Otra batalla perdida: el Gobierno se olvida de los 450 años de la batalla de Lepanto
Más allá de la Armada y de iniciativas locales, España pasa de puntillas por un hecho que también es cultura

Situada en el centro de Londres, la plaza de Trafalgar Square está presidida por una contundente columna dedicada al almirante Nelson, artífice de la victoria sobre españoles y franceses en 1805, y por una serie de monumentos que desbordan grandeza. En Madrid, hay igualmente ... un espacio que lleva el nombre de la mayor victoria naval en la historia de España, la que hace 450 años se produjo en Lepanto, pero en su caso es una calle muy discreta, incrustada en la Plaza de Oriente con una discreta placa que dice ‘Calle de Lepanto’ como único recordatorio de «la más alta ocasión que vieron los pasados siglos».
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El contraste entre estas dos formas de conmemorar , que no de celebrar, los hechos destacados del pasado es la tónica general en el escueto programa de actividades que desde las instituciones españolas se ha preparado con motivo de la efeméride de este jueves. El Museo Naval de Madrid , que nunca falta a estas citas, presenta mañana una réplica a escala de una galera del siglo XVI. Otros museos vinculados a la Armada, como el de San Fernando, han celebrado conferencias a lo largo del año y en Villarejo de Salvanés (Madrid) hay una serie de actos que incluyen una recreación y una procesión de la Virgen.
Una batalla políticamente incorrecta
El resto de conmemoraciones en torno a Lepanto se cuentan con los dedos de una mano y son de carácter local. Se echa de menos una mayor implicación del Gobierno y de regiones que jugaron en el pasado un gran papel en la batalla . El miedo a ensalzar una victoria considerada desde ojos actuales como políticamente incorrecta está detrás de parte de esta cautela. «Algún peso debe tener que el bando católico fuera el vencedor y el musulmán el perdedor. Si los vencedores hubieran sido protestantes tal vez sería diferente», afirma el historiador Agustín Rodríguez González , que acaba de publicar el libro ‘Lepanto, la batalla decisiva’ (Sekotia).

Con motivo de los 400 años, el Museo Marítimo de Barcelona construyó en 1971 una réplica exacta de La Real, la galera donde estuvo embarcado Juan de Austria, que es hoy la pieza estrella de su colección. Cincuenta años después este museo no tiene nada planificado para el 7 de octubre y su peso en torno a la efeméride se limita, «al menos de momento», según afirma la dirección del centro, a colaboraciones con otras instituciones culturales.
Mientras el país que encabezó la Santa Alianza elude su responsabilidad histórica, el escenario circunstacial en el que tuvo lugar el combate sostiene el timón de las conmemoraciones que ni españoles ni italianos quieren asumir. En Atenas, el Museo Bizantino ha dedicado una exposición al combate naval, con algunas piezas cedidas por museos españoles, que en un par de semanas visitará la Reina Sofía. En Cefalonia y en Corfú hay preparados para estos días actos de homenaje a los caídos, mientras que la localidad que da nombre a la batalla, Náfpaktos, celebrará todo un fin de semana de conferencias, exposiciones y recreaciones en las que participan miembros del Gobierno heleno.
«La historia de Lepanto es confrontación, pero también cooperación cultural y comercio»
«Hay un importante componente nacionalista. Todo lo que sea reivindicar la independencia griega respecto a los turcos es importante para ellos», recuerda Enrique Viguera, embajador en Atenas, que encabeza una delegación española muy implicada en los fastos. La gran aportación española en Náfpaktos consiste en una exposición fotográfica de José Manuel Navia . «Aquí se ha visto siempre la batalla como un mero escenario, pero en los últimos años se intuye una interpretación más activa del papel de los griegos, que nutrieron las filas de voluntarios cristianos y, sobre todo, la de los esclavos turcos», explica Viguera sobre este renovado interés .
El aspecto cultural
Cada vez que un legionario romano golpeaba un espadazo en el lomo de un galo o a un íbero estaba intercambiando cultura, aunque lo hiciera a las bravas. La batalla de Lepanto , como todo acto de guerra, fue también un hecho cultural, una fecha que inspiró cientos de obras artísticas y que fomentó todo tipo de interacciones entre naciones enemigas y aliadas. Faltar a la conmemoración es faltar también al encuentro cultural. «Lo importante al hablar de estos acontecimientos es desafiar las narraciones simplistas. La historia de Lepanto es confrontación, pero también cooperación cultural y comercio», explica a ABC la historiadora británica Catherine Fletcher, que acaba de publicar ‘La belleza y el terror’ (Taurus).
Buen ejemplo del peso cultural del combate es que el mismísimo Cervantes luchó allí como bisoño y sufrió una lesión en la mano que le acompañó el resto de su vida. «La batalla tiene dos vertientes: la histórica y militar, que tiene que ver con el conocimiento del pasado; y luego la mítica, construida a partir de un determinado discurso y mirada que se apoya en todo tipo de herramientas, donde la cultura es un elemento esencial. Estudiar esta construcción del mito es fascinante», destaca José Manuel Lucía Megías , uno de los mayores expertos vivos en Cervantes.
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