Alain Finkielkraut: «La inauguración de los Juegos Olímpicos puso en escena la decadencia de Francia»
Su crítica feroz corre el riesgo de seguir atizando una reflexión muy cruel sobre el estado cultural del país galo
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Tras las asociaciones de comerciantes y la prensa satírica, algunos de los intelectuales más respetados e internacionales de Francia, como Alain Finkielkraut, critican la puesta en escena de la inauguración de los Juegos Olímpicos (JJ OO) con una virulencia excepcional.
En una entrevista que ... publica «Le Figaro», matutino conservador, Finkielkraut afirma: «Tras la catástrofe de Eurovisión, pensé que era difícil hacerlo peor. Me equivoqué. La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos me dejó asombrado por su conformismo y su obscenidad».
«El genio francés brilló por su ausencia», continúa Finkielkraut, agregando: «La celebración de la decapitación de Marie-Antoinette, una de las páginas más ensangrentadas de nuestra historia, la sucesión de espectáculos grotescos, coreografías de un penoso exhibicionismo… me recordaron que, aparentemente, el antiguo genio francés está muerto, suplantado por nimiedades agresivamente feas».
Al final de las ceremonias me preguntaba: «¿Qué ha sido del antiguo genio francés, de su ligereza, su elegancia, su belleza… todo aquello que fue nuestra gloria está cayendo muy bajo. Ante la sucesión de cosas grotescas, ante el fracaso y la decepción grandiosa temo que hemos puesto en escena nuestra decadencia».
No sin cierta ironía olímpica, Finkielkraut concluye: «La lluvia que terminó abatiéndose sobre París tuvo algo de castigo divino». Hijo de una familia de judíos pobres que huyeron del nazismo y encontraron refugio en Francia, filósofo, ensayista, profesor, polemista, productor de radio y académico, Alain Finkielkraut es autor de una veintena de obras traducidas a todos los idiomas de nuestra civilización.
Su crítica feroz contra la puesta en escena de la inauguración de los JJ OO corre el riesgo de seguir atizando una reflexión muy cruel sobre el estado cultural de Francia que él considera «decadente».
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