Amor Towles: «Los humanos somos una especie provinciana»
El novelista explora el paso de la juventud a la madurez en 'La autopista Lincoln', su nuevo libro
![Amor Towles](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/26/Amor-Towles-RTylH8FUI0wutgDnKMSdtGP-1240x768@abc.jpg)
Amor Towles (Boston, 1964) hizo fortuna en el mundo de las inversiones y lo dejó todo para entregarse a la literatura: le fue aún mejor. Su primera novela, 'Normas de cortesía', se convirtió en un best seller inmediato. Desde entonces (2011) sus ... días transcurren entre libros y libretas. Dice que tarda años en bosquejar sus tramas, y su conversación delata esa falta de prisa, ese reposo. Gasta unos modales delicadísimos, casi añejos, y se esfuerza porque se noten al otro lado de la pantalla. Ahora publica en España 'La autopista Lincoln' (Salamandra), una historia que transcurre en solo diez días: tiempo suficiente para que unos críos se conviertan en hombres.
—El libro empieza con un joven vuelve a casa después de haber pasado un tiempo en un correccional por haber matado a un hombre sin pretenderlo. En esa imagen se concreta uno de los grandes temas del libro, que es la culpa.
—Es una parte importante, sí. Me interesa cómo nuestras acciones y las consecuencias que tienen nuestras acciones nos marcan. Y cómo nos marca la herencia que recibimos: los personajes heredan las acciones y decisiones morales que tomaron sus padres; las aceptan, las rechazan, y eso influye en la clase de personas que son.
—Es curioso, porque muchas de las cosas que nos forjan como personas no dependen de nosotros...
—Es que si miras hacia atrás descubres que las mayores influencias de tu vida no son cosas que planificas, sino que ocurren por azar. Buscas algo y encuentras todo lo contrario. Así funciona la vida.
—A través de Emmett y Duchess, dos de los protagonistas, la novela dibuja el contraste campo-ciudad. ¿Hasta qué punto pesa esa brecha en Estados Unidos?
—Emmet personifica la educación del Medio Oeste, donde hay una cultura muy práctica, poco dada a las florituras, muy del sentido común, que viene de personas que hace ciento cincuenta años tomaron unos territorios que eran vírgenes y los convirtieron en granjas, y que vivieron unas vidas muy difíciles... Allí hay una sensación de vecindad muy fuerte: en el año 1850, en el Medio Oeste, tu vida dependía de la relación que tenías con tu vecino, porque estabas aislado, lejos de la ciudad, lejos del médico. Necesitabas la ayuda de tus vecinos para sobrevivir. Sin embargo, en Nueva York, a principios del siglo XX, era todo lo contrario. En Nueva York tu vida podía depender de que sospecharas de tu vecino. Porque había muchos timadores, ladrones, etcétera. Así que según el lugar de nacimiento creces con una actitud hacia los extraños muy distinta.
—Shakespeare está muy presente en esta obra, y tiene gracia porque siempre lo saca a colación Duchess, que es un chaval sin formación académica.
—Es que su padre siempre le recitaba soliloquios de Shakespeare. Así que es un joven que no ha ido a la escuela, que no ha leído nada de Shakespeare, pero que ha escuchado muchísimas frases suyas. Y esos discursos grandilocuentes, esas grandes metáforas, han elevado su sentido del lenguaje. ¿Y qué pasa? Que si sacas de contexto esos soliloquios nunca sabes lo que está bien y lo que está mal. Macbeth es malvado y Hamlet es un héroe, pero si solo escuchas un monólogo suelto, sin conocer la historia, no podrías decir quién es quién.
—¿Es peligroso Shakespeare?
—Sí, sí, sí. Un discurso precioso sacado de contexto se puede utilizar para persuadir a las personas de hacer cosas muy distintas...
—Otra de sus referencias clave es 'La Odisea'. De hecho, uno de los personajes se llama Ulises. ¿Todo viaje nos remite a Homero?
—En la tradición occidental la historia más importante que se cuenta es la del viaje. Esto empieza con Homero y 'La Odisea': Ulises triunfa en la guerra de Troya, y el gran relato es la vuelta a casa, esos diez años de tropiezos. En el Imperio Romano tenemos 'La Eneida', de Virgilio: Eneas pierde la guerra de Troya e intenta encontrar una nueva civilización, que es Roma. En inglés, una de las primeras grandes obras de la literatura es 'Los cuentos de Canterbury', de Chaucer, que son un montón de historias que relatan unos peregrinos para entretenerse. En español, la novela más importante es 'El Quijote', que es otro viaje. Y en la tradición americana nuestro gran libro antiguo es 'Moby Dick', de Melville, que es, claro, una historia de viaje: Ismael entra en el ballenero al principio de la narración y no sale hasta la última página. Y luego tenemos 'En la carretera', de Jack Kerouack, 'Las uvas de la ira', de Steinbeck…
—¿Por qué tanto viaje?
—Si analizas la narrativa occidental ves que lo que tenemos es a una persona o grupo que sale al mundo y se enfrenta a obstáculos, que toma decisiones y actúa. Y sus actos tienen consecuencias e implicaciones morales, y al final el protagonista puede cambiar, evolucionar. En eso se basa la ficción occidental. De eso van todas las novelas. Y el viaje es la representación física de ese viaje interior.
—Esta novela transcurre durante un viaje, pero también niega el imperio de la cultura viajera. Le cito: «A la mayoría de la gente no le importa dónde vive. Cuando se levanta por la mañana, no pretende cambiar el mundo. Quiere tomarse una taza de café y una tostada, trabajar ocho horas y acabar el día con una botella de cerveza delante del televisor. Haría más o menos lo mismo si viviera en Atlanta, Georgia, o en Nome, Alaska. Y si a la mayoría de la gente no le importa dónde vive, menos le importa a dónde va».
—Es que… Más de la mitad de los estadounidenses no tiene pasaporte. Son personas que ni viajan ni quieren viajar. Que no se han comprado nunca un billete de avión para salir del país. El viaje de la literatura es el viaje del héroe: lo infrecuente. Nosotros somos una especie provinciana, y hemos sobrevivido como especie porque la mayoría de nosotros somos provincianos. Se nos da bien construir casas, levantar paredes, relacionarnos, cocinar... Y hay un grupo muy pequeñito de individuos que son los aventureros. Si el noventa por ciento de nosotros fuéramos aventureros, la civilización americana no sobreviviría, estaríamos todos diseminados por ahí y nos matarían los piratas y los tigres. Se necesita un grupo muy grande de gente que no se mueva para construir una civilización, y solo unos poquitos que vayan por ahí a buscar cosas nuevas.
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