la larga guerra del siglo XX. Segunda Guerra mundial (XVIII)
Sangre, sudor y lágrimas
«No tengo nada que ofrecer salvo sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Tales fueron las histórica palabras pronunciadas por Winston Churchill al hacerse cargo del gobierno británico el 10 de mayo de 1940

En efecto, las perspectivas no podían ser peores… Al fiasco de la frustrada intervención en Finlandia y el desastre de la campaña de Noruega se sumaba a partir del 10 de mayo la campaña de Flandes y Francia, que terminaría un mes después con la derrota total de los ejércitos aliados y la desafección francesa.
Las fuerzas británicas habían podido ser evacuadas, pero todo su equipo estaba perdido. Gran Bretaña, refugio de exiliados y excombatientes de toda la Europa ocupada, estaba desarmada y sola frente al nazismo.
Durante los meses de mayo y junio de 1940, los británicos vivieron en la psicosis de un ataque inminente… Por todas partes se veían supuestos quinta-columnistas, submarinos, paracaidistas y comandos alemanes que operaban «impunes» como avanzadilla de la temida invasión.
Desde luego esta posibilidad era completamente real. El 1 de julio, el alto mando alemán da las primeras directrices para el asalto a Gran Bretaña. Y, a pesar de la oposición de la Kriegsmarine , inicia los preparativos para lo que se considera «una travesía forzosa de un curso de agua sobre un amplio frente». El cruce del Canal de la Mancha presenta graves dificultades, pero los estrategas germanos piensan que lo podrán solventar si las fuerzas aéreas británicas, la Royal Air Force (RAF), son eliminadas.
«Der Adlertag»
Mientras los cañones alemanes de largo alcance bombardean desde las costas francesas el territorio británico y las islas del Canal son ocupadas por la Wehrmacht, como preludio de la inminente invasión, Hitler presenta ante el mariscal Göring, jefe de la Luftwaffe, la instrucción nº 17: destruir la aviación británica por cualquier medio. El inicio de la operación fijada inicialmente para el 5 de agosto se pospone por culpa de la climatología hasta el 13: Der Adlertag o El Día del Águila. Comenzaba la Batalla de Inglaterra.
Durante semanas, objetivos estratégicos son blancos de la Luftwaffe: aeródromos, bases aéreas, estaciones de radar, talleres de reparación, etc... Sin embargo, la resistencia británica se intensifica; la red de alerta de RADAR y el eficaz control de mando de la RAF dan sus frutos: las pérdidas germanas son cada vez mayores y no se alcanza ninguna ventaja estratégica importante. Aún así la superioridad material de la aviación alemana pone contra las cuerdas a los pilotos británicos.
Un hecho clave tiene lugar en la noche del 24 al 25 de agosto: aviones alemanes bombardean Londres. En respuesta, aparatos británicos atacan Berlín el 26. Es algo que Göring prometió a Hitler que nunca pasaría. La cólera del Führer es total: «arrasará» las ciudades británicas.
Así, ordena un cambio en la estrategia: hasta ese momento, la ofensiva aérea se ha volcado en anular a la RAF como fuerza de combate, los objetivos han sido principalmente militares. Sin embargo, tras el bombardeo de Berlín, la Luftwaffe se vuelca en destruir las ciudades británicas y en acabar con la capacidad de resistencia de su pueblo.
El «Blitz»
El 17 de septiembre se inicia esta nueva fase de la Batalla de Inglaterra, el Blitz. Más de 300 bombarderos, escoltados por un número superior de cazas alemanes, atacan Londres. Los incendios y la destrucción se propagan por toda la ciudad. La invasión se considera inminente.
Los ataques se extienden por otras ciudades británicas, que sufren día y noche los terribles efectos de las bombas. La vieja ciudad de Coventry dará su nombre (conventrizar) al arrasamiento de una población.
Sin embargo, este cambio de estrategia por parte de los alemanes proporciona un alivio a la RAF, que puede reparar los desperfectos en los campos de aviación, preparar nuevos pilotos, reponer su sistema de detección y lanzarse de nuevo al combate en mejores condiciones. Las defensas antiaéreas y la RAF redoblan sus esfuerzos.
La resistencia tiene tal intensidad y las pérdidas en aviones son tan altas para la Luftwaffe que la invasión de Gran Bretaña sufre sucesivos retrasos hasta ser cancelada. La aviación británica ha prevalecido sobre la alemana, que, si ha probado ser un arma táctica inigualable en el apoyo a las fuerzas de tierra durante las campañas en Europa, ha de hacer frente a un nuevo fracaso estratégico, el segundo, tras no haber podido impedir la evacuación de Dunkerque .
«Nunca tantos debieron tanto a tan pocos». Una nueva la frase de Winston Churchill hace justicia a la lucha de los pilotos de la RAF, que, en medio de los desastres de los primeros años de la guerra, permitieron a Gran Bretaña continuar la lucha.
Alejada la amenaza de la invasión, se puede ahora pensar en establecer nuevos frentes. Si bien volver a Europa es una quimera, la presencia italiana en África es una amenaza que debe ser neutralizada: el Mediterráneo, Libia y Egipto y el África Oriental Italiana van a pasar a ser el nuevo foco de la acción.
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