Ida Applebroog, del teatro de Beckett al activismo feminista
El Museo Reina Sofía inaugura la primera gran retrospectiva en todo el mundo de la comprometida artista estadounidense

El nombre de Ida Applebroog (Nueva York, 1929) no aparece en la mayoría de manuales de arte contemporáneo y, sin embargo, fue una de las artistas más destacadas de la famosa 'Bienal' del Museo Whitney del año 1993 , en la que ... participaron, entre otros, Matthew Barney, Barbara Hammer, Bill Viola, Cindy Sherman, Julie Taymor o Nancy Spero. De ahí la importancia de la retrospectiva, la mayor y más exhaustiva que se ha hecho hasta la fecha en todo el mundo, que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía le dedica y que podrá visitarse, en el Edificio Sabatini de la pinacoteca, entre el 2 de junio y el 27 de septiembre .
Comisariada por Soledad Liaño y distribuida a lo largo de un arco temporal, cronológico, que abarca más de cinco décadas, la muestra pone de relieve los intereses y las preocupaciones que han marcado, de forma constante, la vida, y por tanto la obra, de Applebroog : el poder, la violencia, las políticas de género y la sexualidad femenina.
El director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel , que acompañó a la prensa en un recorrido por la exposición previo a la inauguración de la misma, definió a la estadounidense como una «artista voluntariamente militante», cuyo «trabajo ha sido a contracorriente: estaba al margen, su obra está, políticamente y convencidamente, trabajada desde fuera».
A juicio de Borja-Villel , los elementos caracteríticos de la obra de Applebroog , que a sus 91 años sigue en activo y ha estado muy pendiente de la instalación de la muestra en el museo español («Es la primera exposición que no monto y me gusta», dijo cuando se la enseñaron a través de Zoom), son cómo lo personal se transforma en político , la separación entre lo público y lo privado, y la necesidad de un cambio de sistema, de la forma de gobernanza. «Es una artista de su época, que reflexiona sobre los problemas de su época y cuya obra es absolutamente personal, muy distinta de lo que se ha visto hasta ahora», remató el director del museo.

Todo empezó, para ella, en 1968, cuando se mudó, debido al trabajo de su marido, a San Diego (California, Estados Unidos). Ida, que había nacido en El Bronx en el año en el que la bolsa, y todo lo demás, hizo crack, no logró adaptarse a esa nueva vida y terminó padeciendo una fuerte depresión por la que fue ingresada, tras una crisis nerviosa , en un hospital local. Fueron seis semanas las que allí estuvo, entre noviembre y diciembre de 1969, durante las cuales canalizó, animada por los médicos que la trataban, su doliente estado de ánimo dibujando.
Aquellos dibujos, que empezaron siendo una parte más de la terapia, acabaron convertidos en obras extraordinarias, a tinta china, pastel, grafito y acuarela, de formas biomorfas llamadas a constituir el germen de su vocabulario artístico . Una búsqueda personal, embrionaria, destinada a hallar, en el interior de su cuerpo, respuestas, alguna explicación a semejante crisis personal, concretada mediante la inclusión, en los dibujos, de frases y palabras que, como un mantra, se irán repitiendo, a través de una escritura automática , brillante y existencialista, a lo largo de toda su trayectoria artística.

Superada la depresión, ya reconociéndose como artista, Applebroog , cuyo apellido, el que su padre le dio, era Applebaum, pero decidió cambiarlo, como parte de esa nueva identidad, por uno inventado, buscó refugió, en los meses siguientes, en su propio cuarto de baño. Allí se encerraba, a diario, y, durante dos o tres horas, dibujaba, desde diversos ángulos, sus genitales, reflejados en un espejo que jamás la traicionó. El resultado de tan singular costumbre fueron alrededor de ciento cincuenta dibujos en los que empieza a verse, ya, su decidido compromiso feminista , materializado en el colectivo Heresies , del que formó parte junto con Miriam Shapiro y Lucy Lippard . El conjunto de esos dibujos vaginales estuvo en el desván de la casa de Applebroog cuatro décadas, hasta que la artista lo redescubrió y creó la instalación 'Monalisa' (2006-2009), que puede verse en el Reina Sofía.

Entrada en los años setenta, con todas sus consecuencias, sociales y personales, Applebroog se resiste a formar parte de esa sociedad que ella percibe como desestructurada, enferma y disfuncional, y así la retrata en su obra. Es la época de sus instalaciones más teatralizadas, que el visitante recorre como si formaran parte de un decorado, y de sus dibujos y lienzos repletos de un lenguaje clínico que busca destacar la vulnerabilidad de pacientes estigmatizados, como los seropostivios.
«No juzga, no sentencia. Te recuerda que tú eres un títere y de ti depende lo que tú quieras hacer», destacó la comisaria de la exposición, Soledad Liaño, para la que el aspecto más relevante de la obra de Applebroog es «la importancia de lo performático, de lo escénico», de ahí los guiños constantes a Beckett . Esa teatralización le permite hacer al espectador partícipe de su propia realidad, mediante obras con ventanas a las que asomarse para ver el interior: los casos de SIDA , entonces ocultos, que empezaban a proliferar en el Nueva York de la época, y los numerosos suicidios derivados de ellos.
Sociedad disfuncional
En la ya mencionada 'Bienal' del Whitney de 1993 , la artista presentó una instalación creada a partir de 'Marginalias', título de una serie, presente también en la muestra del Reina Sofía , que ella entendía como 'notas a pie de página'. Se trata de una imaginería rebosante de referencias a lo siniestro, pero familiar, con escenas que, en realidad, buscan atacar, denunciándolo, a ese 'american way of life' responsable de la sociedad distópica y disfuncional que nos vemos obligados a habitar. «Reivindica la diferencia como discurso válido. Necesita al público activo, que interprete y saque sus propias conclusiones», de ahí que se pueda pasear entre las obras, como aclara la comisaria de la muestra.

Tras atravesar una penúltima sala, en la que está representada, en toda su crudeza, la sala de espera de un hospital, con sus sillas de color ocre y dibujos de pacientes trasladados a uno y otro lugar, cuya vigencia resulta estremecedora, el cierre de la exposición lo protagoniza 'Angry Birds of America' . Iniciado en 2016 y constituido por pájaros dibujados, pintados y modelados, de muy distintas especies, el proyecto responde al interés de la artista por la ornitología , sí, con homenajes incluidos a los naturalistas del siglo XVIII Mark Catesby y Alexander Wilson, pero también a su cuestionamiento permanente de la investigación científica (nada ha dicho, hasta ahora, del Covid-19 ) y al ambiente político vivido durante la presidencia de Donald Trump . Una necesaria reflexión sobre la violencia, en la que los pájaros muertos y enfadados de Applebroog dibujan un horizonte de lo más desesperanzador.
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