ANÁLISIS

Una propuesta cosmética

JULIÁN HUETE CERVIGÓN y JULIÁN HUETE CERVIGÓN

Tarde y mal. Así llega el rigor y control del gasto al Ayuntamiento de Cuenca. Juan Ávila nos presenta una «reducción de liberados» cuando no le queda más remedio, a beneficio de inventario, y pretende venderla como un gran gesto de austeridad, un acto de responsabilidad para el que pide también la responsabilidad de la bancada de la oposición.

Vaya por delante que esa corresponsabilidad la tiene y que desde el PP, su portavoz Pedro J. García Hidalgo, ha sido el primero en apuntarse a la reducción de liberados. Ese no es el tema y por ahí no escuece la propuesta.

Escuece porque es una propuesta cosmética, que no aborda el fondo del problema y que está pensada para lavar la cara de Juan Ávila.

Es cosmética porque se hace cuando la nueva Ley de Bases del Régimen Local, que apunta en esta dirección como imperativo legal, está ya en su recta final; es una reforma a beneficio de inventario porque está pensada para estorbar la tarea de control de la oposición a la que castiga, proporcionalmente, mucho más que al Equipo de Gobierno y, lo más lamentable, no aborda el fondo del problema que es la manera de gestionar, de entender la acción política, de Juan Ávila.

Juan Ávila ha perdido año y medio sin adoptar una sola medida encaminada a corregir la situación financiera del Ayuntamiento. Una situación estructural grave que conocía perfectamente no sólo porque ya había sido teniente de alcalde en este Ayuntamiento, sino porque cuando ganó las elecciones lo hizo con las cuentas de la institución aprobadas y fiscalizadas. Ávila ignoró toda esta información -que sí utilizó de manera profusa en campaña electoral- y creó una macroestructura de Gobierno en la que la legión de liberados es sólo la punta del iceberg. Una temeridad que ni Cuenca se podía permitir ni era necesario.

Aplicando medidas de racionalidad y control desde el primer segundo de la legislatura, sólo con la reducción de número y sueldos de los liberados del Equipo de Gobierno y de sus asesores, en la Diputación Provincial ya garantizábamos un «no gasto» de 700.000 euros. Y digo bien, «no gasto» porque lamentablemente ese dinero lo estamos invirtiendo en sanear las cuentas de la Diputación: una situación inicial en la que partíamos con una deuda que supone el 96% del presupuesto, unas tensiones de tesorería que no garantizaban pagos más allá de seis meses y unos remanentes de tesorería que no sumaban los 300.000 euros. Había que tomar medidas de control del gasto de manera imperiosa.

El cierre del ejercicio 2012, aunque los datos son todavía provisionales, nos lleva a un escenario distinto: hemos sido capaces de rebajar la deuda en 16 puntos, el remanente de tesorería ronda los 23 millones y hay previsión temporal de existencias en tesorería para 124 meses. Y a pesar del esfuerzo que se ha realizado, hay que destacar que La Diputación Provincial no ha descuidado en absoluto sus deberes: más de la mitad de los presupuestos de este año están destinados a transferencias e inversiones para cubrir las necesidades de los municipios, hemos sido capaces de sanear el Consorcio de Emergencias y garantizar su continuidad, conscientes de que esta es la mejor manera de «estimular» la economía.

No ha sido fácil y no podemos cantar victoria porque a pesar de estos datos la situación sigue siendo muy peligrosa. Pero este es el resultado de una gestión sería, que ha abandonado los adornos y guiños a la galería, simplemente porque no se los puede permitir.

Ahí es donde está la clave. Si hubiéramos aplicado las recetas de Ávila, ya en 2011 el déficit de la Diputación habría alcanzado los 18 millones de euros. Ávila, al frente de la Diputación, gastaba de media un millón y medio mensuales -cada mes- más de lo que ingresaba. Así es como se genera un déficit en 2010 de 8 millones de euros y en 2011, a pesar de nuestros esfuerzos, de 11 millones de euros. Así y gastando las subvenciones para programas como el Moderniz@, o el ICDEA, sin poner en marcha ni uno ni otro.

Esta es la seriedad que le falta al Gobierno Municipal de Cuenca. Durante año y medio han estado tocando las palmas esperando que otros les saquen las castañas del fuego, mirando para otro lado sin atreverse a tomar medidas y provocando que una situación mala pase a casi terminal. Ejemplos hay muchos: ¿Qué han hecho con la Fuensanta?; ¿dónde está el dinero de la tasa de basuras que los ciudadanos pagamos sin que el Ayuntamiento abone el servicio?; ¿qué ha pasado con las instalaciones deportivas?, ¿ahora son para ricos?, ¿qué está pasando con el agua?, ¿la va a malvender para financiarse una campaña de imagen?

Lo que vemos es que Ávila sigue tirando con pólvora del rey sin darse cuenta de que lo que están poniendo en peligro no son «sus liberaciones». Son los servicios municipales, cada vez más caros y peores, y el salario de los trabajadores del Ayuntamiento. Así de simple. Bien, en abstracto, por la reducción de liberados. Nunca debió tener tantos para tan poco. Pero lo que tiene que hacer de verdad el señor Ávila es comenzar a gobernar: en lugar de preguntarse para qué le sirve a él el Ayuntamiento, sería bueno que empezase a preguntarse para qué lo necesitan los ciudadanos.

Una propuesta cosmética

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