Elena Ochoa, una mecenas influyente y poderosa
Hoy abre al público ARCO, donde debuta con su galería, Ivorypress. Nos descubre algunos de sus lugares preferidos de Madrid
Vive rodeada de arte. Es su pasión y también su trabajo. Cada vez que pasa por Madrid su agenda echa humo. No es fácil colarse en ella unas horas. Días antes de la apertura de ARCO, ABC recorrió con esta mujer hiperactiva y emprendedora algunos de los lugares con más arte de la capital, que ella misma eligió. Comenzamos a primera hora de la mañana en el taller de Los Carpinteros, dos artistas cubanos que trabajan con ella y están en su «stand» de ARCO. Antes de que llegue la jefa, charlamos de sus proyectos, de la crisis... «Nosotros sí que sabemos de eso, llevamos 50 años de crisis en Cuba». Poco después aparece Elena Ochoa. Trae una tarta de St. Moritz, muy dulce, de miel, caramelo y nueces. Le gusta cuidar a sus artistas. Anoche se acostó tarde, nos cuenta; tuvo presentación de un libro de Hannah Collins sobre los ingredientes de Ferran Adrià —«fascinante, pura poesía»— y después una cena. ¿Es buena cocinera? «Sí. Mis especialidades son pasta al dente, pesto, paella y el caldo gallego».
Les pide a Los Carpinteros que nos enseñen algunas piezas. Posan ante una lámpara desestructurada. «¿No es fantástica? Son unos rock stars». Habla con ellos de sus próximas exposiciones, de las fiestas que celebrará en casa a las que quiere que vayan, de los coleccionistas y comisarios a los que deben ver . Conoce el negocio al dedillo, se mueve en él como pez en el agua.
De camino al segundo destino hablamos de arte español: «Me interesa mucho y hay que promocionarlo fuera». No quiere ni oír hablar de crisis: «En Ivorypress no se permite la crisis. Hay que ser optimista». Ella lo es y lo contagia. Quizá se deba a que le gusta rodearse de gente joven y preparada, a quien en cierta forma vampiriza: «Quiero sangre joven». Desde luego está en plena forma. ¿Se cuida mucho? «Mi gimnasio son mis hijos y mi trabajo. Hago esquí de fondo en invierno y bicicleta en verano. Muchos kilómetros, pero no por cuidarme, sino porque me gusta».
Lady Foster viste pantalones pitillo color camel y chaqueta de espiguilla. ¿Es una fashion victim? «Soy tan adicta a Schubert como a la tortilla de patatas. Son parte de mi vida. No soy adicta a la moda, pero me interesa. Me gustan mis amigos Verino y Adolfo Domínguez. Me fascina Rosa Cortana, que tiene tienda en el callejón de Jorge Juan. Es una creadora discreta, con diseños rompedores, pero sin ruido». En decoración le gusta «Tiempos Modernos»: «Es gente de confianza, con espíritu crítico . Norman (Foster, su marido) y yo solemos ir, en casa tenemos algunas piezas suyas». ¿Qué restaurantes frecuenta? «Lucio, Ten Con Ten, el Bar Tomate, Luzi Bombón... En éste hacemos un trueque: ellos invitan a nuestros artistas a comer y pagamos la cuenta con libros. Picasso y Miró ya lo hacían».
Llegamos al Museo Sorolla, «un oasis en el centro de Madrid». Le trae muy buenos recuerdos de su infancia y juventud: «Me traían mi abuelo y mi padre. Pasé tiempo aquí escribiendo cuando era profesora universitaria. Mantiene el alma del artista». Insiste en pagar las entradas («hay que apoyar a los museos»). Recorremos algunas salas con la directora del museo, Consuelo Luca de Tena. Uno de sus lienzos preferidos es «La bata rosa»: «Es la esencia de la maternidad». A Elena Ochoa le sale la vena periodística: se interesa por saber el número de visitantes del museo (140.000 el último año), por sus exposiciones temporales ... «La gente tiene que venir y conocer este lugar». Se detiene en una vitrina a leer una carta de amor de Sorolla a su esposa, Clotilde, y le llama la atención un cubrerradiador. Le explica la directora del museo que lo diseñó Sorolla: «Seguro que le interesará mucho a Norman, le traeré para que lo vea, igual mañana».
Hablamos de su último libro de artista, dedicado a Valcárcel Medina, que se presentó el martes; de la exposición que comisariará en Toledo con motivo del IV centenario de la muerte de El Greco en 2014 —«una enorme responsabilidad»—, y hasta del nuevo ministro de Cultura: «Es un hombre culto, se mueve muy bien en el mundo cultural».
Tercera parada: la galería Soledad Lorenzo. Dos grandes «ladies» del arte, cara a cara. Recorren juntas la exposición de Phillip Fröhlich, artista alemán que vive en Madrid. Le gusta mucho a Elena. «Soledad es un modelo para las nuevas generaciones, una visionaria; tiene intuición, talento, y arriesga». Soledad le devuelve el cumplido: «Es muy importante que estés en ARCO, estamos todos encantados» . Elena nos cuenta que descubrió gracias a ella a artistas como Íñigo Manglano-Ovalle. Recuerda que vio en el Bellagio de Las Vegas un vídeo suyo que le fascinó a Norman Foster. «¿Preguntas si está disponible y se lo regalo a mi marido?». Su útima compra, una obra de Hannah Collins: «La compramos ayer juntos Norman y yo».
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