Amin Maalouf: «Asistimos a la pulverización de la izquierda, que no ha sabido gestionar las cuestiones identitarias»
El pensador francés presenta en España su libro 'El laberinto de los extraviados' (Alianza Editorial), un ensayo sobre Occidente y sus adversarios
![El escritor franco-libanés Amín Maalouf, ayer en Casa Árabe](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/02/Maalouf-RtakDoIGpq53qORnCLAE4PJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Amin Maalouf (Líbano, 1949) no renuncia a la lucidez, tampoco al optimismo ni a los exquisitos modales de su conversación. El sociólogo, economista, escritor, periodista y pensador francés nacido en Beirut es una de las voces más interesantes del humanismo contemporáneo. En los años ... setenta, tras ejercer como corresponsal en Etiopía y Vietnam, se vio obligado a exilarse en Francia debido a la guerra civil del Líbano. De aquel capítulo vital nacieron sus deslumbrantes novelas 'La roca de Tanios' (premio Goncourt) y 'Las escalas del Levante'. La identidad es su tema y su territorio. Por eso es capaz de desmontarlas con precisión y sabiduría.
Aunque a juicio de Amin Maalouf más vale equivocarse en la esperanza que extraviarse en la catástrofe, en sus libros 'El desajuste del mundo' e 'Identidades asesinas' (ambos publicados por Alianza editorial), Maalouf ha abordado la decadencia de las civilizaciones, un fenómeno que se expresa en el auge de la intolerancia política y religiosa, así como en el populismo, el individualismo, los nacionalismos y la xenofobia. En este nuevo libro, que ahora presenta en España y que lleva por título 'El laberinto de los extraviados' (Alianza Editorial), propone una reflexión sobre Occidente y la relación con sus adversarios.
Maalouf analiza el papel de Japón, Rusia y China durante los últimos cien años, a la vez que desentraña el rol de Estados Unidos como el heredero menos aventajado de su posición dominante tras la Segunda Guerra mundial. De acuerdo con el premio Príncipe de Asturias de Las Letras 2010, Estados Unidos ha sido capaz de crear bienestar económico para sí mismo, pero no para el resto de los lugares donde interviene: desde Oriente Próximo hasta América Latina. El balance que hace, por ejemplo, de la política exterior y militar estadounidense en Afganistán es demoledor: el movimiento islamista, que había quedado al principio vencido y desacreditado, fue poco a poco recuperando terreno, lo que condujo al cataclismo de 2021, un episodio que los Estados Unidos tardaron muy poco en recuperarse, pero del que Afganistán no se recuperará jamás.
—Escribe que todos cuantos combaten a Occidente se hallan en una quiebra más grave. ¿El vaso está medio lleno acaso?
—El declive de Occidente es una cuestión recurrente desde hace por lo menos cien años. Suscita todo tipo de temores, pero creo que merece tratar ese tema hoy con mucha más lucidez. Occidente sigue teniendo un lugar importante en el mundo. Los países que más éxito económico han tenido fuera de Occidente, que son los del este asiático, entiéndase Japón, Corea del Sur o China, económicamente se han inspirado en Occidente. Aunque su modelo político sea diferente, muy diferente, las poblaciones de esos países siguen considerando que Occidente es el lugar desde el cual se han difundido los ideales de libertad y emancipación.
—¿Occidente importa más a quienes no forman parte?
—Hay que relativizar la idea de un declive de Occidente. Creo que Occidente sigue teniendo mucha influencia. Porque es el único en la actualidad que propone un modelo. Es un modelo que es imperfecto, claro. De hecho, es un modelo que probablemente requiera ser repensado y modificado, pero hoy por hoy no hay ningún otro modelo propuesto en el mundo aparte de este. El declive de Occidente es muy relativo.
—Analiza cuatro países como cuestionadores del poder de Occidente. En tanto heredero, Estados Unidos es el menos aventajado.
—Si valoramos globalmente la experiencia de Estados Unidos, creo que es, al mismo tiempo, la historia de un gran éxito y un gran fracaso. Ninguna sociedad del mundo ha experimentado tal desarrollo tan rápido, al igual que ningún otro país ha llegado a esa posición dominante sin una contribución relevante en la fabricación de la civilización contemporánea.
—EE.UU. ha tenido intervenciones nefastas, por ejemplo, en Afganistán. Pero es el único interlocutor hoy entre Palestina e Israel.
—Ha sido irresponsable dejar que ese conflicto se complique, se enquiste y se emponzoñe de esa forma desde hace tres cuartos de siglo. Es irresponsable por parte de todos: tanto de los actores en conflicto, pero también por parte de Estados Unidos, que desde hace años es la única potencia que tiene una verdadera influencia en la región. Estados Unidos tendría que haber encontrado una solución en la región o al menos tener la voluntad de encontrarla. Y no creo, honestamente, que exista intención al respecto. Me temo que esta tragedia durará mucho tiempo.
Cheshire
A juicio de Maalouf, las tensiones migratorias y el auge de movimientos cada vez más radicales brindan a Europa la oportunidad ideal para refundarse o desaparecer. A la manera del gato de Lewis Carroll en 'Alicia en el país de las maravillas', la unidad continental aparece y desparece e intenta mantener rumbo firme guiada sólo por la motivación de una zona de libre mercado. Estas reflexiones aterrizan en un momento en el que la invasión de Rusia a Ucrania desenmascara pulsiones autoritarias que afectan a las ex repúblicas soviéticas y dejan a la Unión Europa sin una respuesta firme ante la amenaza imperialista y autoritaria de Vladímir Putin.
