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Los mayas, creadores de una de las golosinas más populares del mundo

ciencia cotidiana

El chicle, que ellos llamaban 'tzictli', estaba profundamente arraigado en la cultura y cosmovisión de este pueblo

Un microcosmos acuático: descubriendo la fauna de los charcos de la lluvia

El chicle fue creado por los mayas archivo
Pedro Gargantilla

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En las exuberantes selvas de Mesoamérica, donde la civilización maya floreció durante siglos, surgió un tesoro inesperado: el chicle. Más que una simple golosina, esta goma de mascar natural representaba un elemento profundamente arraigado en la cultura y cosmovisión de este pueblo.

Para los antiguos mayas, el chicle, conocido como «tzictli», era algo más que un pasatiempo. Era un símbolo de estatus social, un elemento purificador y un remedio medicinal. Los nobles masticaban chicle durante ceremonias y reuniones importantes, mientras que la gente común lo utilizaba para limpiar sus dientes y refrescar su aliento.

El chicle también desempeñaba un papel importante en la medicina maya, utilizándose para tratar una enorme variedad de dolencias, desde el dolor de estómago hasta las infecciones bucales.

Además de todo esto, el chicle tenía un significado espiritual ya que se asociaba con la diosa de la lluvia, Chaac, masticándose durante las ceremonias para invocar la lluvia y la fertilidad.

De la selva a la boca

La llegada de los conquistadores en el siglo XVI marcó un punto de inflexión en la historia del chicle. Los españoles, fascinados por esta goma exótica, la llevaron a Europa, en donde rápidamente se convirtió en una popular golosina, que fue rebautizada como «chicle» –derivado del tzictli-.

La extracción del chicle se realiza a partir del árbol de chicozapote (Manikara zapota) a través de un proceso artesanal que comienza en el mes de octubre después del periodo de lluvia y que requiere de cierta habilidad y conocimiento.

Los chicleros realizan incisiones en forma de espiga en la corteza del árbol a golpe de machete, permitiendo así que la resina fluya hacia recipientes especiales. Se calcula que los chicleros son capaces de recolectar unos ocho kilos por cada árbol. Una vez que la resina ha sido recogida se purifica y se somete a un proceso de cocción para eliminar el exceso de agua, dando como resultado una goma base masticable.

El proceso suele durar una hora durante la cual el chiclero no deja de remover la masa para evitar que se pegue. Cuando la savia adquiere una consistencia viscosa se coloca en un molde y se añaden productos naturales para crear un chicle totalmente orgánico.

El primer chicle de sabor

Durante el siglo XIX, la demanda de chicle se disparó en Estados Unidos. La industrialización del proceso de extracción y la adición de saborizantes dieron lugar al nacimiento del chicle moderno.

En la década de 1860, un farmacéutico de Louisville (Kentucky, Estados Unidos) llamado John Colgan, dio un giro innovador al mundo de la masticación al crear el primer chicle con sabor. Su ingeniosa creación surgió de la experimentación con diferentes ingredientes, mezclando azúcar en polvo con tolu, un aromatizante en polvo obtenido del extracto del árbol de bálsamo (Myroxylon). El resultado fueron pequeños palitos de chicle que, a diferencia de sus predecesores sin sabor, ofrecían una experiencia sensorial más agradable y atractiva para los consumidores.

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