Chillida, el arquitecto del vacío que nunca temió a la muerte
La familia del escultor vasco lo recordará este viernes en la intimidad, veinte años después de su fallecimiento
En Chillida Leku, 'el lugar de Chillida', bajo un magnolio, hay una sencilla pero preciosa cruz. Es el lugar donde están enterrados Eduardo Chillida y su esposa, Pilar Belzunce. Fue ella la que le pidió que la realizara para su tumba. Siempre ... pensó que se moriría antes que su marido, pero le sobrevivió. El maldito alzhéimer, que no entiende de genios, fue apagando, como si fuera una vela, la vida de uno de los artistas españoles más importantes del siglo XX. Moría el 19 de agosto de 2002, con la elegancia y discreción de las que hizo gala toda su vida. Mañana no habrá actos conmemorativos. Solo un encuentro íntimo y familiar. Las celebraciones se dejarán para 2024, año del centenario de su nacimiento.
«Era muy estricto consigo mismo y con su trabajo, pero a la vez muy tolerante con los demás»
Para recordar la figura de este donostiarra universal hablamos, vía telefónica, con Luis Chillida, uno de los ocho hijos del escultor y presidente de la Fundación Chillida Belzunce. No solo echa de menos a su querido aita, también al artista: «Reconforta convivir día a día con su obra. Los artistas se van, pero dejan un legado que hay que cuidar y mantener. Es algo que te hace tenerlo muy presente en todo momento». ¿Eran muy diferentes el escultor y el padre? «No, se mantenía en una línea muy parecida en ambos casos. Cuando admiras su obra, ves parte de lo que era. Una persona muy trabajadora, seria... Le gustaba hacer las cosas bien. Buscaba tener tiempo para reflexionar, para pensar. Era muy estricto consigo mismo y con su trabajo, pero a la vez muy tolerante con los demás. Decía que para amar la libertad lo primero que había que hacer es amar la libertad de los demás«.
![Eduardo Chillida, cuando era portero de la Real Sociedad](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/17/real-U45801020862fhr-624x350@abc.jpg)
¿Esa búsqueda constante de la perfección le frustraba? «En su vida tuvo muchos momentos de frustración, pero le llevaban a dar un cambio, a hacer cosas nuevas. Le gustaba siempre trabajar en lo desconocido. Decía que lo hecho ya está hecho y hay que dar siempre pasos adelante. El presente era para él algo imprescindible. No es más que el momento en que colisionan el pasado y el futuro, el instante donde todo sucede y donde a él le gustaba ser libre para tomar decisiones«. No era de los que se quedan en su zona de confort. Todo lo contrario. »Tenía momentos de crisis, de incertidumbre, pero le ayudaban a dar nuevos pasos, a enfrentarse a nuevos materiales, a pensar en otros aspectos de su obra«, apunta su hijo.
«Nunca tuvo miedo a la muerte. Fue un enfermo ejemplar. Se fue apagando poco a poco, como una vela»
Las pasiones, según Bach... y Chillida. Una de sus aficiones más tempranas fue el fútbol. Iba para estrella de este deporte, llegó a ser portero de la Real Sociedad ('el gato', le llamaban por su agilidad). Pero el destino le tenía reservada una sorpresa. Una lesión en la rodilla hizo que el fútbol perdiera a un gran guardameta, pero el arte ganara a un gran escultor. Y hablando de pasiones, una de ellas era la música: «Era muy importante para él. Mi abuela, su madre, fue cantante de ópera. La música le acompañaba siempre. Apreciaba a muchos compositores: Mozart, Vivaldi..., pero sobre todo Bach. Le dedicó incluso un poema. La poesía y la filosofía también le gustaban mucho«. Para Chillida, la obra siempre debía tener algo detrás, explica su hijo: »Creía que no es simplemente el trabajo físico, sino intentar comprender, poner en duda muchas cosas... Pensaba que el tiempo era una incógnita, un límite, un momento muy especial. Todo ello era una forma de vivir intensamente lo que más le gustaba. Se consideraba un afortunado«. No era demasiado maniático, advierte Luis: »Se adaptaba muy bien a las cosas. Le gustaba la tranquilidad, el silencio... Pero hemos sido ocho hijos y le hemos dado mucha guerra« (ríe).
