George Benjamin: «Es un buen momento para la música clásica en España»
La Fundación BBVA le ha concedido al compositor británico el premio Fronteras del Conocimiento
George Benjamin, premio Fundación BBVA Fronteras de música y ópera
Con 64 años, George Benjamin es un referente mundial en la composición de óperas. Estudió con maestros de la talla de Pierre Boulez y Olivier Messiaen, que llegó a compararlo con Mozart. Se siente azorado cada vez que se lo recuerdan, ... pero algo de razón debía tener el compositor francés: hoy en día, las óperas de Benjamin se estrenan en todo el mundo en medio de una enorme expectación, como le sucedía al genio de Viena. Esta semana, la Fundación BBVA le ha concedido el premio Fronteras del Conocimiento por «su extraordinaria aportación y su impacto en la creación contemporánea en los ámbitos de la música sinfónica, la ópera y la música de cámara».
Dado que la ópera se ha dado tantas veces por muerta, empiezo preguntándole si se siente como un salvador del género, o más bien como el último músico del Titanic. Se ríe a carcajadas: «¡No creo que sea ninguna de las dos cosas!», dice. Simplemente, hace lo que siempre ha querido hacer. «Cuando era un niño pequeño e ingenuo, creaba óperas en mi cabeza…». Esta frase va a resonar en la mía durante toda la entrevista, pero sé que Benjamin es amablemente locuaz al hablar de su música y terriblemente reservado al hablar de cuestiones personales, de modo que de momento más vale dejar que el discurso fluya: «Y después escribí música para las funciones de la escuela cuando era un chaval, de modo que desde muy joven tuve la experiencia de la música y el teatro».
Antes de llegar a cumplir un cuarto de siglo, Benjamin ya había visto su música interpretada por directores como Simon Rattle, y había estrenado una obra en el mítico festival BBC Proms de Londres. Aun así, los programadores que le pedían que escribiese una ópera tuvieron que esperar décadas: «No quería repetir los planteamientos del Romanticismo o el Barroco, pero no tenía una alternativa». Mientras tanto, compuso obras instrumentales que le ayudaron a reflexionar sobre la tensión dramática en la música y la relación entre la voz y el resto de instrumentos. Todas esas creaciones «son piezas con entidad por sí mismas», pero al mismo tiempo «las escribía pensando en una representación dramática». «Para mí, la música es teatro, incluso una pieza para piano solo es una forma de teatro», resume.
El gran cambio se produjo cuando conoció a su libretista, Martin Crimp. Con él ha creado sus cuatro óperas. La primera, 'Into the Little Hill', se estrenó en 2006. La última (hasta la fecha), 'Picture a day like this', en 2023. «Sus textos son como balas que impactan en mi imaginación y provocan lo mejor que puedo hacer, no hay una sola palabra que no tenga una función clara en términos de Sintaxis, emoción y estructura». Luego viene la puesta en escena. Cuando el compositor lleva siglos enterrado, es fácil crear escenografías anacrónicas con el argumento de aproximar sus óperas al público actual. Pero ¿qué pasa cuando el director está perfectamente vivo? Al parecer, lo mismo. En el momento del estreno, puede incidir sobre la puesta en escena. Pero, cuando un teatro decide volver a programar su obra con un escenógrafo diferente, se abre la caja de Pandora. Puede cambiar todo, y «pienso que está plenamente justificado que así sea, y resulta admirable cuando se hace bien. He visto muchas producciones modernas de óperas de Wagner, Strauss o Debussy, que estaban muy bien porque aportaban un nuevo punto de vista». En el otro lado de la balanza, hay directores que se exceden: «En ocasiones no he sido capaz de entender por qué aparecía un señor con un abrigo nazi o un médico con la bata manchada de sangre, porque no tenían nada que ver con el argumento de mi ópera».
Sobre la creación musical en España, admite no estar muy al día porque en los últimos tres lustros ha estado enclaustrado componiendo, pero aun así cita tres nombres. El primero, el compositor Benet Casablancas, que define como un gran amigo. En segundo lugar, Rodrigo Moro Martín, «un contrabajista increíblemente bueno que está en la Mahler Chamber Orchestra». Aquí para un momento para reflexionar: «Cuando dirijo orquestas en diferentes países, encuentro cada vez más músicos españoles, y sé que no era así hace cincuenta años, de modo que ha habido una clara expansión en este sentido». «Es un buen momento para la música clásica en España», concluye.
El tercer nombre es el del director de la orquesta del Gran Teatro del Liceo y director honorario de la Orquesta Nacional, Josep Pons: «Fue la primera persona que me invitó a venir a España». Desde entonces, los han unido «cuarenta años de amistad», y «sigue teniendo el mismo entusiasmo por la música». Destaca su buena labor al frente de la formación del coliseo lírico barcelonés: «Cuando vine a dirigir 'Lessons in love and violence' en 2021, ya contaba con que habría buena percusión y buenos metales, pero lo que no esperaba es la calidad de esas cuerdas que tiene en la orquesta», rememora entusiasmado.
Ahora sí, le pregunto por esas óperas que anidaban en su cráneo cuando era niño. Se queda en silencio de repente, moviendo la cabeza de lado a lado. «Es algo excéntrico e incluso embarazoso», atina a pronunciar. Al final, se lanza: «No se parecen en nada a las que he escrito después, era un niño extraño enamorado de la música». «¿Cómo lo podría explicar?», se pregunta. «Tenía un libro con mitos de toda Europa, muy antiguos, y los imaginaba con música, cuando yo aún no sabía nada». Continúa: «Es como si tuviera un músculo en los oídos que me permite silenciar el exterior y escuchar el interior, y yo escuchaba una línea cantada y el sonido de una orquesta».
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