Hallan, a gran profundidad en el manto terrestre, numerosas e inexplicables estructuras justo debajo del Pacífico
Los investigadores las califican de 'gran misterio'. No se sabe de qué materiales están hechas ni cómo llegaron allí
Los científicos advierten de que podría producirse una erupción volcánica masiva en el futuro para la que el mundo no está preparado
Descubren todo un mundo oculto justo bajo la superficie del Pacífico
Un nuevo modelo muestra zonas en que las ondas sísmicas viajan más lento (en rojo) o más rápido (en azul), revelando la presencia de estructuras desconocidas hasta ahora
Un equipo de geofísicos del ETH Zurich y del Instituto Tecnológico de California acaba de detectar, bajo el Océano Pacífico, una serie de misteriosas estructuras que no encajan con las típicas rocas fundidas del manto terrestre, la gruesa capa de casi 3.000 km que ... se encuentra entre la corteza y el núcleo del planeta. Hechas de materiales más fríos y con una composición desconocida, del todo diferente a la del resto de las rocas del manto, sus descubridores las califican de 'gran misterio' en un estudio recién publicado en 'Scientific Reports'.
Y es que no está nada claro qué pueden ser estas estructuras. Si estuvieran en cualquier otra parte, podrían ser fragmentos de antiguas placas tectónicas, hundidas hace millones de años en alguna zona de subducción, donde la corteza vuelve a fundirse en el manto. Pero la placa del Pacífico es muy grande y no tiene fracturas, por lo que no tendría que haber materiales de subducción debajo de ella. Los investigadores tampoco saben de qué material están hechas esas estructuras, ni qué implica su presencia en la historia geológica de nuestro planeta.
«Ese es nuestro dilema -asegura Thomas Schouten, primer firmante del estudio-. Con los nuevos modelos de alta resolución, podemos ver este tipo de anomalías por todas partes en el manto terrestre. Pero no sabemos exactamente qué son ni qué material crea los patrones que hemos descubierto».
Mirar al interior de la Tierra
Nadie puede ver el interior de la Tierra. Ni tampoco perforar tan profundo como para tomar muestras de rocas del manto o medir la temperatura y la presión allí. Es por eso que los geofísicos deben utilizar métodos indirectos para saber lo que sucede en las profundidades, a muchos km por debajo de nuestros pies.
Por ejemplo, se calcula la velocidad a la que se propagan las ondas sísmicas de los terremotos. Luego se utiliza esa información para calcular la estructura interna de la Tierra. Es algo similar a los ultrasonidos que utilizan los médicos para obtener imágenes de órganos, músculos o venas dentro del cuerpo humano sin necesidad de operar.
La cosa funciona así: cuando la Tierra tiembla, las ondas sísmicas se propagan en todas direcciones desde el epicentro del terremoto, y en su avance a través de la Tierra se refractan, difractan o reflejan. La velocidad a la que se propagan las ondas depende en gran medida de la densidad y elasticidad del material que atraviesan. Las estaciones sismográficas registran esas ondas y, a partir de las grabaciones, los geofísicos pueden sacar después conclusiones sobre la estructura y composición de la Tierra y examinar los procesos que tienen lugar en su interior.
De este modo, y utilizando registros sísmicos, los geofísicos llevan muchos años determinando la posición de las placas tectónicas sumergidas a lo largo de todo el manto terrestre. Pero hasta ahora siempre las habían encontrado exactamente donde se esperaba que estuvieran: en las llamadas zonas de subducción, donde dos placas se encuentran y una se desliza (se subduce) bajo de la otra hacia el interior del planeta. Estos trabajos han ayudado a los científicos a investigar el ciclo tectónico de placas, es decir, la aparición y destrucción de estos fragmentos de la corteza terrestre a lo largo de la historia de nuestro planeta.
Un hallazgo inesperado
Ahora, sin embargo, y gracias a los nuevos y mucho más precisos modelos de alta resolución disponibles, los autores del artículo han podido ver lo que antes no podían. Y se han encontrado con la sorpresa de que existe una multitud de áreas repartidas por el manto que, a primera vista, parecen restos de placas sumergidas. Lo malo es que esos restos no están ubicados donde se esperaba, sino justo debajo de grandes océanos y continentes, lejos de los bordes de las placas y sin ninguna evidencia geológica de subducción allí.
«Al parecer -dice Schouten- estas zonas están mucho más extendidas en el manto terrestre de lo que se pensaba». Para Andreas Fichtner, coautor del estudio, es como si a un médico que desde hace décadas examina la circulación sanguínea con ultrasonidos, encontrando siempre las arterias justo donde se las espera, «le das de repente una herramienta nueva y mejor» y empieza a ver arterias en lugares que lo les corresponden. «Esto es exactamente lo que sentimos con nuestros nuevos hallazgos».
Un misterio sin resolver
Por el momento, y aún no recuperados de la sorpresa, los científicos sólo pueden especular. «Creemos que las anomalías en el manto inferior tienen orígenes diversos -afirma Schouten-. Podría tratarse de material muy antiguo y rico en sílice que ha estado allí desde la formación misma del manto, hace unos cuatro mil millones de años, y que ha sobrevivido a pesar de los movimientos convectivos, pero también podrían ser zonas donde se acumulan rocas ricas en hierro como consecuencia de esos mismos movimientos a lo largo de miles de millones de años».
MÁS INFORMACIÓN
En todo caso, el artículo deja claro que, sobre todo, se necesita más investigación, y desarrollar modelos aún mejores que permitan observar todavía más detalles del interior de la Tierra. «Las ondas que utilizamos -explica el científico- básicamente representan sólo una propiedad: la velocidad a la que viajan a través del interior de la Tierra». Lo cual no hace justicia al complejo interior de nuestro mundo. «Tenemos que calcular -concluye Schouten- los diferentes parámetros de los materiales que podrían generar las velocidades observadas de los diferentes tipos de ondas».