¿Cómo vivió él y cómo vivisteis sus familiares la enfermedad? «Él sabía que algo le estaba pasando. Mi madre lo achacaba a una depresión por el tema de Tindaya, que le tenía muy preocupado. Pero en el fondo era otra cosa muy diferente. Él se iba dando cuenta de que se le estaba acabado ese tiempo en el que tanto pensó durante su vida. Me impactó el día que no quiso ir al estudio y se quedó en casa, releyendo un catálogo de su obra. Nunca lo hacía. Él siempre estaba pensando en lo que todavía no había hecho. Me chocó muchísimo«. Era 1999. »Supimos entonces que se trataba del alzhéimer y que iba a una velocidad muy rápida«. Había que poner en marcha sin demora Chillida Leku. »Siempre decía que lo único que tenemos claro en esta vida desde que nacemos es que nos vamos a morir. ¿Por qué tener miedo a algo que es parte de la vida? Nunca tuvo miedo a la muerte. Fue un enfermo ejemplar. Se fue apagando poco a poco, como una vela«. Sí pudo ver cumplido el sueño de abrir al público Chillida Leku. »Mi madre fue la que dijo que había que hacerlo«.
«En el País Vasco hay un matriarcado muy fuerte. Mi padre le pedía permiso para todo a mi madre: 'Oye, Pili, ¿podemos hacer esto?'»
Pilar Belzunce, la compañera de vida de Eduardo Chillida, fue decisiva en su carrera. «Se conocieron muy jovencitos, con 15 y 14 años y estuvieron toda la vida juntos. Mi madre llevaba todo el peso (el contacto con las galerías, con las fábricas, etc.) para que mi padre pudiese centrarse en su trabajo. En el País Vasco hay un matriarcado muy fuerte. Mi padre le pedía permiso para todo: 'Oye, Pili, ¿podemos hacer esto?' Ella siempre estaba ahí, apoyándolo y haciendo que las cosas pudiesen funcionar».
Ser ocho hermanos no ha debido ser fácil a la hora de llevar el día a día de la Sucesión Chillida. ¿Cómo conseguían llegar a acuerdos? «En nuestro caso ha sido sencillo. Creo que ser muchos no es desfavorable. Al contrario. Siendo muchos, finalmente, cada uno es poco. Es más difícil llevarse bien entre dos o tres. Al final prevalece el sentido común y se llegan a acuerdos. En nuestro caso ser muchos ha sido más favorable que desfavorable».
![El caserío de Zabalaga, en Hernani. En primer plano, una escultura de Chillida](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/17/zabalaga_20220817195742-U86186617248GQR-624x350@abc.jpg)
Chillida Leku abrió sus puertas en 2000. Tuvo que cerrar el 31 de diciembre de 2010, ahogada la familia por la situación financiera. Las negociaciones con el Gobierno vasco y la Diputación de Guipúzcoa no llegaban a buen puerto. En 2016 a punto estuvo de cerrarse un acuerdo y convertirse en un museo público, pero de nuevo encallaron. Tras ocho años cerrado (no del todo, había visitas con cita previa y recibían donaciones), en 2017 se firmó un acuerdo con la todopoderosa galería suiza Hauser & Wirth. Desde entonces representa en exclusiva a la Sucesión Chillida, que gestiona su legado, y ha permitido la apertura del museo desde abril de 2019.
