El académico de la RAE que analiza las polémicas del español: «Decir que Sangenjo es franquista es una memez»
El filólogo Pedro Álvarez de Miranda reúne sus columnas lingüísticas en 'Medir las palabras'
De carroza a 'boomer', descifrando la jerga juvenil que traspasa generaciones
![El académico de la RAE Pedro Álvarez de Miranda](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/02/02/miranda-kvRH-U6012375066401nG-1200x840@abc.jpg)
Hay dos Españas: Sangenjo y Sanxenxo. Entre medias no hay nadie, porque el centro ya no existe. El cayetano, eso sí, ha hecho fortuna a un lado y al otro, en el orgullo y la parodia, hasta en el odio, como tantas otras faltadas, de ... maricón a 'nigger' pasando por 'perrosanxe' y, tiempo al tiempo, fachosfera. 'Influencer' ha ganado la batalla, la guerra y la posteridad, algo no tan claro con la tilde de sólo, que se utiliza como distintivo casi nobiliario, aunque no deja de ser un culteranismo de Mercadona. El idioma une y desune, pero sobre todo es un gran tema de conversación, de discusión, de jaleo. «¿Cómo no nos va a interesar si es vital para nuestra existencia? La gente no es muy consciente de ello, pero en el fondo sus reacciones apasionadas frente a los hechos lingüísticos reflejan una realidad, y es que la lengua es algo muy nuestro, muy de todos, muy de cada uno», dice Pedro Álvarez de Miranda, que es filólogo, académico de la RAE y acaba de publicar 'Medir las palabras' (Espasa), una colección de artículos en los que pisa los grandes charcos léxicos de nuestros días y los alrededores.
Por ejemplo: «Decir que Sangenjo es franquista es una memez». La documentación no deja muchas dudas. En 'Los pazos de Ulloa' Emilia Pardo Bazán lo escribía así, y en 1747 Ignacio Joseph de Ortega y Cotes recogía el topónimo como 'San Genjo' en su un poco menos conocido 'Questiones del derecho público en interpretación de los tratados de paces'. «El tema de los nombres geográficos es muy polémico, ya me cansa. El problema es que es una cuestión política y no lingüística, porque lingüísticamente está muy claro», zanja. De cayetano opina que es una voz seguramente efímera. «Es que hay un precedente que es el de borjamari, que cayó pronto en desuso. No creo que desaparezca la figura en sí, sino que se renovará, porque es una moda léxica. Pero bueno, es mejor no hacer profecías», insiste. Y más disgustos: «No hay una alternativa a 'influencer'». «Influyente, influidor… Ninguna cuaja, pero no pasa nada. No estamos ante un anglicismo, sino ante un internacionalismo. Hay palabras que arrasan, y esta es una de ellas: ha tenido una expansión mundial. Pero no hay que dramatizar. Esa es una de las ideas del libro».
Miranda asegura que el columnismo lingüístico lleva de moda más de un siglo, pero que entonces y hoy sigue aferrado al purismo (¿o será puritanismo?). «Actitudes puristas las va a haber siempre. Lo gracioso es que nadie se considera purista. Ocurre como con el racismo. Nadie, salvo algún insensato, nadie se declara racista. Sin embargo hay actitudes racistas… Con el purismo pasa lo mismo. Es una reacción de rechazo de las novedades, muy humana, muy nostálgica: es misoneísmo. Recuerdo que una amiga psicóloga me dijo que resiliencia es una palabra feísima. ¿Pero por qué? ¿Dónde está la fealdad? Si además es un concepto que ha nacido en la psicología… Conviene no rasgarse las vestiduras, porque si te las rasgas un día tendrás que coserlas».
—¿No hablamos tan mal, entonces?
—No lo creo. Ocurre que cada medio genera sus propios códigos. El Whatsapp, por ejemplo. La gente se preocupa porque deteriora el idioma, pero no es así. Es un código más. Cuando yo estudiaba en la universidad también tomábamos apuntes utilizando muchas abreviaturas. Y eso no deterioró la lengua española. Lo importante es saber cambiar de registro. Si alguien sabe cambiar de registro hay que celebrar que sepa usar más de uno. Además, yo no cargo nunca contra la lengua de los jóvenes, porque de ahí han salido neologismos que yo creo que usamos todos.
—¿Como cuál?
—Flipar. ¿Quién se ha inventado el verbo flipar? Nadie de mi generación. Fue alguien joven, seguro. Es increíble. Es un verbo muy expresivo. ¿De dónde ha salido ese verbo? Es un misterio. La etimología no solo tiene misterios para la lengua medieval, también tiene misterios para la lengua recentísima… En fin, quienes acusan de pobreza a la lengua de los jóvenes no están muy orientados. A mí me interesan esas creaciones. Si yo encontrara a la persona que se le ocurrió llamar michelines a los pliegues de gordura por su parecido con el muñequito de Michelín… Es que es una metáfora genial. Y no sabemos quién fue el genio que se le ocurrió eso. Ni lo sabremos nunca.
En el fondo, explica Miranda, la lengua evoluciona así, a golpe de invención, capricho, hallazgo y desvío de la norma. «El latín vulgar es un latín, digamos, estropeado. Y los gramáticos latinos ponían el grito en el cielo porque alguien confundía el acusativo con el nominativo. Pero los casos latinos estaban empezando a entrar en crisis y bueno. Si el latín no hubiera evolucionado no existirían las lenguas romances. Pues qué bien que existen, ¿no? El error de hoy es la norma de mañana. Esto es muy heterodoxo, pero es así». Y recuerda un caso palmario: «El adjetivo lúdico fue muy criticado porque el latín es lúdicro, con una erre en la última sílaba. Y lúdico es un calco del francés 'ludique'. Todos los que pusieron el grito en el cielo por lúdico se habrán tenido que callar ya. Pero la academia tardó mucho en dar su brazo a torcer, en resignarse. Pero las cosas al final caen por su propio peso».
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