El amor imposible de Delon
Romy Schneider y Alain Delon fueron una pareja bellísima y atormentada. De modo que no pudo ser
Whitney, con la pureza del demonio

Cuando murió Romy Schneider, en París, en mayo del 82, Alain Delon cumplió una hora larga de silencio, a pie de féretro, y le hizo tres retratos de polaroid a aquella difunta maravillosa. Romy tenía cuarenta y tres años y Delon se plantó con ... prisas de viaje en su sepelio, porque hay novios destinados a ser viudos. Romy y Alain fueron una pareja bellísima y atormentada. De modo que no pudo ser. Pero ahí quedan, como pareja primerísima del cine, y la fama. Hicieron juntos la película 'La piscina', que no ha pasado a posteridad del cine, pero nuestros bañistas son perfectamente inmortales, él despeinado de virilidad, ella mágica de encantos. La película iba de pareja abrasiva, y en España la censura la destrozó. Romy en bikini era mucha Romy. Es Sissi, pero al revés.
Romy no se casó con Delon, pero se casó con otros. En general, resultó una chica estival, deseable y desdichada, que en sus ratos penúltimos, y aún antes, ya prefería el menú de fármacos, aunque los fármacos «no son capaces de descifrarme», según su propio diagnóstico. Pero ni los fármacos, ni los amores, ni la familia, ni el cine, ni ella misma. Descayó entre el disgusto y el susto, porque incluso se le murió un hijo joven y próspero. No alcanzaba a descifrarse, que es como decir que de Sissi sólo tenía el vestuario. El vestuario y esos bucles de arcángel en crisis. Evitó los papeles de emperatriz repetida de la Viena imperial, tan cándidos, pero no escapó del papel de un destino trágico, de una nostalgia homicida, que es el papel que prepara la vida a algunas estrellas.
Romy fumaba mucho, para respirar, y usaba el alcohol salvaje a ver si se le aclaraba la cabeza. Se negó a cualquier reedición de Sissí, y se fue a vivir cerca del Sena con los ojos pintados de color luto. Los alemanes la entendieron más bien poco, y los franceses la hicieron suya titulándola «la mejor actriz del siglo XX». En París, la declararon con mejor lámina que Marilyn Monroe o Catherine Deneuve. Que se lo pregunten a Alain Delon, el amante imposible, que le hizo los tres últimos retratos de monada única que un día fue sueño.
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