¿Cómo vivisteis aquella pugna con las instituciones vascas? ¿Queda rencor? «Hubo momentos complicados en los que tratábamos de buscar una solución para este espacio maravilloso que crearon nuestros padres. Creo que todos en casa estábamos convencidos de que de alguna manera esto se iba a solucionar. No sabíamos exactamente cómo». ¿A qué atribuye el portazo de la Diputación? «Es algo que sucedió y, aunque al principio no lo entiendes, cuando ves las cosas con el prisma del tiempo te das cuenta de que ayudó a que llegara Hauser & Wirth a hablar con nosotros para ayudarnos a representar su obra a nivel mundial, dar publicidad al museo... Estamos francamente muy alineados en hacer las cosas con la galería suiza. Es un trabajo que continúa y continuará».
Cuenta Luis que su padre se enamoró de ese lugar, el caserío Zabalaga, en Hernani, y se dispuso a restaurarlo: «Lo trabajaba igual que hacía con sus obras, sin saber lo que quería hacer. Se fue gestando durante 18 años. Hasta el final no se pensó en que fuera un museo. Pero nunca fue la casa familiar de veraneo, era el hogar de sus esculturas. Conseguir que esto perdure es una responsabilidad de la familia. Gracias a Dios, las cosas con Hauser & Wirth están yendo muy bien y que sigan así por mucho tiempo. Son unos verdaderos profesionales». ¿Nunca pensaron los ocho hermanos tirar la toalla? «Todos en casa sabemos lo que quisieron mis padres este lugar. Al final, ese periodo de parón nos vino muy bien. Fueron muchos años desde la muerte de aita, primero gestionando el museo, luego cerrado pero negociando... Teníamos una gran presión. Y llegó Hauser & Wirth, que nos ha dado tranquilidad y sosiego».
![Histórico abrazo de reconciliación entre Jorge Oteiza y Eduardo Chillida en Zabalaga en 1997](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/17/oteiza-U84331110323IbR-624x350@abc.jpg)
Luego hubo otro parón: el cierre forzoso por la pandemia. ¿S1997alen los números? ¿Es rentable Chillida Leku? «Un museo no es algo rentable. Lo que necesita para seguir funcionando es un presupuesto». Cuando hubo problemas económicos hubo que vender obra. Luis Chillida decía que se seguiría vendiendo pero de forma ordenada y con sentido común. ¿Se sigue haciendo? «Pues claro, es necesario. Mi madre siempre decía que la obra de un artista tiene que moverse. No puede quedarse parada. Ya cerca del final, pero aún con la cabeza bien, mi padre comentó que no quería que este lugar se convirtiese en un mausoleo. Por supuesto, aquí tiene que haber una selección de obras importantes que representen su trabajo. Pero cuando se propone la venta de una obra para un lugar importante, se plantea si se puede llevar a cabo».
«Sigue manteniendo sus precios y aumentando su valor. No es una obra muy fluctuante, es un valor sólido»
¿Cómo se halla la valoración de la obra de su padre en el mercado? «Sigue manteniendo sus precios y aumentando su valor. No es una obra muy fluctuante, es un valor sólido«. ¿Cree que Chillida está más valorado y mejor representado en los museos extranjeros que en España? »En España hay colecciones importantes que tienen sus obras, pero también en otros lugares del mundo: Alemania, Estados Unidos, Corea... Mi padre no hizo múltiples de sus obras. Son las que hay. En los años 50 hizo una prueba de seis esculturas con cuatro copias en bronce cada una. Cuando las vio, decidió que jamás volvería hacerlo. Para él, las obras tenían el valor de su esfuerzo. ¿Cómo me voy a copiar a mí mismo?, decía. Es un límite que no vamos a pasar nunca. No haremos copias de esculturas de mi padre para venderlas«.
Se ha medido en exposiciones con Tàpies y Miró, dos de sus grandes amigos. Y con Oteiza. Fue en Zabalaga donde se inmortalizó, el 15 de diciembre de 1997, el abrazo con el que se reencontraron tras décadas de enfrentamiento. Eduardo Chillida no pudo realizar su utopía en la montaña de Tindaya en Fuerteventura, pero fue capaz de peinar el viento en la bahía de su ciudad natal que tanto amó.
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