África más allá de la pobreza y los safaris
El periodista Dipo Faloyin invita a repensar las narrativas simplistas sobre el continente en 'África no es un país'
Autoridades dominicanas se desmarcan del afán descolonizador: «La historia es la historia, no es la que nos gusta que sea»
![Dipo Faloyin](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/01/dipo-kGWD-U603141175710DlD-1200x840@diario_abc.jpeg)
'África no es un país'. Con este título directo y sin ambigüedades, el periodista Dipo Faloyin invita a los lectores a repensar las narrativas simplistas que durante tanto tiempo, en su opinión, han definido cómo el mundo ve a África. «No quería que ... el título fuera sutil o ambiguo», dice el autor nigeriano, mientras conversa con ABC en una cafetería de Londres, donde vive. «Es una frase que la gente de todo el continente ha repetido innumerables veces cuando se enfrentan a personas que ven África como un bloque monolítico». Su libro ha sido publicado por primera vez en español por la editorial Capitán Swing, y con él, Faloyin, editor jefe de la revista 'Vice', busca desmontar estereotipos y ofrecer una visión más compleja y rica de un continente vibrante y diverso.
El libro, cuyo original en inglés recibió excelentes críticas en el Reino Unido y Estados Unidos, ejerce como una especie de correctivo a la percepción generalizada de África como un todo homogéneo. «A menudo, en los medios y en la política, agrupamos África como si fuera una sola experiencia», explica el autor. «Oímos hablar de China, Rusia y… África, como si fuera una sola entidad. No lo hacemos con otras regiones». Este tipo de enfoque simplificador, que omite las complejidades y diversidades internas de los 54 países africanos, es precisamente lo que Faloyin, cuyos artículos han aparecido en medios como 'The Guardian', 'Esquire' o 'Newsweek', combate con su obra. En sus páginas, invita a la gente a descubrir un continente con 1.400 millones de personas y más de 2.000 idiomas.
«Crecí en Lagos, pero fui a un internado aquí en el Reino Unido», dice el autor nacido en Chicago, recordando cómo desde joven se topaba con percepciones erróneas sobre África. «Me hacían preguntas centradas sólo en la pobreza o asumían que teníamos leones como mascotas, mientras yo quería contarles sobre Lagos, esta ciudad vibrante que tanto amo». La chispa definitiva para sentarse a escribir fue en el 2020, con las protestas del Black Lives Matter y el confinamiento. «Sentí que los países africanos tenían que ser parte de esa conversación global sobre raza, identidad y colonialismo».
'África no es un país'
![Imagen - 'África no es un país'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/10/01/Dipo-Faloyin-Africa-no-es-un-pais-kGWD--224x330@diario_abc.jpg)
- Autor Dipo Faloyin
- Traducción Noelia González Barrancos
- Editorial Capitán Swing
- Número de páginas 416
- Precio 27 euros
El libro no sólo es un ensayo sobre los mitos que rodean a África, sino también una obra íntima. A lo largo de sus páginas, Faloyin comparte historias personales, sobre su familia o la vida en Lagos, con agradables dosis de humor. «Quería que el libro fuera personal, porque es, en esencia, un libro sobre identidades», explica. «Y para hacer eso, tenía que presentar mi propia identidad, la de mi familia», para despertar la curiosidad de los lectores sobre los millones de personas cuyas vidas y experiencias siguen siendo invisibles en la narrativa global.
Para él, es crucial que el mundo comience a ver más allá de las imágenes estereotipadas de pobreza y safaris que han dominado las representaciones de África durante tanto tiempo. «Es emocionante involucrarse con algo que previamente no entendías», afirma. «Cuando la gente se da cuenta de que África es más que eso, que es un continente lleno de historias de triunfo, sufrimiento, alegría y todo lo que existe entre esos extremos, se abre un mundo nuevo». Faloyin destaca la importancia de mirar al arte, la música, el cine y la literatura como ventanas hacia realidades más complejas y ricas, lejos de los clichés.
