El Triángulo de las Bermudas espacial o agujero magnético
Causa estragos en la tecnología y los que lo han experimentado en primera persona lo describen como un destello de luz
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La historia está plagada de testimonios y teorías sobre el Triángulo de las Bermudas. Un punto maldito en las cartas de navegación. Sin embargo, no es menos cierto a la par que menos conocido que existe su equivalente en el espacio. Una misteriosa anomalía que los científicos han intentado resolver. Y no solo causa estragos en la tecnología del espacio, los que los han experimentado en primera persona lo describen como un destello de luz.
El exastronauta de la NASA Terry Virts contaba a los medios su vivencia, cuando despegaron una mañana fría de febrero en la madrugada de 2010. Tenían como misión terminar de construir la Estación Espacial Internacional (EEI) y estaban a una altura de unos 400 kilómetros sobre la superficie de la Tierra. Su quinto día en el espacio había pasado sin contratiempos, Virts se preparaba para dormir y cuando cerró los ojos notó un enorme fogonazo blanco. «Los abrí y pensé, ¿qué ha sido eso?», relataba. Solo unos días después empezó a notar que le sangraba la cara y tenía la piel inflamada e irritada. El médico le diagnosticó cáncer de piel. Virts había sufrido en tan solo dos semanas los efectos del conocido coloquialmente como 'Triángulo de las Bermudas espacial o agujero magnético. Y los destellos de luz que experimentó eran partículas de radiación.
Esta zona resulta un verdadero dolor de cabeza a la hora de calcular la trayectoria de los satélites o los paseos espaciales. Y algunos científicos piensan que los efectos a largo plazo de este agujero pueden ser más graves de lo imaginado. Dado que sus secuelas no solo se pueden dejar sentir en el espacio. Esta anomalía está creciendo y podría extenderse. De ahí que John Tarduno, geofísico de la Universidad de Rochester que lleva años estudiando este fenómeno, llegó a teorizar que podría provocar en la Tierra la rotura de la capa de ozono. Y los expertos de la BBC señalan que esta anomalía «puede cambiar no solo nuestra forma de vida, sino también nuestra forma de evolucionar».
Fisuras
Este fenómeno se descubrió en 1958 cuando se envió el primer satélite estadounidense al espacio, el Explorer 1, que portaba un contador Geiger. Javier Cubas, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio, explica a ABC que el Triángulo de las Bermudas espacial es una zona del espacio, en órbitas bajas, donde los satélites tienen mucho más riesgo de fallar y por tanto «desaparecer». Las semejanzas con el Triángulo de las Bermudas serían que un satélite perfectamente operativo y sin ningún problema técnico podría dejar de funcionar repentinamente y sin causa aparente al orbitar sobre esa determinada zona.
Cubas señala que los fallos de los satélites se producen porque en esa región del espacio la radiación es mucho más alta que en otras zonas de la órbita baja (menos de 1.000 km de altura). La mayoría de esas partículas energéticas vienen del Sol y las lanza continuamente contra la Tierra, pero su campo magnético hace de paraguas protegiéndonos de ellas. Ya sea manteniendo a esas partículas bastante lejos de la superficie o atrapando muchas de ellas y formando dos anillos que se conocen como los Cinturones de Van Allen, que son como las líneas que se forman cuando acercamos a un imán a unas limaduras de hierro.
![Representación artística de los cinturones de Van Allen](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/03/01/berm2-U01233264178Avc-760x600@diario_abc.jpg)
«Estos anillos están relativamente lejos de la tierra, el anillo interior a unos 1.000 km de la superficie, y a 12.000 km, el exterior. Por lo que los satélites que vuelan en órbitas bajas por debajo de 1000 km también están protegidos por el escudo magnético terrestre. Pero en la zona del Atlántico Sur este escudo falla, y las partículas del cinturón se acercan a solo 200 km de la superficie terrestre», afirma Cubas. Es el punto más cercano entre las partículas cargadas de Van Allen y la superficie de la Tierra, y también es la parte donde el campo magnético, que protege a la Tierra de las radiaciones del espacio, es más débil.
Efectos
Cubas indica que los materiales del satélite pueden ver transformadas sus propiedades. A veces el fallo es tan sutil como que un bit de la programación del satélite cambia al ser golpeada la memoria del satélite por una partícula energética. Y el sistema operativo del satélite deja de funcionar solo porque un 1 ha sido cambiado por un 0.
Y las personas también sufren esa radiación ionizante. Si un astronauta cruzase esa anomalía sin protección sería como si le hiciesen cientos de radiografías a la vez. La radiación daña el ADN e incrementa el riesgo de sufrir enfermedades como el cáncer o cataratas.
Soluciones futuristas
Una posible solución es escoger una órbita ecuatorial que apenas cruzaría este agujero. «Pero las órbitas más interesantes son las polares, ya que permiten observar toda la Tierra, sin embargo están condenadas a cruzar el Triángulo de las Bermudas espacial varias veces al día», afirma Cubas Para reducir el impacto de esta anomalía se puede proporcionar un blindaje extra a las naves. Ésa fue la opción adoptada por la EEI.
