El pasatiempo narrativo del día: Antonio López de Santa Anna
El puzle de Edu Galán
Una con líneas el dato biográfico del protagonista, la efeméride y el año correcto donde se produjeron ambas. Las soluciones al puzle se ocultan en el texto: encuéntrelas y disfrute de su sapiencia por partida doble
![Antonio López de Santa Anna, retratado por Carlos Paris](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/15/santaanna-RgntKCGV3rgEOP0HkCcy3vL-1240x768@abc.jpg)
Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón. Asuman con este nombre que Antonio López de Santa Anna nació aristócrata en la mexicana Xalapa (1794). En París le hacían sitio al bebé: las cabezas de Chaumette y Robespierre, ... enemigos íntimos, rodaron por el cadalso tragadas por su propio Terror. Los «¡bum!» de fusil empalmaron al joven Santa Anna. Entendió que lo suyo iba a ser mentir: a los dieciséis hubiese disparado por España y contra España. Le hubiese servido como buen manual profético ese otro ególatra fluido, Napoleón: al Gran Pequeño le daban su vida por vivida en Santa Elena cuando Santa Anna arrancaba a soldadear.
La primera mitad del XIX mexicano le perteneció. Al año de la independencia de México (1822), conspiró contra otro gran caradura: Agustín Iturbide, emperador de chichinabo que quiso ser más rey que los reyes españoles: intentó coronarse Agustín I. Le duró la bravuconada menos que la de la Iglesia Católica contra Galileo: aguantó 190 años hasta aceptar que los 'Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo', donde Galileo arrasaba a Ptolomeo, podrían ser obra de Dios. De 1833 a 1855 Santa Anna ejecutó una estrategia preperonista: primero, colocó presidentes desde el ejército y, después, entró sucesivamente a la cabeza del gobierno defendiendo una cosa y su contraria. Si Santa Anna amasaba su incógnita, Kaspar Hauser (¿1812?-1833) era todo incógnita. ¿De quién naciste, Kaspar? ¿De Napoleón? ¿Te mataron? ¿Nos lo contarías en ABC?
Por unos pasteles. Leyenda: la deuda de unos soldados mexicanos con un repostero de origen francés dio comienzo a la Guerra de los Pasteles. La realidad: las cortapisas de México a las rutas comerciales francesas. La consecuencia: la batalla de San Juan de Ulúa, fuerte del puerto de Veracruz. Santa Anna, glorioso general, defendió el muelle y perdió la pierna. La ordenó enterrar en una hacienda cercana y, al poco, pidió que la exhumasen. La trasladaron por carretera, entre vítores, al cementerio de Santa Paula de México DF. El poeta santanista Ignacio Sierra honró a la pata: «Fijo los ojos en esa urna cineraria donde reposan los restos mutilados de un caudillo ilustre de la Independencia y de La Libertad». «Pierna» se escribe en lenguaje Morse «.--. .. . .-. -. .-». El inventor del telégrafo podría haber utilizado esta palabra en la primera comunicación privada del prodigio (1833). 1836 iba espídico para nuestro militar. El éxito de Santa Anna en El Álamo, defendiendo Texas como territorio mexicano, se oscureció con la derrota de San Jacinto. Las tropas insurgentes les pillaron durmiendo, los mataron a saco, le capturaron y jugaron al béisbol con su pata de madera, cabrones. Este hundimiento culminó con la anexión de Texas a USA en 1845.
Santa Anna fingió que lloraba por la muerte de su esposa, Inés. La casaron con catorce años y nunca le quiso. Gorrino hipócrita: él, todavía menos. Utilizó su muerte en 1844 como excusa para esconderse de las cesiones y ventas a Estados Unidos. En pleno luto se casó con Dolores Tosta, una esclava suya al fin. El escándalo le obligó a exiliarse a La Habana. En ese año donde Inés dejó de llamarse, el imperio otomano se comprometió a no ejecutar a aquellos que se decidían a un exilio religioso del islam. Es decir, que apostataban.
México no podía aguantar el trauma de las derrotas, la pobreza y el caos. El Partido Conservador, ganador de las elecciones, favoreció su regreso. Le dejaron autoproclamarse dictador y Alteza Serenísima. El periodo duró menos de 24 meses, de 1853 a 1855: le finiquitaron los impuestos desbocados y la compra estadounidense de los terrenos de La Mesilla. Cantaban en las calles: «Cayó Santa Anna,/ cayó el desventurado/ porque estaba mal parado/ solamente sobre un pie». Los liberales exigieron un gobierno democrático. Justo en 1853, Argentina sancionaba su Constitución. Tras ejercitar su desdicha, Santa Anna desplegó exilios diversos hasta su muerte en 1876, ya en México DF. Ese año la Institución Libre de Enseñanza comenzó a instruir, con moral muy distinta a la de Santa Anna, futuros que no se cumplieron.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete