Las grandes performances, entre el arte ridículo, la sorpresa y el llanto verdadero

Las grandes performances, entre el arte ridículo, la sorpresa y el llanto verdadero

Después de que la artista Deborah de Robertis mostrase su sexo junto a un cuadro de Courbet, repasamos algunas de las más impresionantes performances

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Después de que la artista Deborah de Robertis mostrase su sexo junto a un cuadro de Courbet, repasamos algunas de las más impresionantes performances

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  1. «Cut piece» de Yoko Ono

    Esta es una de las míticas piezas del llamado «performing art», en la que Yoko Ono se muestra en una sala del museo vestida de negro junto a unas tijeras que el público debe usar para hacer jirones de su traje. Siempre hay unas gotas de incertidumbre asociadas a la performance. porque ¿quién nos puede asegurar que no vendrá un loco a usar esas tijeras de manera incontrolada? Desde ese punto de vista, la performance siempre abre un pasadizo con nuestros límites, que nos permite interrogarnos. Claro que, ¿lo logra siempre? ¿Cuántas veces resulta ininteligible?

  2. AAAA-AAAA (1978)

    En esta obra de Ulay & Marina Abramovic, realizada en 1978, vemos el perfil de los dos artistas uno frente a otro, mientras producen un sonido largo con las bocas abiertas. AAAAAAAA. En el curso de la performance de 15 minutos los dos artistas, por entonces apasionados amantes que querían cambiar el mundo con su arte, se van acercando uno al otro y juegan con la emisión y la respiración para crear ritmos diferentes con el mismo sonido. ¡Ah!

  3. El llanto verdadero de Abramovic

    Un día se hace cierta nuestra certidumbre: «El tiempo pasará». ¿Y entonces qué? Tal vez esa fue la puerta a las emociones en el intenso y público reencuentro de Abramovic con su colaborador y amante de los años 70 y 80, mucho tiempo después, en 2010, durante una performance en el MoMA, titulada «La artista está presente». Frank Uwe Laysiepen, el Ulay con el que había compartido todo, se presentó de improviso en esa performance de la artista serbia, en la que el público podía compartir con ella un minuto en silencio, mirándose mutuamente.

    Un avejentado Ulay llegó y se sentó frente a ella mientras la artista se preparaba con los ojos cerrados. Al abrirlos y reconocerle, no pudo contener un mar de emociones y rompió a llorar. Tal vez recordaba todo, el amor, la juventud, los sueños compartidos e incluso la ruptura de estos dos performers que tuvo lugar en 1988 como solo ellos podían prepararla: Caminaron por los dos extremos de la Gran Muralla China y se encontraron en el centro. Desde el Gobi y el Mar Amarillo, cada uno caminó 2.500 kilómetros, se encontraron en un punto y entonces dijeron simplemente: «Adiós»

  4. La mires por donde la mires, es Joan Jonas

    La mires por donde la mires, Joan Jonas es una gran artista. Esta pionera del vídeo presentó este trabajo titulado «Leftside rightside» (1974) en una performance filmada que pone de manifiesto el juego de espejos que juega con la expresión. La artista neoyorquina que comenzó como escultora, registró la influencia del teatro Noh japonés y construyó una de las más influyentes y pioneras obras de la videoperformance. Está presente en los grandes museos y ha participado, entre otras citas, en la Documenta 11.

  5. El cérvix público de Annie Sprinkle

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    La performer, y antes estrella del porno y prostituta Annie Sprinkle, sorprendió a propios y extraños con esta performance en Nueva York, consistente en dejar al público mirar su cérvix por un espéculum «para comprobar que ni el cérvix ni la vagina tienen dientes», según decía la artista. La profundidad del arte tiene que ser otra cosa

  6. Besos a la bella durmiente en el museo

    Ir a un museo y encontrarte a la bella durmiente disponible para ser contemplada o incluso besada (que se despierte es otra cosa) resultó una de las más llamativas performances de los últimos años. Una performance de cuento, obra de la ucraniana y canadiense Taras Polataiko. Tal vez, Ucrania no está estos días para cuentos de hadas, pero esta acción llevó una vez más la tensión entre el público y el artista cerca del límite.

  7. Ismael Ogando, sin título (y sin ropa)

    El artista dominicano traza un espacio ancestral con una tiza y se desnuda en su interior (y en su exterior) antes de liarse a martillazos con un trozo de piedra, en una rima evidente con el pasado del homo sapiens. El gran performer caribeño es también manager del grupo Las Acevedo y siempre ha sido un activista contra la homofobia y la violencia de género.

  8. Esther Ferrer, íntimo y personal, la medida de un hombre

    La artista donostiarra presentó este «íntimo y personal» en el que como la pintora y el modelo, establece un juego de medición del cuerpo, tanto el ajeno como el propio, en todos sus detalles. La pieza viene representándose desde 1975.

  9. Seiji Shimoda, sobre la mesa

    El artista japonés viene y se desnuda sobre una mesa durante tres cuartos de hora. Realiza contorsiones varias y ya está.

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