«No queremos que expolien las tumbas de nuestros héroes»
Gonzalo R. González-Aller, almirante director del Museo Naval
-España, rodeada de mar, y apenas tiene memoria marítima. ¿Por qué?
-Eso nos preguntamos nosotros todos los días, y no solo porque esté rodeada de mar, sino porque todo a España, toda nuestra grandeza desde el descubrimiento de América, ha llegado por ella. En la historia vemos que cuando nuestra institución más antigua, la Casa Real, ha apoyado a la Armada, España ha sido un imperio, y que cuando ella y algunos políticos le han dado la espalda ha entrado en decadencia.
-¿El museo es el revulsivo de la conciencia del mar?
-Un pilar fundamental, porque la historia naval nos enseña que nuestra única oportunidad es devolver a la mar la importancia que tiene.
-¿El mayor tesoro de esta casa?
-La carta de Juan de la Cosa, de 1.500, donde se describe perfectamente por primera vez el mar antillano, una joya. Pero tenemos muchas más.
-Sorpréndame con un modelo (prototipo de barco).
-Todos son importantísimos, porque entonces no estaban tan desarrollados los planos y el barco se hacía sobre el modelo, que se presentaba al Rey. Por eso, todos, de valor histórico y artístico fabuloso, provienen de la Casa Real, de donde heredamos además las vitrinas que los albergan, únicas en Europa.
-El Rey, ¿el mejor embajador de la memoria marítima?
-Su papel es fundamental en esa misión, que sabemos que para él es además una gran preocupación y aprovecha cualquier ocasión para concienciar marítimamente a los españoles. De hecho, no solo recibimos la mayor herencia de la Casa Real, sino que además dirige la política del museo con un Real Patronato que fundó Alfonso XIII y presidió Don Juan de Borbón (1982-93), y que hoy lo hace el infante Don Carlos.
-Corre la chanza entre ustedes de que el marino «pata negra» es el submarinista...
-La mar tiene tres aspectos: debajo del agua, la superficie y el aire, porque tenemos un arma aérea muy importante. Yo, que he dedicado gran parte de mi carrera al mundo submarino como buceador y como submarinista, le diré que es difícil de explicar lo que se siente dentro de un submarino, y sobre todo mandándolo. Una experiencia única hasta para un marino.
-Al titán Blas de Lezo dedican parte de su recuerdo.
-Un hombre a reivindicar, que si hubiera sido inglés sería ahora más conocido que Nelson; pero era español, y ya sabemos cómo somos con nuestra gente. Defendió Cartagena de Indias contra Vernon, que acuñó una moneda, hoy en el museo, con Blas de Lezo de rodillas entregándole la plaza, y que ha servido durante años para escarnio de los ingleses. A Blas de Lezo le llamaban el «medio hombre» porque a esa batalla ya llegó sin un brazo, un pie y un ojo, tras batirse el cobre contra los piratas del Caribe y berberiscos. Que en la lucha contra la piratería, antes de la operación Atalanta, lleva nuestra Armada mucho tiempo.
-Hoy batalla por el patrimonio español sumergido.
-Y con el Odyssey seguimos a la espera. El interés de la Armada se debe a que la mayoría de esos pecios son buques españoles, tumbas de nuestros héroes, y no queremos que se expolien y traten de forma poco apropiada. Pero desde que todo eso se transfirió a las autonomías, la Armada, responsable de ello a lo largo de la historia, se ha quedado un poco fuera. Ahora queremos localizar todos los naufragios y hacer una carta de pecios. Además, en el convenio con la Universidad de Murcia para la cátedra de Historia Naval, habrá un posgrado de arqueología subacuática.
-Hay mucho por explorar. Por ejemplo, en su museo hay cosas que no son lo que parecen.
-Le voy a contar la anécdota que hizo reír a la Reina. De Saigón, los infantes de marina trajeron triunfos procedentes de la Pagoda Sagrada. Uno era un letrero, hoy en el museo, que al parecer decía en mandarín «gozarán de los placeres de la vida». Un día, el entonces director pidió a un chino la traducción y le dio un ataque de risa, hasta que en un respiro dijo que sí hablaba de los placeres, pero que no venía de ninguna pagoda sagrada, sino de un burdel.
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