Como medidas adicionales muchos satélites llevan circuitos redundantes. Y «a más largo plazo hay algunas propuestas un poco difíciles todavía de realizar. Por ejemplo, la anomalía se podría vaciar haciendo volar un gran cable conductor a través de ella para intentar descargar la radiación, como si fuese un gran pararrayos», establece Cubas.
También se estudia cómo proteger a los astronautas de la radiación en esta zona. Para ello los biólogos han llegado a estudiar los organismos extremófilos. Criaturas microscópicas que han evolucionado para sobrevivir en los entornos más extremos imaginables. El llamado 'Deinococcus radiodurans' podría tener un papel fundamental en los viajes espaciales, porque cuando esta especie es bombardeada con radiación y se produce la rotura de su ADN, es capaz de utilizar sus increíbles propiedades para reparar cualquier desperfecto de una forma rápida.
Un plan muy futurista expuesto a la BBC sería encontrar los genes responsables de este mecanismo de reparación e incorporarlo al ADN humano. Consiguiendo inmunidad ante el posible cáncer provocado por la radiación en el espacio.
La anomalía se mueve
Y algo destacable de esta anomalía es que no es estática. De hecho, un equipo de científicos del Instituto Nacional de Astrofísica de Bolonia, en Italia, en 2014, analizando los datos sobre el llamado triángulo de las Bermudas espacial, a partir de la información recogida por el satélite BeppoSax, descubrió que es un fenómeno muy activo. Y encontró que este agujero se estaba moviendo lentamente hacia el este, a unos 34 kilómetros por año, hacia África.
Un resultado que coincide con lo descubierto por el experto Jürgen Matzka que viajó hasta Tristán de Acuña, la isla habitada más remota del mundo. Y construyó, en 2009, un observatorio para analizar el centro de la anomalía. Observó que la fuerza del campo magnético terrestre se ha debilitado en todo el planeta durante el último siglo, pero en la anomalía lo ha hecho mucho más de lo esperado.
Mientras que el campo magnético se está debilitando globalmente un 5% cada 100 años. «En Tristán de Acuña, en la zona de la anomalía, el campo magnético se ha debilitado un 5% en 20 años. Es decir una reducción cinco veces más fuerte que en el resto del mundo. Y entre 2016 y 2019, se detectó un aumento en dirección a África», declaró a los medios.
Asimismo, John Tarduno, geofísico, ha estudiado la llanura sudafricana. Esto se debe a que en el centro de la Tierra hay un núcleo metálico sólido rodeado por un núcleo externo de hierro líquido. Y es el movimiento de este hierro líquido lo que genera el campo magnético a nuestro alrededor. Pero como el núcleo externo es fluido, puede causar cambios impredecibles en la intensidad del campo magnético. Y Tarduno piensa que la geología tan inusual del manto bajo África, justo por encima del núcleo externo, está causando extraños movimientos del hierro fundido.
Movimientos que podrían explicar las caídas recurrentes en la fuerza del campo magnético. Y quizás sea también el origen de la anomalía. Si fuera el caso, tanto el crecimiento del Triángulo de las Bermudas espacial como el rápido debilitamiento actual del campo podrían ser una señal de cambios mucho más drásticos
No obstante, Cubas apunta que solo sabemos de la existencia del Triángulo de las Bermudas espacial desde los años 50, por lo que la comunidad científica no está segura. De momento solo podemos esperar y seguir observando cómo se comporta por sí puede decirnos algo de lo que podría suceder en el futuro.
En ese sentido se debate si esta anomalía puede ser el aviso o no de una inversión de los polos. «Si fuese así, es probable que viésemos variaciones extrañas en el campo magnético de la Tierra. Éste podría debilitarse e incluso podrían aparecer otras anomalías en otras zonas», afirma Cubas.
Inversión de los polos
Los expertos han calculado que el campo magnético se ha invertido unas 170 veces en los últimos 75 millones de años, por lo que no es una idea descartable. En ese caso las consecuencias, aquí abajo, serían muy serias.
A nivel natural, habría cambios drásticos en el clima, veríamos auroras boreales en España y algunas especies migratorias que dependen del campo magnético para orientarse se extinguirían. En los humanos notaríamos un aumento de los casos de cáncer y de otras enfermedades relacionadas con el ADN.
Además, el sustento tecnológico de nuestra era se desplomaría. «Sabemos que no nos extinguiríamos, porque la humanidad ha sobrevivido a varios inversiones del campo magnético, pero el escudo magnético protector de la Tierra desaparecería o se debilitaría mucho durante largos periodos de tiempo, por lo que nuestros móviles y ordenadores, incluso las centrales eléctricas empezarían a fallar», indica Cubas.
La mayoría de satélites utilizan el campo magnético de la Tierra para orientarse por lo que quedarían inoperativos, puede que para siempre. En cuanto a los astronautas que estuviesen en la Estación Espacial Internacional, tendrían que bajar rápidamente a tierra para no sufrir daños en su salud y no podríamos volver a tener una estación espacial hasta dentro de muchos años. «Pero esperemos que no llegue a suceder hasta que estemos preparados», reflexiona Cubas.
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