La Luna, campo de pruebas para la conquista de Marte
Las principales agencias espaciales han puesto el foco en nuestro satélite para testar la tecnología que les llevará al planeta rojo a partir de 2040. Pero, ¿cómo dos mundos tan diferentes pueden convertirse en complementarios?
El año en el que las empresas privadas se han propuesto conquistar (otra vez) la Luna

La Luna y Marte son mundos muy diferentes: la primera carece de atmósfera, mientras que el segundo la tiene, si bien mucho más tenue que la nuestra. Una persona en nuestro satélite pesa seis veces menos que aquí, mientras que en planeta rojo ... alcanza la mitad de lo que báscula mediría en la Tierra. Ambos comparten temperaturas extremas, pero no exactamente iguales: de día en la Luna se pueden alcanzar los 214 ºC, aunque 'refresca' hasta los -184 ºC por la noche; en cambio, en Marte van desde los 'agradables' 0 ºC diurnos a los -130 ºC cuando se oculta el Sol. También es distinto el transcurrir de los días: mientras en nuestro planeta vecino duran apenas media hora más que aquí, en la Luna se alargan hasta los 29,5 días terrestres.
Sin embargo, y a pesar de sus diferencias, las principales agencias espaciales, entre las que se incluyen la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) o su homóloga china, la CNSA, tienen planes para convertir nuestro satélite en un campo de experimentos de cara a la conquista de Marte, una meta que se ha fijado para la década de 2040. Allí se pondrá a prueba «la demostración de la sostenibilidad de la salud y el rendimiento de las tripulaciones para vivir y trabajar en la Luna» con el objetivo de «validar las misiones a la superficie del planeta rojo», según reza en el último documento aprobado el pasado mes de diciembre por el Grupo de Coordinación de Exploración Espacial Internacional (ISECG), un organismo que engloba a 27 agencias espaciales de todo el mundo, incluidas las ya mencionadas además de otras como la rusa, la de Emiratos Árabes Unidos o la India.
Pero, si son mundos tan diferentes, ¿por qué la gran mayoría de las agencias espaciales están de acuerdo en que para llegar a Marte hay que pasar antes por la Luna, y que nuestro satélite va a ser clave para que nuestros astronautas pisen por primera vez el desierto helado marciano y vuelvan sanos y salvos a casa?
Tecnología (aún) inexistente
«De momento, sabemos llegar a la órbita baja y nuestra presencia es constante allí con la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés); conocemos la forma de llegar a la Luna, aunque ahora el reto es asentarnos; y el siguiente paso, Marte, es un gran desafío, porque la tecnología que nos llevará allí aún no existe, hay que crearla», señala a ABC José Sánchez Martínez, responsable del Programa de Exploración Humana y Robótica de la ESA. «Pero en el espacio en general y en la exploración espacial en particular hay toda una revolución: están entrando muchos países y empresas privadas que están expandiendo nuevos horizontes. Por eso hoy ya nadie se atreve a decir que no es posible».
Sánchez Martínez se refiere sobre todo a cómo SpaceX, la compañía del siempre polémico Elon Musk -y personaje con cada vez más peso en el gobierno de EE.UU. gracias a su 'idilio' con el presidente Donald Trump- ha reescrito las reglas del juego espacial: desde sus exitosos cohetes reutilizables Falcon, a la nave Crew Dragon que vuela regularmente con tripulación camino a la ISS, pasando ahora por Starship, el megacohete de dos etapas con el que la NASA quiere volver a la Luna y el propio Musk pregona que será el primer vehículo a Marte.
Aún así, de las palabras a los hechos, de momento, aún hay un gran trecho. «Uno de los mayores desafíos del viaje será la entrada, el descenso y el aterrizaje marcianos«, afirma. La atmósfera de Marte, aunque tenue, genera una fricción que hay que tener en cuenta y que además es muy complicada de simular en condiciones terrestres para probar si el escudo térmico aguantará. »Además, las señales no llegan de forma inmediata, por lo que la nave tiene que contar con un sistema totalmente autónomo», explica el responsable de la ESA.
Asimismo, misiones que han llevado sobre la superficie marciana rovers como el Perseverance o el Curiosity han utilizado un sistema de paracaídas muy complejo y unos retrocohetes que producen un empuje en dirección opuesta a la del movimiento del vehículo espacial, en este caso, al suelo, para proporcionar un aterrizaje suave. «Pero hay que tener en cuenta que esas misiones transportaban una carga de dos o tres toneladas. Si queremos enviar una nave tripulada, nos vamos a en torno las 50 toneladas, por lo que el panorama es muy diferente». A pesar de que no tiene atmósfera y la gravedad es más débil, la Luna se propone como un escenario donde probar el transporte de cargas cada vez más pesadas y crear nuevos asentamientos permanentes en otro mundo. En este aspecto, la ESA está trabajando en la misión Argonauta, que consta de un aterrizador diseñado para enviar suministros e instrumentos científicos a nuestro satélite, amén de conseguir el acceso autónomo de Europa a la Luna.
