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Los Premios Nobel españoles: ciencias y letras

Ocho han sido los españoles que han recibido el prestigioso galardón a lo largo de la Historia. Seis de ellos, literatos, y dos, científicos

Los Premios Nobel españoles: ciencias y letras EFE

FERNANDO R. LAFUENTE

Con más de un siglo de historia los Premios Nobel logrados por científicos y escritores españoles reflejan un cierto desequilibrio si atendemos al caudal de conocimiento e investigación científica y creación literaria surgido en España a lo largo del siglo XX. Pero también apunta hacia una constante que marca la vida española a través de los tiempos. De los que alcanzaron el premio dos fueron científicos ( Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa ) y seis literatos ( José Echegaray, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa ). Una notable diferencia en cuanto al número.

La ciencia era la cenicienta en el baile majestuoso de los reconocimientos, y esa orfandad señalaba un hueco en la sociedad investigadora y, al tiempo, un ejercicio de heroicidad por quienes lo lograron, al luchar estos con ímpetu, decisión y ejemplaridad en unas condiciones precarias y sin el apoyo que en otras naciones contaban sus pares. Por ello, los dos científicos, pero de manera especial Ramón y Cajal (Severo Ochoa buena parte de su carrera investigadora la realizó en Estados Unidos), porque lo suyo fue heroico , merecen un homenaje especial. Alentaron el orgullo de su patria al superar, en condiciones extremas, el ambiente general. Y esa sí es una cualidad para sentirse orgullosos de ellos y de su condición de españoles.

Echegaray: un premio polémico

Sin embargo, España también era una nación de paradojas , pues un hecho insólito en la historia del premio ocurrió cuando el primer galardonado, el científico, político y escritor José Echegaray fue laureado en 1904 . Fue la primera vez, y podría aventurarse que la única, en la que los propios compatriotas se opusieron , con manifestación pública incluida, a que le fuera concedido tal premio, como Pío Baroja y Azorín . Así nacía, en un ambiente tan enmarañado, la historia de los Premios Nobel españoles. Curiosamente, Echegaray ya por aquellos años era considerado el más grande matemático español del siglo XIX, pero obtuvo el premio de Literatura.

Dos años después, una estela de orgullo hacia la comunidad científica española llenaba los titulares de la prensa internacional, Santiago Ramón y Cajal recibía el Premio Nobel (1906) en un ámbito hasta entonces extraño para la sociedad española como era la investigación y la ciencia. Y piénsese que merecía tan prestigioso galardón apenas dos años después de que otro español lo hubiera recibido. Ramón y Cajal hoy continúa siendo el científico español más citado en las revistas científicas y sus descubrimientos, caso solo semejante al de Einstein, no han sido superados más de cien años después.

Genuinamente español

Jacinto Benavente que lo recibió en 1922 , encarnaba algo genuinamente español y es la pasión por el teatro . Benavente era un autor con proyección internacional, sobre todo a partir del estreno de la que quizá es su obra maestra, «Los intereses creados» (1907), en la que a la commedia dell’arte de origen italiano le añadió el fermento de unos usos y particularidades españolas de notable eficacia.

Pasarían más de treinta años hasta que otro español, extraordinario, creador de la poesía contemporánea, infatigable con su obra, riguroso en su ejecución, obsesionado con la construcción de una poesía íntima y trascendente llegara hasta la ceremonia de Estocolmo, Juan Ramón Jiménez (1956) . En él se premiaba a Lope, a Quevedo, a la gran lírica nacional . Fue un premio aplaudido desde todos los ámbitos literarios del mundo. Y se hacía justicia con la voz de los que, tras la Guerra Civil, habían salido de su propia tierra.

Alguien que, también, vivía fuera de España, en Estados Unidos, pero que conservaba las esencias de su extraordinaria formación gracias a las becas de la Junta de Ampliación de Estudios, Severo Ochoa , obtendría el Nobel de Fisiología en 1959 por sus investigaciones, sin parangón, en el campo de la bioquímica y la biología molecular, código genético. Un hombre de ciencia recuperaba la huella que medio siglo antes Ramón y Cajal había inaugurado.

La España de la reconciliación

Hacia la mitad de la década de los años setenta del siglo pasado la sociedad española emprendía una de los más brillantes y memorables períodos de su historia, la Transición política , y la Academia quiso reconocer en Vicente Aleixandre (1977) , no solo al poeta autor de una cuidada y delicada obra poética, sino al miembro de la Generación del 27 , internacionalmente admirada, estudiada y leída, sino, también, a esa España que emprendía una nueva navegación, esta vez decisiva, en su bagaje histórico. En cierto sentido, el Premio a Vicente Aleixandre era dedicado a la España de la reconciliación , y aparecía la sombra de Federico García Lorca , como icono universal del grupo.

El Nobel a Cela fue un homenaje a la gran novela españolaUna docena de años después otro español lograba el diploma. En 1989 , Camilo José Cela , por fin, acariciaba la gloria tan querida. El premio al autor de «La colmena» era un homenaje a la gran novela española , a la nación en donde había surgido el género con Cervantes, y a la tradición tan propia de la novela picaresca.

Y como colofón, un español americano o un americano español, Mario Vargas Llosa , ya en el siglo XXI ( 2010 ), rubricaba la constelación de literatos que enmarcan la nómina de los elegidos. La novela americana , la lengua española hoy más americana que española, en la voz de Vargas Llosa recreaba la ficción como un f ascinante juego de espejos desde Cervantes. Los Nobel españoles se hacían grandes con el autor de «La fiesta del chivo». Y se abría un horizonte de sereno porvenir hacia las próximas décadas.

Los Nobel, a pesar de sus caprichos , si han dibujado en sus galardones la huella indeleble de la sociedad española , con sus pasos dudosos (ciencia) y firmes (letras) para fijar un lugar en el mundo. Y alentar, así, los días que vendrán.

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