la barbitúrica de la semana
Alguien tiene que contar esta historia
Quién mejor dotado para la paradoja que un novelista. Así lo demuestra Juan Gabriel Vásquez en 'Los nombres de Feliza' (Alfaguara)
La medida del héroe
La risa del payaso

Es una de las voces más importantes de la literatura contemporánea. Lo ha demostrado en sus novelas y relatos. No hay página de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) que no ilumine. Sus libros desprenden esa luz extraña de las cosas que alumbran en la ... oscuridad. El premio Alfaguara de Novela y finalista del Man Booker Prize International ha publicado 'Los nombres de Feliza', una novela que narra la vida de la escultora colombiana Feliza Bursztyn, una mujer libérrima.
Hija de emigrantes polacos judíos, Bursztyn forjó un lenguaje plástico propio. Su estética desconcertó e irritó a la sociedad de aquel momento. Nacida en Colombia y formada entre Nueva York y París, desarrolló una mirada y una forma de entender la vida, el compromiso y la responsabilidad ciudadana. La acusaron de ser un enlace con grupos insurrectos, sin aportar pruebas jamás. Semejante independencia le valió el exilio, el mismo exilio que la mató de tristeza, la frase con la que Gabriel García Márquez refirió su repentina muerte en París durante una cena.
Qué mejor artefacto para explicar la complejidad que una novela. Quién mejor dotado para la paradoja que un novelista. Si en 'Los informantes' Juan Gabriel Vásquez hundió las teclas de su ordenador en el silencio de quienes encubrieron a los nazis en Colombia, en 'El ruido de las cosas al caer' reflejó la violencia del narcotráfico, en 'La forma de las ruinas' exploró la manera en que la violencia pasa de generación en generación y en 'Volver la vista atrás' avanzó en su búsqueda sobre la historia y la memoria, en 'Los nombres de Feliza' ha dado un nuevo y contundente paso adelante.
A Juan Gabriel Vásquez le incumbe la literatura porque sabe que, a través de ella, nuestra vida cobra sentido. Siempre que esté contada desde las profundidades del conflicto, la vida de alguien más, por remota que parezca, será siempre la nuestra. Y esa historia, pase lo que pase, tendrá que contarla alguien. Quién mejor dotado para la paradoja, pues, que el novelista.
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