La Tierra pudo tener su propio sistema de anillos
Un nuevo estudio ha llegado a la conclusión de que hace 466 millones de años un gran asteroide se acercó a nuestro planeta, se desintegró y sus restos formaron un anillo de rocas que fueron cayendo sobre la Tierra a lo largo de millones de años
![Imagen creada con el generador de imágenes por IA de Bing, de Microsoft](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/09/18/tierra-anillos-RCf5WA5Ro2mlfuPgScZpwqJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Un equipo de investigadores de la universidad australiana de Monash acaba de hacer un descubrimiento que desafía lo que creíamos saber sobre la historia antigua de la Tierra. Y es que, al igual que otros mundos del Sistema Solar, nuestro planeta también podría haber tenido ... su propio sistema de anillos. La evidencia, según se explica en un artículo recién publicado en 'Earth and Planetary Science Letters', sugiere que esos anillos se formaron hace unos 466 millones de años, al comienzo de un período de intenso bombardeo de meteoritos conocido como 'pico de impacto del Ordovícico'.
La sorprendente hipótesis surge de detalladas reconstrucciones de las placas tectónicas en el período Ordovícico que señalan las posiciones de 21 cráteres de impacto de asteroides, todos ellos próximos al ecuador a pesar de que más del 70% de la corteza continental de la Tierra se encontraba entonces fuera de esta región. Una anomalía que hasta ahora las teorías convencionales no habían conseguido explicar.
Fragmentos de un asteroide
Según los autores, este extraño patrón de impactos se produjo después de que un gran asteroide tuviera un encuentro cercano con la Tierra. Cuando el asteroide sobrepasó el 'límite de Roche' (la distancia mínima de un cuerpo masivo que un objeto puede soportar antes de desintegrarse), se rompió en pedazos debido a las fuerzas de marea, formando un anillo de escombros alrededor del planeta, similar a los anillos que se ven hoy alrededor de Saturno y otros gigantes gaseosos.
«Durante millones de años -explica Andy Tomkins, autor principal del estudio-, el material de ese anillo fue cayendo gradualmente a la Tierra, creando el pico de impactos de meteoritos que se observa en el registro geológico. También vemos que las capas de rocas sedimentarias de este período contienen cantidades extraordinarias de restos de meteoritos. Pero lo que hace que este hallazgo sea aún más intrigante son las posibles implicaciones climáticas de dicho sistema de anillos».
Los investigadores, en efecto, creen que el anillo podría haber proyectado una sombra sobre la Tierra, bloqueando la luz solar y contribuyendo a un importante evento de enfriamiento global conocido como 'Hirnantiense'. Este período, que ocurrió cerca del final del Ordovícico, está reconocido como uno de los más fríos de los últimos 500 millones de años de la historia de la Tierra.
«La idea de que un sistema de anillos podría haber influido en las temperaturas globales -prosigue Tomkins- añade una nueva capa de complejidad a nuestra comprensión de cómo los acontecimientos extraterrestres pueden haber moldeado el clima».
![Áreas de corteza continental que en el Ordovícico estaban próximas al ecuador. Las que son más antiguas que el Ordovícico se indican en color salmón, las rocas del Ordovícico son en azul oscuro y las más jóvenes en color gris. El azul claro indica lagos en Europa y Rusia. Los puntos rosados son los cráteres de impacto del Ordovícico](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2024/09/18/earth-may-have-had-a-r_20240918145804-U74130558425ZMi-760x955@diario_abc.jpg)
Explicando el patrón de impactos
Normalmente, los asteroides caen en lugares aleatorios, por lo que vemos cráteres de impacto distribuidos uniformemente tanto en la Tierra como, por ejemplo, en la Luna o Marte. Intrigados por la aparente regularidad de los impactos del Ordovícico, los investigadores estudiaron al detalle su distribución para comprobar si era o no aleatoria. Para lo cual calcularon la superficie continental que, en esa época, era capaz de preservar los cráteres.
Tomkins y su equipo se centraron en cratones estables e intactos, con rocas más antiguas que el Ordovícico, y excluyeron áreas enterradas bajo sedimentos o hielo, regiones erosionadas y aquellas que desde entonces han resultado afectadas por la actividad tectónica. De este modo, lograron identificar las regiones geológicamente más adecuadas para preservar los cráteres en diferentes continentes, como se aprecia en el mapa que acompaña a estas líneas. Entre ellas, partes de Australia Occidental, África, el cratón de América del Norte y pequeñas zonas de Europa.
Gracias a estos datos, los científicos pudieron determinar que en el Ordovícico sólo el 30% de la superficie terrestre que era adecuada estaba cerca del ecuador, a pesar de lo cual todos los cráteres de impacto de ese período se encontraron en esta región. Algo que tiene las mismas posibilidades de suceder que obtener cruz 21 veces seguidas lanzando al aire una moneda.
Las implicaciones de este hallazgo se extienden más allá de la geología, lo que llevó a los científicos a reconsiderar hasta qué punto los eventos celestes son capaces de influir en la historia evolutiva de la Tierra. Tomkins, además, se pregunta si en la larga historia de nuestro planeta pudieron haberse formado otros sistemas de anillos y, de ser así, qué influencia tuvieron en el desarrollo del planeta e, incluso, de la vida que hay en él.
De lo que no cabe duda es que este trabajo abre una nueva frontera en el estudio del pasado de la Tierra y enriquece el tipo de interacciones entre nuestro mundo y el cosmos en general.
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