«Todo comienza con la narrativa colonial que describía a África como un lugar de salvajes incivilizados, para justificar la dominación europea»
Uno de los temas que aborda es la artificialidad de las fronteras africanas, impuestas durante la Conferencia de Berlín en 1884 por las potencias coloniales europeas. «Mis padres tienen más años que Nigeria», dice. «Para su generación, la identidad se formaba primero a través de su grupo étnico, no de la nación» que dibujaron otros, y describe su propio orgullo de ser nigeriano como un «proceso continuo», una construcción de nuevas tradiciones, símbolos y narrativas que evolucionan con el paso del tiempo.
Sobre quién tiene la culpa de los estereotipos que persisten sobre África, Faloyin no duda en señalar los orígenes coloniales de estos prejuicios. «Todo comienza con la narrativa colonial que describía a África como un lugar de salvajes incivilizados, para justificar la dominación europea», explica. «Esos mitos se mantuvieron durante la época de la independencia y continuaron a través de campañas de caridad que mostraban imágenes de niños desnutridos y bebés cubiertos de moscas, sin especificar el lugar o el contexto. Simplemente decían 'África'». En cuanto a cómo cambiar esta narrativa, Faloyin subraya la importancia de la educación, el periodismo y la cultura.
La charla en la cafetería se prolonga más allá con un paseo por las calles de la capital británica. El autor habla de la diáspora africana, de las complejidades que enfrentan quienes viven en el extranjero para mantener sus identidades culturales, y también de un tema crucial en la conversación contemporánea: la devolución de objetos saqueados durante el período colonial. Esta cuestión ha cobrado especial relevancia en la actualidad, a medida que varios países exigen el regreso de sus artefactos, muchos de los cuales están almacenados en instituciones como el Museo Británico.
El autor sostiene firmemente que los objetos deben ser devueltos a sus países de origen. Su postura está basada en la clara intención de saqueo por parte de los colonizadores, quienes no escondieron sus motivaciones al llevarse estos objetos a Europa, donde permanecen hasta hoy. «Es un robo que no puede verse como un hecho del pasado lejano, sino como un continuo acto de apropiación indebida». Además, rechaza la noción de que la devolución de estos objetos representaría una gran pérdida para los museos europeos. Como ejemplo, menciona que el Museo Británico posee alrededor de 900 bronces de Benín, de los cuales sólo 100 están en exhibición, mientras que los otros 800 permanecen almacenados. «La devolución de estos artefactos no afectaría significativamente a las colecciones, y los países de origen estarían dispuestos a mantener un diálogo con los museos para compartir los objetos en forma de préstamos temporales».
El autor sostiene firmemente que los objetos deben ser devueltos a sus países de origen
Un argumento común utilizado por los defensores de la retención de estos objetos es la idea de que los países africanos no pueden cuidar adecuadamente de ellos, algo que el autor desestima como un estereotipo racista. «Esta visión refleja una narrativa paternalista, según la cual Europa aún ve a África como un continente 'infantil' que necesita ser guiado y protegido», dice, pero «la gestión de estos objetos debe ser responsabilidad de los países a los que pertenecen, y es inaceptable que otros se atribuyan el derecho de decidir qué hacer con ellos». Faloyin subraya que si los objetos se pierden o se dañan, eso es un asunto de los países de origen, de la misma manera en que el Reino Unido no acepta que otros países dicten cómo deben cuidar su propio patrimonio cultural.
En este sentido, considera que la devolución de los objetos no sólo tiene un valor simbólico, sino que también puede contribuir a cambiar la narrativa histórica sobre África. «Muchos de estos artefactos son creaciones excepcionales que demuestran la riqueza cultural y artística de las civilizaciones africanas, lo cual desmiente las ideas colonialistas que describían a los africanos como «incivilizados«». La capacidad de contar la propia historia a través de estos objetos es fundamental para el autor, quien ve en ello una oportunidad para que los países africanos reafirmen su identidad y su legado ante el mundo.
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