primer estudio sobre el populismo en la ciencia
Tres de cada diez españoles creen que se les engaña sobre la eficacia de las vacunas
El primer estudio sobre el populismo en la ciencia en España muestra hasta qué punto los ciudadanos se fían más del «sentido común» que de las evidencias científicas
La mitad de los científicos españoles son insultados o acosados tras aparecer en los medios
Desde la negación del cambio climático al miedo a las vacunas, los movimientos populistas cuestionan la veracidad de la ciencia y desprecian a las élites académicas que la producen. Mandatarios como Donald Trump o Javier Milei lo han llevado al extremo. El primero, que irresponsablemente propuso tratar el coronavirus con una inyección de desinfectante, sugirió que el «instinto natural» y el «sentido común» de la gente corriente están por encima de los «inútiles» conocimientos científicos. El segundo se refirió como casta a los investigadores, «que creen que tener una titulación académica los vuelve superiores». Estas ideas corren como la pólvora en las redes sociales, pero quizás no calan tanto en la ciudadanía como se cree.
Por primera vez, un estudio llevado a cabo por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) ha medido las actitudes populistas de los españoles relacionadas con la ciencia y las ha mostrado en una escala. Una gran mayoría, el 71,4% de los encuestados, se encuentran en la mitad inferior de la misma, un 25% en un punto intermedio y solo el 3,6% de la población muestra esas actitudes. Esta minoría prioriza la «sabiduría popular» de la gente frente a una élite académica que solo «defiende sus intereses», y defiende el derecho a determinar el «conocimiento verdadero». Para esta minoría, los resultados del método científico no tienen ningún valor frente al «esto se ha hecho toda la vida y no ha pasado nada».
Según el trabajo, llevado a cabo con cerca de un millar de personas usuarias de internet, los niveles promedio de populismo científico son similares para los hombres y las mujeres, las personas que viven en un hábitat urbano y en uno rural. Tampoco parece influir la edad. En cuanto a la educación, las personas con formación universitaria tienen una puntuación ligeramente inferior que aquellos con estudios secundarios. La posición ideológica tampoco está relacionada aunque sí existe una relación positiva con el nivel de religiosidad. Sorprendentemente, aquellos que muestran más interés por la ciencia participan en actividades y consumen más información de este tipo resultan tener más ideas populistas, aunque los autores creen que esto se debe a su interés por participar en los procesos de decisión de la ciencia.
Salud pública
Además, la investigación explora otras cuestiones relevantes como las actitudes hacia las vacunas. Aunque la gran mayoría de los encuestados están de acuerdo con la necesidad de vacunar a los niños y rechazan ideas falsas como que las inyecciones provocan autismo, el 35,6% creen que las compañías farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas y un porcentaje algo inferior afirma que se engaña sobre su eficacia o directamente se falsifican los datos al respecto.
En cuanto a otras tecnologías, los españoles «valoran el tren de alta velocidad y los aerogeneradores como las más beneficiosas, mientras que muestran más prejuicios frente a la energía nuclear, la robotización del trabajo y la experimentación con fines médicos», explica Celia Díaz, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid y codirectora científica del estudio.
Según Díaz, la población cree que la ciencia «debe priorizar la mejora de la salud pública (91%), resolver problemas energéticos y reducir la pobreza». Por el contrario, da menos prioridad al desarrollo de la defensa y la tecnología militar. Aunque una gran mayoría de la población entrevistada (91%) cree que mejorar la salud pública debería ser prioritario, solo el 36,6% considera que la ciencia le da la máxima prioridad a este tema.
La mayoría también considera que los científicos deberían comunicar su trabajo al público en general. Y valora que estos permanezcan independientes frente a los políticos, pero hay un acuerdo generalizado en que las evidencias científicas se deben integrarse en la política. Confían en la capacidad formativa de los científicos, en su cualificación, en que están preocupados por el bienestar de las personas e interesados en mejorar la vida de los demás. Hay un apoyo bastante generalizado a la inversión en materia de investigación, con una media de acuerdo de 8,9 sobre 11 en que «debería destinarse más dinero a la investigación científica».
Pesimismo y enfado
En el informe se recoge también que las principales emociones que suscita el cambio climático son la indefensión, el pesimismo y el enfado. Las emociones aumentan en intensidad entre quienes confían más en el personal científico. Las mujeres son las más preocupadas y los fenómenos percibidos con mayor impacto, las olas de calor y la sequía.
Una gran mayoría de los encuestados muestra un gran apoyo a diferentes medidas contra el cambio climático, como proteger zonas sensibles o aumentar las energías sostenibles. Sin embargo, incrementar los impuestos a los combustibles fósiles o a los alimentos con una alta huella de carbono generan un mayor nivel de rechazo. También predominan las actitudes negativas respecto a cómo el gobierno afronta este reto. Los encuestados «están en desacuerdo con que el gobierno protege a las generaciones futuras, que hace lo suficiente para evitar el cambio climático o se toma en serio mis preocupaciones», apunta Pablo Cabrera Álvarez, investigador en la Universidad de Essex (Reino Unido) y codirector científico del estudio.
Para Díaz, los resultados revelan que la ciencia debe tener «un mayor grado de apertura, conocer cuáles son los problemas de la gente, los grandes desafíos globales y comunicar mejor a la población».
«Una mayoría de personas está de acuerdo con que la investigación tiene un papel muy relevante que jugar en nuestra sociedad, pero en cierto modo se sienten excluidas. Piensan que la investigación no aborda temas que son importantes para ellos y consideran que los científicos no tienen en cuenta otras opiniones. Desde la investigación y su comunicación deberíamos hacer un esfuerzo por ser más transparentes y escuchar y comprender las opiniones y preocupaciones de la gente. La ciencia no se rige por el principio de autoridad, no deberíamos esperar un apoyo basado en ella» afirma Cintia Refojo, responsable de la Unidad para el Avance de la Comunicación Científica de FECYT y una de las coordinadoras del estudio.
MÁS INFORMACIÓN
El estudio se engloba como parte del proyecto TISP (Trust in Science and Science-Related Populism), un consorcio de más de 240 investigadores de todo el mundo que pretende analizar los factores que afectan a la confianza en la ciencia y el populismo científico en 68 países.
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