Ladrón de Fuego
María Dolores Pradera, musa del bolero
Con ella se nos extinguió una estirpe de la elegancia de la artista. En 2024 celebramos su centenario
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Hay dos ponchos de oro en las grandes mujeres de escenario, uno, el de Chavela Vargas, y otro, el de María Dolores Pradera, que viene a ser una Chabela al revés, una Chavela de otra botillería. Con María Dolores Pradera se nos extinguió una estirpe ... de la elegancia de la artista, que también es la artista de la elegancia. Celebramos en este año su centenario. Con ella se fue la última foclórica al revés, porque era una folclórica al revés, y eso se ve estruendosamente si la ponemos al lado de Lola Flores, que fue para Pradera una amistad larga, sincera y sostenida.
Pradera tenía algo de latinoamericana de biblioteca, de eslava del mar, y cantaba los boleros como una novia de la brisa, que es lo mejor que puede pasarle a quien entona un bolero, zona mujeres maravillosas. Era una rubia que cantaba desamores de puerto. Lo suyo fue el bolero, pero también la copla, el fado y hasta la ranchera. Durante treinta años llevó de compañía a Julián y Santiago López Hernández, 'Los Gemelos'. 'La flor de la canela', 'Fina estampa', o 'Limeña' se reinventan inolvidables si las canta Pradera.
Tuvo una mitad de actriz, y se resolvió en el cine, y en el teatro, sobre todo en una primera etapa larga. Vivió en Méjico, donde levantó obras de Jardiel Poncela, Edmond Rostand o Federico García Lorca. Logró el premio Nacional de Teatro, la Medalla de Bellas Artes, y también el Grammy latino. Con Carlos Cano cumplió la gira 'Amarraditos'. A Lorca lo cantaba con voz de miel salvaje, pero también a Chabuca Granda, José Alfredo Jiménez o Violeta Parra. Se gustaba con el pelo recogido, que es un recurso de las elegantes. Mujeres de distinción, pero lo que se dice distinción, ya van quedando pocas, o poquísimas.
Pradera tuvo un marido primero, y último, el incalculable Fernando Fernán Gómez. Sedujo a Joaquín Sabina y a Manolo García, y a Raphael. Vivió en la calle Orense, en Madrid, donde nació, y algunas noches se acercaba a cenar a un Vips próximo, escoltada de la sombra dulce de su hija Elena. Apreciaba las joyas, y los versos. Fue longeva, pero es mejor decir que fue eterna. Será. La musa de esos boleros de daño nocturno que cantaba con el alma abierta de brazos.
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