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ABC Cultural

Biblioteca Nacional: Hubo un agujero en la seguridad

La Biblioteca Nacional (BN) tuvo un agujero de seguridad entre agosto y octubre de 2006, tal y como se desprende de las quejas de numerosos trabajadores, que ha conocido ABC, al día siguiente de

La Biblioteca Nacional (BN) tuvo un agujero de seguridad entre agosto y octubre de 2006, tal y como se desprende de las quejas de numerosos trabajadores, que ha conocido ABC, al día siguiente de denunciarse la desaparición de láminas de dos incunables de la «Cosmographia» de Ptolomeo. A pesar de que su directora, Rosa Regàs, afirmó ayer que las medidas no cambian desde 1990, lo cierto es que se refería a las condiciones generales de seguridad, que atañen a asuntos como incendios y se aprobaron entonces. Pero las disposiciones relativas al acceso de investigadores y lectores sí han cambiado, bajo sus indicaciones, para armonizarlas con el criterio de la nueva dirección. Lo corroboran decenas de usuarios, algunos que llevan décadas investigando, y todos coinciden en que algo ocurrió entre agosto y octubre del año pasado:

«Era alucinante -comenta A., que desea mantener su nombre completo en el anonimato-; acostumbrados a que revisaran nuestras pertenencias tanto a la entrada como a la salida meticulosamente, abriendo carpetas y todo, no daba crédito cuando me vi entrando y saliendo a diario de la sala de Raros -la Cervantes- sin ser revisado». Hasta 2006 no se permitían abrigos, ni bolsos de más del tamaño de un libro, se controlaban todo tipo de objetos y se revisaban las carpetas al entrar y al salir. Todo ello sumado a las cámaras y detectores de libros.

Pero en agosto de 2006, los vigilantes, además, dejaron de rondar por la sala, por orden de la directora técnica, Teresa Malo. Se llegó a pedir a los asistentes y bibliotecarios que vigilasen, lo que produjo roces laborales porque no es su responsabilidad ni su función de servicio al público. Según relatan varios empleados, hubo fuertes discusiones entre Malo y el jefe de seguridad, el comisario Eduardo Raldúa, quien no estaba de acuerdo con relajar los controles según la orden de la dirección.

«Había controles carcelarios»

Al parecer, la expresión empleada por Teresa Malo fue que determinadas rondas y controles «eran más propios de dictaduras represoras» (sic) y no se compadecían con el nuevo ambiente. La frase estaba, desde luego, en sintonía con las declaraciones de una recién llegada Rosa Regàs a la BN, cuando describió el acceso de la institución que pasaba a dirigir como «disuasorio» porque había que pasar por muchos controles que «recordaban a un recinto carcelario». La BN era para ella, despectivamente, «un castillo inexpugnable, un caserón empolvado». Ahora, el robo de las láminas de los dos incunables evidencia que ha perdido la inexpugnabilidad y debe hacer reflexionar a nuestras autoridades.

Como ABC relataba ayer, antes de esas discusiones sobre el problema de la seguridad Regàs había pedido a su equipo que no se molestase a los usuarios, ya que había recibido algunas quejas por el trato recibido en los controles de acceso.

Sin embargo, los usuarios con los que ayer pudo hablar ABC, no descartando que algún investigador pudiera excederse en una queja, afirman que nadie pone pegas a pasar los controles. Esta comprensión cambia al hablar del trato verbal recibido por algunos vigilantes -«sobre todo uno calvo que había antes»-, que proferían frases inadecuadas y humillantes a los investigadores, del tipo: «¿Usted qué se ha creído, el dueño de la Biblioteca?» ante cualquier petición. Por insultos de este cariz sí se quejaron repetidamente.

Entonces, ¿por qué no cambiar al vigilante grosero en lugar de aflojar la seguridad? Al parecer, todo esto tiene relación con los cambios introducidos recientemente por Regàs. La nueva política de otorgar acceso como lector con sólo aportar el DNI, y no sólo a investigadores como había sido hasta entonces, no fue acompañada con una suficiente dotación de seguridad en los accesos ni con la diferenciación de la seguridad que precisaban los usuarios normales o lectores y los que acceden al sancta sanctorum.

Sencilla, pero grave, falta de previsión, según algunos empleados, que subrayan que no se cambiaron las condiciones al renovar la contrata de seguridad, solicitando más personal y más equipos. Al margen de lo acertado de esa política de apertura -contraria a la puesta en práctica por Juan Pablo Fusi en tiempos del anterior Gobierno socialista-, una institución que atesora piezas tan singulares de nuestro patrimonio no puede permitirse tanta falta de previsión ni un roto en la seguridad.

La cola en la hora de cierre

Finalmente, la relajación sufrió algunos cambios en octubre, por insistencia de Raldúa. A pesar de todo, no se volvió tan estricta como antes. Un escáner para los bolsos y un arco metálico para las personas son la única medida obligatoria, a la que se suman desde entonces registros aleatorios a la salida. Esta situación ha sido corroborada por una decena de usuarios, que ponen el dedo en la llaga.

«El problema es la cola que se forma a la hora de la salida. Pasan por el mismo y único punto de seguridad -insuficiente, a todas luces tras descubrirse el robo- los lectores comunes, los visitantes del "ciber-café" -así llaman a la sala de ordenadores gratuita que ofrece la BN desde hace unos meses- y los investigadores que han estado en contacto con los más valiosos volúmenes».

De modo que el paisaje ha cambiado, porque hoy resulta imposible comprobar a todo el mundo, más de 300 personas en un día normal, y por ello sólo se hacen registros aleatorios. Aun así, la aglomeración de usuarios ante el arco de salida entre las 20:45 y las 21 horas en que cierra la BN resulta de todo punto mejorable.

También se supone que los incunables se revisan después de cada consulta, y sin embargo algún fallo en esta revisión hizo imposible pillar al ladrón con las manos en la masa. Entre tanto, la investigación de la Brigada de Patrimonio de la Guardia Civil continúa.

Según algunas fuentes, el descubrimiento del robo se produjo mientras se revisaban los incunables para incluirlos en una exposición. Si ello es así, el hurto podría haberse producido meses atrás, incluso durante el periodo del agujero de seguridad. Pero no ha trascendido ni el momento exacto en que se descubrió la falta de los mapas de Ptolomeo mientras se revisaban para una muestra de obras maestras de la BN.

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