Pedro García Cuartango - La España mágica
El enigma de las abejas de San Torcuato de Santorcaz
El templo, situado dentro de un castillo, albergaba una colmena y conserva pinturas en un corredor de estos insectos junto a estrellas de David
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A unos 50 kilómetros de Madrid, cerca de Alcalá de Henares, se halla la pequeña localidad de Santorcaz de menos de 1.000 habitantes. Pocos saben que allí hubo un recinto fortificado que sirvió de residencia de verano a los arzobispos de Toledo ... y que en ese lugar estuvieron prisioneros el Cardenal Cisneros y Ana de Mendoza de la Cerda, la princesa de Éboli . El actual castillo, con sus siete torres de piedra, data del siglo XIV y fue construido por orden del obispo y guerrero Pedro Tenorio , que sirvió a los Trastámara en su lucha por la Corona de Castilla. Había en este enclave un antiguo poblado carpetano en la época prerromana y, posteriormente, una fortaleza musulmana. Tras ser derrotados los árabes en torno al siglo XI, los templarios dispusieron una red de fortificaciones en la zona, entre ellas, la de Santorcaz.
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En el interior de sus murallas, fue levantada la iglesia de San Torcuato a principios del siglo XIII. El santo era obispo de Guadix y fue el evangelizador de la comarca. Poco se conserva de la edificación original, que fue remodelada en el siglo XVI. De inspiración mudéjar, el templo alberga un retablo barroco, tres naves y tres ábsides, correspondientes a la capilla mayor y a dos oratorios. Se accede al recinto por un pórtico, cubierto por teja árabe. En la cabecera, hay una torre cuadrangular de ladrillo que se puede ver a larga distancia.
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Uno de los elementos disonantes del templo es la representación al lado del altar de dos sacerdotes con incensarios, vestidos con ropajes judíos. Ambas figuras policromadas forman parte de dos pequeñas puertas, casi invisibles al ojo. Puede que sus autores quisieran resaltar el carácter sagrado de lo que había en su interior.
Una de las puertas conduce a un corto corredor, paralelo al altar, que termina en una estancia abovedada, iluminada por la ventana de uno de los ábsides. En las paredes laterales, se conservan doce hornacinas excavadas en el muro que contenían reliquias de santo. Antes de entrar en este lugar, hay en el pasillo dos pinturas en las que aparecen abejas como elemento central sin que haya sido posible su datación.
En una de ellas, se pueden ver dos estrellas de David con una abeja en medio, enmarcadas por un rombo apaisado. La otra es semejante y muestra ese insecto con mayor detalle y calidad, lo que induce a pensar que fueron pintadas en diferentes épocas. Hay constancia de que en el lugar había una colmena , cuya miel era utilizada para confeccionar velas. Al parecer, el suelo estaba cubierto de cadáveres de abejas. Es difícil encontrar las causas de la existencia de esos panales de abejas en el interior de un templo, aunque se sabe que estos insectos eran considerados por los judíos como una metáfora de la comunidad humana. En el 'Libro de los Jueces', Sansón halla una colmena en el esqueleto de un león, toma su miel y afirma que la dulzura es característica de los hombres fuertes. También en el libro de Isaías las abejas se describen como un instrumento al servicio de la cólera de Yaveh, mientras que en el Eclesiastés se las equipara con el género humano.
Hay estudiosos que han apuntado que el castillo y el templo de Santorcaz fue durante varios siglos un recinto de los templarios , orden cuyo fundador fue Bernardo de Claraval, monje cisterciense y figura clave en sus costumbres. Bernardo creía que las abejas representaban el conocimiento de las verdades trascendentes.
Pero todo esto no deja de ser una especulación porque resulta imposible saber cuál era el propósito de quienes pintaron estas figuras, un enigma más de la España mágica de la que tan poco conocemos.
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