían el filtro de la censura.
En el Soho londinense de los años 50, las musas visitaban a dos jóvenes pintores británicos en los garitos más canallas, donde la reina era Henrietta Moraes: posó para Francis Bacon y Lucian Freud fue el amor de su vida. Espíritu libre, coqueteó con el alcohol y las drogas, pasó por la cárcel... Freud, que andaba en busca de carne trémula, la cambió como musa por los orondos Leigh Bowery y Sue Tilley y, al final de su vida, por la top model Kate Moss. Bacon, por su parte, andaba en busca de inspiración (y algo más) por los bajos fondos londinenses.
Dora Maar
Dora Maar, retratada por Picasso


Los hay como Picasso que cambiaban de musa como de muda. Día sí, día también. Las pintaba y las amaba. Musas, amantes y en algunos casos esposas, no soportaron vivir sin él y acabaron sus vidas de manera trágica. Todas, excepto Françoise Gilot (la mujer flor), que logró sobrevivir a Picasso. Olga Khokhlova fue infeliz y desgraciada. Padeció un cáncer y murió casi paralizada. Marie-Thérèse Walter se ahorcó. Dora Maar (la mujer que llora del 'Guernica'), siempre atormentada, enloqueció. Y Jacqueline Roque no superó la muerte de Picasso y se pegó un tiro.
La musa surrealista por excelencia fue Gala: amante de Max Ernst y esposa del poeta Paul Éluard y del pintor Salvador Dalí. Una musa con muy mala fama. La retratan como 'femme fatale', tirana, caprichosa, codiciosa, altiva, manipuladora... Buñuel la detestaba.
Cantaba Mecano que andamos justos de genios. También, de musas. Aunque, como las meigas, haberlas haylas: Grace Jones, cuyo fibroso cuerpo usó Keith Haring como lienzo, o Beyoncé, convertida en Venus de ébano por el fotógrafo Awol Erizku, son dos de ellas.
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