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Microondas, cafeteras, chicles del suelo… el mundo secreto de los microbios que explora este equipo español

Mires donde mires, ahí hay vida, incluso aunque no la veas. Estos científicos la analizan y además la aplican a diferentes usos, como médicos o industriales

Las bacterias que ocultan las máquinas de cápsulas de café

Una de las investigadoras analizando un microondas. En el círculo, un cultivo en placa de petri darwin bioprospecting excellence
Patricia Biosca

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Mires donde mires, aunque no los veas, ahí hay microbios. Estos seres microscópicos están por todas las superficies, nadando en el agua, flotando en el aire, floreciendo en entornos propicios, como un inodoro o la barandilla del metro, pero también sobreviviendo en los lugares más hostiles, como los volcanes o los desiertos helados de los polos… Solo tu piel tiene unas mil millones de bacterias, uno de los tipos de seres que forman el amplio grupo de los microbios, junto con los virus, los parásitos y los hongos.

Todos los días convivimos con estos microorganismos que comúnmente se asocian a enfermedades. Pero nada más lejos de la realidad. Tan solo un uno por ciento de estos seres suponen un riesgo para nosotros y la mayoría son beneficiosos: sin ellos no podríamos desde digerir los alimentos hasta respirar. De hecho, se emplean para todo tipo de aplicaciones que engloban la salud, la medicina o la industria. Pero, para usarlos, primero debemos descubrirlos. Y son tantos y evolucionan tan rápido, adaptándose a todo tipo de ecosistemas, que los científicos no dan abasto describiendo nuevas especies.

Así han surgido una suerte de nuevos 'exploradores' de la naturaleza, a imagen de aquellos naturalistas del siglo XIX que hacían incursiones en parajes exóticos. Salvo que ellos, la mayoría de las veces, no tienen que irse tan lejos. Es el caso de la compañía española Darwin Bioprospecting Excellence, una start-up salida de un grupo de científicos del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I²SysBio) perteneciente a la Universitat de València (UV). Ellos analizan la vida invisible detrás de las cosas cotidianas, desde los viñedos o las granjas, hasta la máquina de café que utilizas en el trabajo o el microondas de tu casa.

«Nos mueve la curiosidad científica»

«Nos mueve la curiosidad científica», explica a ABC Manel Porcar, responsable de la compañía e investigador de la UV. «Las preguntas que nos planteamos son un poco como las novelas de Saramago, que dan una premisa y a partir de ahí, se imagina todo el contexto. Un 'qué pasaría sí…'. Partimos un poco de eso», dice. Porque lo cierto es que los protagonistas de sus estudios son bastante llamativos. El grupo de Porcar se hizo famoso en 2015 por publicar un estudio en la revista 'Scientific Reports' en el que analizaba los seres que florecían en unas conocidas cafeteras de cápsulas.

Encontraron que el diseño favorecía que en la zona donde se acumulaban las cápsulas ya gastadas goteara el café, acumulando una pequeña cantidad de agua donde florecían las bacterias. «Si al abrir el compartimento para tirar las cápsulas utilizadas no nos lavamos las manos podemos contaminarnos y en el peor de los casos tener problemas digestivos y diarrea. Es como si al tirar una comida en mal estado que hemos sacado de la nevera siguiéramos manipulando alimentos sin lavarnos previamente», explicaba por entonces a ABC Porcar. Al final, la marca acabó enviando un comunicado en el que pedían a sus clientes que mantuvieran una limpieza más rigurosa de sus electrodomésticos.

Ganadores de un IGNobel

No es el único estudio que ha tenido repercusión mediática. El grupo es un orgulloso ganador de un IG Nobel -unos galardones otorgados por la revista de humor científico Annals of Improbable Research y que, según sus creadores, «primero te hacen reír y luego pensar»- por su investigación acerca del microbioma de chicles del suelo que recolectaron de países de toda Europa, Turquía, Singapur… Aquello no fue un mero entretenimiento: descubrieron que las bacterias orales que se mezclan con la goma de mascar aguantan sorprendentemente mucho tiempo incluso cuando este se desecha, además de que son capaces de degradar el propio chicle, lo que abría la puerta a aplicaciones industriales.

En su nuevo trabajo, publicado este jueves en la revista 'Frontiers in Microbiology', el equipo ha fijado ahora su mirada en un entorno que no por cotidiano deja de ser extremo: el microondas. «Estos aparatos se encienden y se apagan varias veces al día, se calientan y se enfrían muy rápidamente, por no hablar de los restos de comida: todo el mundo ha visto cómo al calentar los macarrones algunos trozos acaban explotando», dice Porcar. «Queríamos saber qué había ahí dentro».

Hicieron una clasificación de tres tipos de microondas: los domésticos (los que todos tenemos en casa), los comunes (como el que se encuentra en el comedor de los trabajos o en las cafeterías) y los de laboratorio (en los que no se calienta comida, pero se utilizan para elevar la temperatura del agua o de muestras). «Nuestros resultados revelan que los microondas domésticos tienen un microbioma más 'antropizado', similar a las superficies de la cocina, mientras que los microondas de laboratorio albergan bacterias más resistentes a la radiación», afirma en un comunicado Daniel Torrent, investigador de Darwin Bioprospecting Excellence y autor del estudio junto con la científica de la UV Alba Iglesias y el propio Porcar.

Microbios por todos lados

Es decir, los microbios de los microondas domésticos (tanto de uso individual de una familia como los de uso colectivo) eran muy parecidos a lo que podemos encontrar sobre una encimera de la cocina. «También encontramos microbios patógenos, pero era algo esperable y normal, no reviste mayor gravedad si se siguen las medidas correctas de higiene», señala Porcar. «No tenemos que preocuparnos más de la cuenta, siempre y cuando mantengamos una higiene adecuada, lavemos frecuentemente la superficie y nuestras manos después de manipularlo».

Lo que sí fue llamativo fue la 'fauna' propia y diferente de los microbios de este electrodoméstico en los laboratorios: «Era más parecido a lo que te puedes encontrar en los paneles solares, que sufren constantemente la radiación solar y altas temperaturas, algo parecido, en realidad a lo que sucede en los microondas», dice Porcar. «Estas bacterias son muy resistentes a la radiación, por lo que podrían tener aplicaciones industriales».

Sin embargo, el equipo indica que, en ningún caso, hay que descuidar la limpieza de los electrodomésticos, independientemente del ámbito en el que se usen. «Tanto para el público en general como para el personal de laboratorio, recomendamos desinfectar periódicamente los microondas con una solución de lejía diluida o un desinfectante en aerosol disponible comercialmente. Además, es importante limpiar las superficies interiores con un paño húmedo después de cada uso para eliminar cualquier residuo y limpiar los derrames de inmediato para evitar el crecimiento de bacterias», recomienda Torrent.

El futuro de su disciplina, según señala Porcar, es tan amplio como el poder colonizador de los microbios. «Da igual el hábitat: quizá la caca del conejo australiano tenga el microbio del que saquemos los próximos antibióticos. O quién sabe lo que esconde, por ejemplo, un pararrayos, donde cada vez que cae una tormenta eléctrica mueren todos para después dejar paso a una nueva comunidad», dice. «Hallamos varias especies nuevas en la máquina de hielos del trabajo que está a tres metros de mi despacho, después de que se estropeara y apareciese una especie de 'moco' que luego resultó ser un consorcio muy interesante de hongos y bacterias. Para estudiar la diversidad de nuestro planeta no hace falta irse muy lejos».

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