¿Por qué nos ruborizamos cuando nos avergonzamos?
ciencia cotidiana
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En situaciones incómodas o embarazosas nos ruborizamos de forma transitoria, lo que los ingleses denominan 'flushing', un proceso fisiológico que se produce por la dilatación de los vasos sanguíneos de la piel, en especial los situados a nivel de las mejillas.
Algunos estudiosos defienden que el ser humano es el único animal de su familia biológica que tiene la cualidad de ruborizarnos. Y es que ya lo dijo Charles Darwin, el rubor es la «más peculiar y la más humana de todas las expresiones».
De lo que no parecer existir ningún tipo de duda es que el flashing es un mensaje encriptado que permite, de alguna forma, la convivencia humana, es cierto que no es una experiencia placentera pero sí una forma de aceptar nuestro error social. De alguna forma actúa como una disculpa física e involuntaria ante una equivocación.
En este sentido, el profesor Ray Crozier, de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido, defiende que el rubor evolucionó como un medio de código social que propicia que nuestras sociedades funcionen de forma correcta.
Una reacción simpática
La razón por la que no nos gusta sonrojarnos es porque no podemos controlarlo. Y es que cuando intuimos que nos hemos equivocado o cuando mentimos nos invade una sensación de pudor, nos encontramos incómodos. En esos momentos es cuando se produce un disparador automático a nivel de nuestro sistema simpático.
Este sistema forma parte, a su vez, del sistema nervioso autónomo, el cual controla las acciones involuntarias, tales como los latidos cardiacos, la dilatación de los vasos sanguíneos, de la pupila del ojo... Para realizar estas acciones libera dos hormonas, adrenalina y noradrenalina, que se vierten en la sangre y que actúan en todos los tejidos de nuestro organismo.
Si incrementa la secreción de adrenalina se produce un aumento de la frecuencia cardiaca, de la respiratoria, aumenta la sudoración y las venas se dilatan, de forma que la sangre que fluye hacia nuestras mejillas aumenta y la piel adopta una coloración sonrosada característica.
Empáticas y dignas de confianza
No todas las personas se sonrojan por igual, aquellas que tienen la piel más clara, las más emotivas, las más ansiosas o las que necesitan mayor aprobación social son las que lo hacen con mayor frecuencia.
El psicólogo estadounidense Jesse Bering, colaborador habitual de la revista 'Scientific American', defiende que sonrojarse cuando hemos cometido alguna fechoría es interpretado por la gente que nos rodea como una señal de honestidad o arrepentimiento, es decir, es interpretado de forma positiva, lo cual puede ayudar a que seamos perdonados.
En el libro 'The psycological significance of the blush' el psicólogo experimental Peter J de Jong, de la Universidad de Groninga, explica que percibimos como más empáticos y dignas de confianza a aquellas personas que se ponen coloradas.
El miedo al rubor facial
A pesar de todo, no faltan voces autorizadas que se sitúan en el extremo contrario, que defienden que el rubor puede tener connotaciones negativas, ya que el observador puede pensar que una persona inocente nunca tendría por qué sonrojarse.
MÁS INFORMACIÓN
Hace más de cien años que el neurólogo francés Pierre Janet incluyó la eritrofobia dentro del grupo de las fobias a situaciones especiales. Etimológicamente este vocablo procede del latín eritro (rojo) y phobos (miedo) y consiste en el miedo irracional a ruborizarnos en público. A este trastorno también se le conoce con el nombre de ereutofobia, de ereutho, rojo, y phobos, miedo. Aunque la eritrofobia se pueda presentar de forma aislada suele formar parte de los trastornos de ansiedad.
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