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ABC Cultural

Camille Claudel, pasión y locura a la sombra de Rodin

NATIVIDAD PULIDOMADRID. Pertenece a esa estirpe de artistas malditos, cuyas vidas desgraciadas y arrebatos de locura, unidos a la genialidad de su obra y su carácter apasionado, acrecentan su leyenda

Pertenece a esa estirpe de artistas malditos, cuyas vidas desgraciadas y arrebatos de locura, unidos a la genialidad de su obra y su carácter apasionado, acrecentan su leyenda. Como Baudelaire o Verlaine, como Van Gogh o Pollock, Camille Claudel creó y amó con igual intensidad, pero también sufrió hasta el extremo. La Fundación Mapfre rescata, por vez primera en España, la figura de esta escultora francesa, cuya figura siempre ha quedado ensombrecida por Auguste Rodin. De hecho, para muchos sigue siendo hoy sólo «la amante de Rodin». Es cierto que resulta imposible hablar de Camille Claudel sin citar a Rodin, pero ocurre igual a la inversa. A través de un centenar de piezas -la casi totalidad de su producción, incluyendo todas sus obras maestras, además de fotos originales y documentos, entre ellos sus apasionadas cartas de amor con Rodin- podremos ir conociendo mejor a la genial e imaginativa escultora, a la alumna y amante despechada, a la mujer que plantó cara a una sociedad cerrada y misógina, a la paranoica que padecía una crisis depresiva, manía persecutoria y delirios de grandeza... A Camille Claudel. Desde el próximo martes y hasta el 13 de enero todas esas Camille irán apareciendo en esta excepcional exposición, en la que han colaborado el Museo Rodin de París (adonde la muestra viajará en abril), y varias ramas de la familia Claudel, especialmente una sobrina nieta de la artista, Marie Reine Paris.

Su hermano Paul (diplomático, poeta y dramaturgo) describía así a Camille: «Frente soberbia que vuela sobre unos ojos magníficos, de ese azul oscuro tan difícil de encontrar en otro sitio que no sean las novelas. Una boca grande aún más altanera que sensual. Pujante mata de pelo castaño que le caía hasta el talle. Un aire impresionante de valentía, de franqueza, de superioridad, de júbilo. Poseía una belleza extraordinaria, una energía, una imaginación y una voluntad excepcionales...» Una mujer fuera de lo común, que se enfrentó a su familia y a toda una época para dedicarse a su gran vocación, la escultura, y vivir junto al gran amor de su vida, Rodin.

Celos amorosos y artísticos

Isabelle Adjani dio vida a Camille Claudel en un filme de Bruno Nuytten, junto a Gérard Depardieu. Y Circe publicó hace años una biografía de Claudel firmada por Anne Delbée. Pero sigue siendo una gran desconocida para nosotros. Nació en 1864. Su padre fue recaudador del Registro de la Propiedad. Ya desde muy pequeña, Camille sintió vocación por la escultura; su hermano Paul por la literatura y su hermana Louise por la música. En París ingresó en la Academia Colarussi. En esos años, las mujeres no tenían acceso a la Escuela de Bellas Artes. Tuvo, entre sus maestros, a Paul Dubois y Alfred Boucher y en 1883 entra como aprendiz en el taller de Auguste Rodin. Muy pronto la relación entre discípula y maestro se intensifica, hasta el punto de que en 1888 Rodin alquila un taller, La Folie Payen, para trabajar exclusivamente con Camille. Hizo estudios de pies y manos para algunas de las obras maestras de Rodin, «Los burgueses de Calais» y «Las Puertas del Infierno». Se identificó tanto el estilo de ambos artistas que resulta difícil en ocasiones saber de quién es cada obra, a no ser por la firma. Sus producciones se entrelazan. Así, «El eterno ídolo» de Rodin se acerca a la «Sakountala» de Claudel (su primera obra ambiciosa, mención de honor en el Salón de 1888); «el Beso» del maestro, a «El abandono» de la alumna (variante en bronce de «Sakountala»; más tarde haría una nueva versión en mármol, «Vertumne et Pomone»); la «Galatée» del escultor, a «Jeunne fille à la gerbe», modelo realizado por la artista, pero firmado por Rodin. «Le he enseñado dónde encontrar oro, pero el oro que encuentre le pertenece a ella». Son palabras del escultor sobre su discípula.

Los celos amorosos y artísticos fueron minando la relación. Y es que hubo una peligrosa rivalidad entre ambos. Dicen que Rodin temía que Camille le hiciera sombra y que por eso nunca la ayudó a salir adelante. Se le achaca, incluso, la locura de la joven. Ello contrasta con una especie de contrato que firmó el propio Rodin en 1886: «En adelante no tendré más alumna que la señorita Camille Claudel. La protegeré a ella sola por todos los medios que estén a mi alcance». En dicho documento afirma que, tras el viaje de ambos a Italia, Camille se convertiría en su esposa. Nada más lejos de la realidad, pues él siempre estuvo unido a la costurera Rose Beuret, con quien tuvo un hijo. Ni siquiera le hizo cambiar de opinión el embarazo de Camille, quien se vio obligada a abortar. Aunque hubo un primer intento de separación en 1893, fue 1898 el año de la ruptura definitiva entre ambos, materializada por Claudel en «La edad madura». Rodin se opuso al encargo del bronce de esta obra por el Estado.

Para muchos fue precisamente, tras su ruptura con Rodin, cuando nace la Claudel más creativa, cuando ella hace sus mejores trabajos, presentes todos ellos en la exposición: «La Valse», «Clotho» -en ambas obras Claudel rompe ya con el estilo y la temática de Rodin; se libera al fin de él-, «Les canseuses», «La Vague», «La petite Châtelaine» (ejemplo de su virtuosismo en la talla del mármol)... Entra en su vida el compositor Claude Debussy, una relación también destinada al fracaso.

Se apaga su intensa luz

La intensa luz de aquella mujer guapa, vital y divertida se fue apagando. Camille vivía sola, apartada de su familia, encerrada en su estudio con sus gatos, rodeada de suciedad, destruyendo casi todo lo que creaba... Se sentía utilizada, engañada, decepcionada. En 1905 tuvo lugar su última gran exposición en vida. Pero aquel ciclón creativo, tras la ruptura con Rodin, dio paso a una grave crisis de inspiración: se dedica a realizar figuras de pequeño formato destinadas a decorar interiores, también presentes en la muestra. Es el caso de «Mujer junto a una chimenea». No faltan en la exposición retratos de Camille realizados por Rodin (abren la muestra) ni bustos del maestro modelados por su pupila.

Su familia se ve obligada en 1913 a encerrarla en un psiquiátrico, donde permaneció los últimos treinta años de su vida. Primero estuvo recluida en Ville-Évrard, al este de París. Después fue trasladada a Montdevergues, junto a Aviñón. «Tras una vida extremadamente dolorosa -escribe su hermano Paul-, ha desembocado en un fracaso completo. Todos esos maravillosos dones que le había repartido la naturaleza no han servido más que para causar desgracia».

Camille Claudel, la mujer que revolucionó la escultura de su tiempo, muere en 1943. En una de sus cartas desde el psiquiátrico escribe desesperada: «Reclamo la libertad gritando a pleno pulmón... Merecía algo más que esto».

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