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Más rápido, más barato y... realizable: proponen un plan revolucionario para terraformar Marte

Según los investigadores, el nuevo método es 5.000 veces más eficiente que cualquiera de los anteriores y permitiría ver los primeros resultados en apenas unos meses

La verdad detrás de las posibles señales de vida antigua en Marte: «Nadie está hablando de pruebas incontrovertibles»

Terraformar Marte, un viejo sueño de la Humanidad Daein Ballard/Wikimedia Commons
José Manuel Nieves

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Terraformar Marte. Devolver al mundo vecino, hoy árido y frío, su esplendor de antaño, con ríos y mares en su superficie y una atmósfera respirable en un cielo que ya no será rojo, sino de un azul brillante. Convertir, en definitiva, a Marte en un lugar habitable, un segundo hogar para el hombre.

Ese es el sueño que desde hace casi un siglo acarician muchos científicos, el mismo que Carl Sagan ya propuso en 1971 y al que se han dedicado toda clase de ideas, desde convertir una de sus lunas en un pequeño sol hasta inundar su tenue atmósfera con miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero, o sembrar el planeta entero con líquenes y bacterias capaces de producir oxígeno en la cantidad suficiente. Planes en su mayoría irrealizables, o extremadamente caros y que, en el mejor de los casos, tardarían siglos enteros en llevarse a cabo.

Pero todo eso podría cambiar gracias a un estudio revolucionario recién publicado en 'Science Advances' por un equipo de investigadores de las universidades de Florida Central, Northwestern y Chicago. Un estudio que, por primera vez, permite abordar la terraformación de Marte con un plan técnicamente posible, mucho más económico que cualquiera de los anteriores y que, además, podría llevarse a cabo en un tiempo récord.

Partículas metálicas

El nuevo método, que se basa en fabricar y liberar a la atmósfera diminutas partículas metálicas en forma de 'varillas', permitiría que la temperatura media de Marte, que hoy es de cerca de -65 grados, aumente 10 grados en apenas unos meses y pase a ser adecuada para la vida, al principio sólo bacterias y cultivos, en apenas unas décadas. Según los investigadores, el método propuesto es 5.000 veces más eficiente que cualquiera de los anteriores.

Los planes de terraformación de las décadas de los ochenta y noventa, en efecto, proponían llevar hasta Marte, desde la Tierra, millones y millones de toneladas de gases de efecto invernadero para conseguir allí lo que, de forma involuntaria, ya estamos haciendo en aquí, en nuestro propio planeta: conseguir un aumento de las temperaturas. Lo malo es que se necesitarían muchos millones de toneladas de esos gases, y transportarlos hasta Marte desde aquí tendría unos costes prohibitivos.

Para evitar ese insalvable obstáculo, se propuso también construir en Marte cientos de 'fábricas de contaminantes' con el único objetivo de emitir gases a la atmósfera marciana hasta que fuera lo suficientemente densa para retener el calor. Pero los materiales necesarios para construir esas fábricas volvían a ser, de nuevo, demasiados como para llevarlos en naves espaciales. La idea mejoró algo con la sugerencia de enviar al Planeta Rojo 'robots autorreplicantes' que obtuvieran del propio Marte los materiales necesarios para multiplicar su número y construir las fábricas necesarias. Pero las dificultades técnicas demostraron ser prácticamente insalvables, y además el proyecto planteaba un calendario, para conseguir el objetivo, de varios siglos de duración.

Más barato, más rápido y... realizable

Pero para el ingeniero eléctrico Samaneh Ansari, de la Universidad de Northwestern y autor principal del nuevo artículo, esos cambios se pueden conseguir muchísimo más rápido y a un coste miles de veces inferior llenando la atmósfera con millones de las varillas metálicas microscópicas, que serían capaces de crear y mantener un efecto invernadero.

La principal ventaja de la nueva solución es que no depende de transportar gases, o pesados materiales de construcción de la Tierra a Marte, sino que podría lograrse procesando materiales que ya existen en abundancia en el Planeta Rojo.

Sabemos, en efecto, que el polvo de Marte es rico en hierro y aluminio. Y aunque por sí solas esas partículas de polvo no son adecuadas para calentar el planeta, se pueden utilizar para diseñar otras partículas con diferentes formas o composiciones, de modo que atrapen el calor de forma más eficiente.

«Aún se necesitarían millones de toneladas (de esas partículas) para calentar el planeta -afirma Edwin Kite, de la Universidad de Chicago y coautor de la investigación-, pero eso es cinco mil veces menos de lo que se necesitaría con propuestas anteriores para calentar globalmente Marte, lo que aumenta significativamente la viabilidad del proyecto. Esto sugiere que la barrera que impide el calentamiento de Marte para permitir la presencia de agua líquida no es tan alta como se pensaba anteriormente».

Calentar el Planeta Rojo

Así, Ansari y sus colegas diseñaron partículas metálicas en forma de varillas muy cortas, similares a las de la brillantina y diseñadas especialmente para atrapar el calor que escapa de Marte y, a la vez, dispersar la luz solar hacia la superficie del planeta, multiplicando el efecto invernadero natural.

«Resulta fascinante —explica Ansari— cómo interactúa la luz con objetos que están por debajo de su longitud de onda. Pero lo más importante es que esas nanopartículas diseñadas por ingeniería pueden provocar efectos ópticos que superan con creces lo que se normalmente se espera de partículas tan pequeñas».

Los cálculos, de hecho, indican que si las partículas se liberaran en la atmósfera marciana a un ritmo constante de 30 litros por segundo, el planeta se calentaría más de 10 grados en tan solo unos meses. Además, el calentamiento sería 'reversible', es decir, que se detendría en apenas unos años con solo dejar de emitir las partículas.

Desde luego, dicen los investigadores, aún queda mucho trabajo por hacer. Por ejemplo, aún no se sabe con qué rapidez el polvo inyectado en la atmósfera se irá perdiendo en el espacio (todas las atmósferas planetarias tienen fugas). Y también es posible que, a medida que el planeta se caliente, el agua que hoy por hoy se sigue 'fugando' del planeta empiece a condensarse cada vez más alrededor de las propias partículas y acabe volviendo a caer en él en forma de lluvia.

«La retroalimentación climática —advierte Kite— es realmente difícil de modelar con precisión. Para poner en marcha algo como esto, necesitamos primero tener más datos tanto de Marte como de la Tierra, y tendríamos que proceder de forma lenta y reversible para garantizar que los efectos funcionen según lo previsto».

En conjunto, el nuevo método propuesto resulta revolucionario y representa un importante avance en la investigación de la terraformación. Los investigadores subrayan que, por ahora, su trabajo se ha centrado en calentar Marte lo suficiente para la vida microbiana y posiblemente para el cultivo de alimentos, y no en crear una atmósfera respirable para los humanos. «Pero esta investigación —concluye Kite— abre nuevas vías de exploración y potencialmente nos acerca un paso más al sueño largamente acariciado de establecer una presencia humana sostenible en Marte»

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