ENTREVISTA
Alfonso J. Ussía: «Más que necesaria, esta novela sobre ETA era una obligación moral»
ENTREVISTA
Con la publicación de 'Borroka' (Espasa) se inicia una tetralogía sobre los años de plomo en España
Alfonso J. Ussía, escritor: «Hay que ensuciarse la mirada para tener algo que contar»

Si el norteamericano Tom Clancy creó a Jack Ryan, Alfonso J. Ussía ha ideado a Deva Valdés, la protagonista de su más reciente novela 'Borroka' (Espasa), que va camino de convertirse en saga. La heroína del escritor español está inspirada en aquellas primeras ... mujeres que en los años ochenta entraron a formar parte de los Servicios de Información de la Guardia Civil, una unidad clave en la lucha contra ETA.
'Borroka' pretende ser la primera de una tetralogía dedicada a los años de mayor violencia de la banda terrorista. La historia tiene lugar en el año 1989. España ya es una democracia consolidada, ha entrado en la OTAN y en la Unión Europea y, sin embargo, se enfrenta a los ataques más feroces contra civiles e inocentes a manos del separatismo vasco.
Alfonso J. Ussía, columnista de ABC y autor de la novelas 'Vatio' y 'El Puente de los suicidas' (Círculo de Tiza) lleva a cabo un proyecto narrativo basado en hechos reales y construido a partir de documentación de primera mano. La crudeza y veracidad de los testimonios y personajes convierte uno de los episodios más sangrientos de la vida pública española en un laboratorio moral, político, histórico y literario, de los años de plomo. Sobre eso habla en esta conversación.
—Ficción y ETA han sido siempre problemáticas. ¿Qué propone 'Borroka'?
—Pretendo contar la verdad. 'Patria', que es una absoluta maravilla, consigue despertar simpatía o cercanía porque trabaja las ambigüedades de una familia. Aquí no. En 'Borroka' cuento lo que pasó, que fue una salvajada. El 90% de los atentados de ETA se cometieron en democracia, no en el franquismo. Y ahora mismo estamos asistiendo a una necesidad constante de blanqueamiento de la historia. Esto no va por ahí. Esto es memoria democrática.
—¿Quién es su protagonista, Eva Valdés?
—Es un personaje inspirado en la primera generación de mujeres que entraron a la Guardia Civil, en 1987, cuando Felipe González promueve una ley que les permite formar parte del Ejército y la Guardia Civil. Manuela Simón, que fue un personaje real, sintetiza ese momento en que España entera quiere ser estrella de rock and roll, pero unas tías de 18 años dicen 'voy a dar mi vida por la libertad y por la democracia'. Así que ingresan en la Guardia Civil, que es un empleo mal pagado, y participan en una guerra que era real.
—'Borroka' comienza en el año 1989. ¿Por qué?
—El libro transcurre entre 1989 y 1990. Ya no hay GAL, no hay batallón vasco español, sino un grupo de Guardias civiles que ganando cuatro perras, arriesgan su vida por España. La Guardia Civil tiene más de 200 víctimas mortales de los 800 de ETA. Es la historia que queremos que no se olvide. Hubo una encuesta el año pasado en la que a menores de 25 años les preguntaban qué era ETA. Y no tenían ni puñetera idea. Ocho de cada diez no lo sabían. Y eso ha sido un objetivo político. Que la gente realmente no sepa qué hizo ETA.
—Tiene documentación de primerísima mano, ¿cierto?
—He tenido acceso a un material que pretende simplemente contar los hechos tal como ocurrieron: informes de la Guardia Civil, atestados y documentos que reflejan el trabajo de los servicios de información, que es la unidad de la Guardia Civil a la que accede Deba Valdés y que fueron la unidad clave en la lucha contra ETA. La información que ellos recogen es lo que permite desactivar la operativa de la banda terrorista.



ETA era acojonante. Eta no hacía llamadas por teléfono. Los enlaces que tenía la banda con los distintos comandos, se pasaban los correos haciendo un hoyo en un monte en concreto. Era todo muy lento. Entonces lo que hace la Guardia Civil es empezar a estudiar la forma de operar de ETA, la forma de comunicarse, la forma de estructurarse. Y ahí resulta clave la profesionalidad que tiene la Guardia Civil a partir del año 85, 86, 87, de cara a saber cómo es el enemigo.
—¿Prefiere la España actual atenuar la verdad?
—Escribimos para contar algo, y aquí hay una historia real que no se ha contado y que no se ha afrontado. Este tema nos pertenece. Yo recuerdo de pequeño, ver a mi padre con escoltas, con el miedo de que un autobús estallara, como le pasó con el coche Bomba Irene Villa que perdió dos piernas. Es justo ahora el momento en el que hay que mirarlo de cara. Más ahora cuando 54 terroristas van a salir de la cárcel por una razón que compete simplemente al gobierno de España. Es acojonante.
—¿Es 'Borroka' la primera entrega de una saga?
—Sí. Comienza en 1989, a partir de ese año, ETA marca una estrategia y decide socializar el terror. Eso significa que matar gente es normal, aunque eso implique matar niños. Yo no sé qué causa política se puede defender ante una matanza como la de Hipercor, en la que colocaron escamas de jabón dentro de las bombonas para que se derritiera la piel al entrar en contacto con el explosivo. Era búsqueda del daño era atroz. Mi intención es continuar hasta el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que es el punto de inflexión.
—¿En qué aspecto concreto?
—Porque para entonces la infamia se hace manifiesta. El terrorismo toca ya no a militares o guardias civiles, sino a todos. Empezamos a entender que si alguien quiere luchar por intereses políticos como pudiera ser, por ejemplo, la independencia del País Vasco, había una vía democrática para hacerlo, no las armas, no los asesinatos, no el amonal, no el jabón. Es tan la salvajada que todavía se me ponen los pelos de punta.
—El interrogatorio de Garzón y la fiscal Carmen Tagle a Josu Ternera que cuenta es aterrador.
—Estuve dos tardes con Baltasar Garzón y él me contó hasta el último detalle de ese interrogatorio, porque fue la condena a muerte de Carmen Tagle. Ella directamente lo llama hijo de puta. Cuatro meses más tarde la matan. La matan, ¿eh? Una fiscal de la Audiencia Nacional. Ella estaba entrando en su garaje cuando Henri Parot, el jefe del comando itinerante, le descerraja tres tiros. Ella estaba escuchando una canción de Julio Iglesias, 'La vida sigue igual'. En ese entonces, lo casetes no daban la vuelta. Así que se repetía en bucle la canción.
—¿Es posible una catarsis?
—Me cuesta creer que la mentira se haya apoderado del discurso sobre ETA. Por eso creo ya no que esta fuera una novela necesaria, es que creo que era casi una obligación moral. El lector verá un viaje salvaje de una historia de España, que quizás para ellos parezca muy lejana pero que estaba en todas partes y que quizás no quisieron mirar. Estamos hablando de un nivel de crueldad y un nivel de maldad del que quizá no seamos conscientes. No pretendo juzgarlo, simplemente estoy narrando unos hechos y una época en la que sería mucho más cómodo no meterse. Pero creo que ahí también está nuestra obligación como escritores. Este libro es poder mirar a los ojos a la historia que más nos avergüenza y poder reflejarla, sobre todo, para que no se vuelva a cometer, pero también por la memoria de todos los que dieron su vida.
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