—En su análisis de Occidente y sus desplazados se centra en Japón, Rusia, China y EE.UU. ¿Por qué Europa queda fuera?
—El objeto de este libro respondía a la necesidad de hablar de otras regiones. Europa ha dominado el mundo durante prácticamente medio milenio. Y en este libro yo quería hablar de los países que han querido cuestionar la dominación de las potencias europeas. Y de un cuarto país, Estados Unidos, que ha sido el heredero del concepto de potencia. En absoluto quería decir que Europa no tenga lugar. Escribiré algo más concreto y más específico sobre Europa.
—¿Tiene fecha de caducidad el proyecto comunitario?
—Este es un momento crucial para Europa, porque podría llevarla a la verdadera integración y, al mismo tiempo, a su definitiva desintegración. Hasta ahora, Europa todavía no ha elegido la vía por la que debería haber optado desde un principio, es decir: ¿queremos hacer una unión de Estados o simplemente una zona de libre comercio? Como había discrepancias sobre este tema, pues al final no se ha tomado ninguna decisión. Ahora, Europa hoy se puede transformar en algo distinto y realmente unificado, pero también puede que se desintegre completamente.
—En un momento de migración masiva, ¿intenta Europa convertirse en una fortaleza inexpugnable?
—Está claro que la inmigración es un reto en la actualidad para Europa. Y también está claro que hasta ahora no hemos encontrado solución. Esta cuestión se está volviendo un tema central en la vida política de numerosos países europeos. En Francia, por ejemplo, es un factor determinante. Porque genera trastornos importantes en los posibles acuerdos e introduce cambios en la relación de fuerzas políticas. Muchas de ellas se apoyan en la la inmigración para ganar fuerza. Y como para muchas cosas, Europa no consigue soluciones.
—¿Es difícil encontrarlas o acaso no existen?
—Es muy difícil encontrar soluciones. También es cierto que la inmigración aporta riquezas a las sociedades. Pero ellas también tienen que saber gestionar esa cuestión.
Rusia, estos lodos
En su análisis global, Amin Maalouf propone cómo el desmantelamiento del estalinismo marcó a la China de Mao y la Revolución Cultural, así como señala en la Perestroika aquel eslabón perdido. Sin aludirlo, Maalouf desacredita el fin de la historia y el auge de la democracia liberal vaticinados por Fukuyama y se centra en la falta de perspectiva tanto de Europa como de Estados Unidos para reconstruir y acercar a los países del Este en un proyecto común con Occidente.
—¿Fue el fracaso de la Perestroika lo que originó a Putin? ¿Viene de ahí esa tragedia?
—Hay una tragedia rusa. Que es una tragedia para Rusia. Pero también para Europa frente a Rusia. Al hacer el comunismo, todo se desplomó. Se produjo la tentativa de construir algo con Gorbachov. Pero nadie lo apoyó a construir un sistema más abierto y democrático. Muchos países, en especial Estados Unidos e Inglaterra, optaron por la peor solución posible: dejar que Rusia se desintegrara y derivar hacia un sistema de corrupción y desmantelamiento. De aquellos polvos nos vienen estos lodos. Es lo que nos ha conducido a la situación actual.
—¿Qué solución posible había?
—Se tendría que haber hecho otra cosa. Lo comparo con lo sucedido después de la Segunda Guerra Mundial. Si los americanos hubieran tenido la misma actitud con la Unión Soviética que la que tuvieron con Japón o Europa Occidental, ayudando a la reconstrucción sobre unas bases democráticas y convirtiéndose en una aliada, otra cosa habría ocurrido. Evidentemente. La historia no se puede reescribir.
—¿A qué atribuye el auge de las fuerzas de derecha y la polarización del debate?
—La izquierda no ha conseguido mantener una visión universalista. No sé en España, pero en Francia, la izquierda se ha debilitado mucho, incluso después de haber permanecido muchos años en el poder. Vemos movimientos de derechas en países con una larga tradición de izquierda, como Italia, y en el que a nadie se le habría ocurrido tener un gobierno nacionalista. Asistimos a la pulverización de la izquierda, porque no ha sabido gestionar las cuestiones identitarias.
—De ahora en adelante, ¿a qué debemos temer?
—Deberíamos temer a tantas cosas. Existe un riesgo real de perturbación del sistema democrático, de las libertades en el mundo entero y existen también riesgos reales de conflicto, incluso con armas no convencionales. Hay una carrera armamentística en el mundo entero y no sabemos en qué va a desembocar. También está el riesgo vinculado al cambio climático. Hay tantos riesgos en el mundo y tan pocos esfuerzos concertados para hacer frente a esos desafíos. Así que podemos tener miedo de muchas cosas.
—Este no es el mundo de Sartre o Camus, ¿qué puede hacer un intelectual ahora?
—Puedo hablar por mí mismo. Lo que puedo hacer es escribir libros y llamar la atención, advertir de los riesgos que hay e intentar abrir los ojos a lo que podría suceder. Desde mi punto de vista, la única acción realista que me parece viable es esa.
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