Esto puede ser útil a la hora de seguir colaborando con otras agencias, como la NASA y su Programa Artemis (deudor del Programa Apolo y la vuelta de astronautas a nuestro satélite a partir de 2027), en el que la agencia europea ha participado creando el módulo de servicio de Orion, la nave que transportará a las nuevas tripulaciones a la Luna, y módulos críticos de Gateway, la futura estación lunar.
Nuestro satélite también es el lugar idóneo para aprender a ahorrar en recursos y utilizar los que ofrece el nuevo mundo a conquistar. «Se cree que hay agua en los polos en forma de hielo y en las zonas sombreadas de los cráteres de la Luna. Si es así, se puede utilizar para descomponer el oxígeno, para respirar, y el hidrógeno, que puede servir como combustible», indica Sánchez Martínez.
En Marte el panorama es parecido: también hay agua en forma de hielo en los polos y se especula con que en los cráteres podría existir un especie de salmuera acuosa de la que se podría extraer agua, por lo que las pruebas en la Luna serían un campo de experimentos previo perfecto. Se baraja, así mismo, la posibilidad de sacar 'aire' literalmente de las 'piedras': recientes estudios indican que del regolito lunar (el fino polvo de rocas que cubre toda la superficie de nuestro satélite), formado por óxidos minerales, podría extraerse oxígeno.
Una gravedad singular
Pero de lo que más se puede aprender en la Luna es sobre cómo afectan a las personas las estancias prolongadas en mundos que no son ni la Tierra ni el 'limbo flotante' de microgravedad de la ISS, sobre todo en términos de radiación y gravedad. «Marte tiene unas condiciones de gravedad reducida -apenas una tercera parte de la terrestre- que son muy difíciles de simular tanto en nuestro planeta como en las condiciones de microgravedad de la ISS», explica Álvaro Romero Calvo, investigador y profesor del Instituto de Tecnología de Georgia (Estados Unidos). Conoce bien el tema: ha creado un sistema de soporte vital capaz de producir hidrógeno y oxígeno a partir de agua con muy pocos componentes y que puede ser usado durante el viaje a Marte, otro de los quebraderos de cabeza en la conquista del planeta rojo, porque a diferencia de la Luna, que está a un día de viaje, una misión a nuestro vecino se alargaría al menos dos años.
«La Luna es el mejor lugar, por cercanía y costes, para entender la gravedad parcial de Marte: si dispones de datos para caracterizar cualquier proceso físico en nuestro satélite y en la Tierra, dispones de muchos más elementos de juicio para entender su comportamiento en el planeta rojo, que cae entre ambos, reduciendo el margen de incertidumbre en el diseño de tecnología espacial». Así se podría adaptar un sistema de gestión de líquidos como el suyo, por ejemplo.

Romero Calvo señala que la Luna también servirá para que durante las estancias de los astronautas se estudien nuevos problemas de los que ni siquiera ahora mismo somos conscientes. «Puedes hacer previsiones, pero hasta que no estás allí construyendo los asentamientos desde cero, con limitaciones de energía, masa y volumen, y sin los recursos que aquí damos por sentado, no te das cuenta de todo lo que necesitas para sostener la vida fuera de nuestro planeta». Es algo que ya pasó durante el Programa Apolo, donde pocos imaginaron que el polvo lunar se convertiría en uno de los mayores quebraderos de cabeza para la exploración espacial, adhiriéndose a los trajes espaciales, degradándolos rápidamente debido a su enorme abrasividad. «Todavía hoy no sabemos muy bien cómo combatir este problema».
Y más allá de las cuestiones técnicas y operacionales, también es necesario tener en cuenta el factor psicológico: una tripulación reducida (como mucho, cuatro personas) que tendrá que ser autosuficiente al menos dos años. «Ya se hacen simulaciones de aislamiento en la Tierra, pero la gente que participa sabe que si hay algún problema grave, están aquí. En la Luna será diferente y volver a un espacio seguro no será tan fácil», apunta Romero Calvo. Al final, y a pesar de que Marte y la Luna no son ni mucho menos escenarios gemelos, la parada en nuestro satélite antes de dar el salto a la nueva 'tierra prometida' parece tener todo el sentido del mundo.
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