Elon Musk consigue por primera vez volar con éxito su megacohete Starship, pero se desintegra durante la reentrada
El vuelo, previsto para las 13 hora española, partió desde las instalaciones de SpaceX en Boca Chica, Texas, con más de hora y media de retraso. Sin embargo, todo fue según lo planeado. Hasta las reentradas de ambas etapas, que maniobraron sin control
Explosiones, bolas de fuego y aterrizajes fallidos: todas las pruebas de Starship que acabaron mal
A la tercera va la vencida, dicen. Al menos para el cohete gigante de más de 120 metros de altura de Elon Musk con el que espera llevar a las próximas tripulaciones humanas a la Luna y a Marte. Porque, por primera vez, Starship no ha acabado explotando a los pocos minutos del despegue, como sí ocurrió durante las otras dos pruebas anteriores. Y aunque el equipo no ha conseguido todos los hitos planeados (las reentradas de las dos etapas ocurrieron sin control, en lugar de los amerizajes suaves que se esperaban), sin duda este test es todo un espaldarazo a los planes de SpaceX y a su reputación de cara a la NASA, su principal fuente de ingresos.
El plan era el siguiente: la compañía de Musk había preparado un vuelo más corto que en las anteriores pruebas, cuya duración, en teoría, debía haber sido de 90 minutos. Quizá porque los dos test previos acabaron en bolas de fuego a los pocos minutos del despegue, esta vez la idea era realizar un viaje de 65 minutos. El cohete, compuesto por dos partes, debía alzarse y, a los pocos minutos, separarse. SuperHeavy, la base compuesta por 33 motores Raptor, debía volver entonces a amerizar de forma suave hasta hundirse en las aguas del Golfo de México, en el Océano Pacífico. La etapa superior, bautizada como Starship (igual que la nave al completo), debía continuar su viaje una hora más, en una trayectoria parabólica que acabase también de forma controlada sobre el Océano Índico. Este destino, mucho más cercano que el Pacífico, para el que debía dar casi una vuelta completa a la Tierra, pillaba más 'a tiro de piedra' desde la península del subdelta del Condado de Cameron, en Texas, hasta un punto cercano sobre las costas de Madagascar.
«Esta nueva trayectoria de vuelo nos permite intentar nuevas técnicas como la quema de motores en el espacio mientras maximizamos la seguridad pública», señalaba en un comunicado la empresa. El propulsor SuperHeavy (la etapa base), debería también posarse de forma suave a pocos metros de Boca Chica, en el Golfo de México, pocos minutos después del despegue.
La duración y el lugar de amerizaje no eran las únicas novedades. En este caso, SpaceX señaló que su objetivo era «aprovechar lo aprendido» y, dando por seguro que las etapas se separarían, «abrir y cerrar la puerta de carga útil de Starship», una escotilla que, según anhela la compañía para un futuro no muy lejano, sirva para dejar en el espacio la carga útil que transporte el megacohete en sus próximas misiones espaciales. Además, se intentaría el primer encendido de motores Raptor montados sobre este cohete (este tipo de propulsores ya se utilizan en los exitosos modelos Falcon de la compañía), además del trasvase de combustible en pleno vuelo.
La compañía, consciente de lo ambicioso de su plan, volvió a dejar claro que contemplaban posibles escenarios menos halagüeños. «La segunda prueba de vuelo de Starship logró una serie de hitos importantes y proporcionó datos invaluables para continuar desarrollando rápidamente Starship», apuntó SpaceX, recordando cómo el segundo vuelo consiguió una separación exitosa de las dos etapas (algo que no logró la primera). «Cada una de estas pruebas sigue siendo solo eso: una prueba. No ocurren en un laboratorio o en un banco de pruebas, sino que colocan hardware de vuelo en un entorno de vuelo para maximizar el aprendizaje».
Emoción hasta el final
La primera parte de la prueba, con la etapa SuperHeavy como protagonista, fue como la seda (a pesar de despegar con más de hora y medio de retraso. El cohete se alzó hasta los 95 kilómetros de altura y sus dos etapas se separaron tal y como estaba previsto cerca de los tres minutos tras el despegue. La etapa base entonces dirigió su camino hacia donde estaba planeado, en Atlántico. Las cámaras retransmitieron cómo SuperHeavy se colocaba para un amerizaje suave, si bien en el último momento pareció caer de forma descontrolada. «Esto es una prueba y, hasta ahora, está siendo un éxito», recordaban desde la emisión en directo los comentaristas de SpaceX.
Mientras, Starship siguió su camino al espacio, alcanzando hasta los 230 kilómetros de altura, momento en el que empezó a bajar. Completó con éxito, además, la demostración de la puerta de carga útil. Después, llegó el momento crítico del encendido de sus seis motores Raptor en el espacio, una de las maniobras más complicadas de la prueba. Aunque la nave en un primero momento se puso en posición vertical tal y como estaba previsto, durante la reentrada se pudo observar cómo osciló en una trayectoria sin control. Aun así, los vítores y los aplausos no cesaron desde las primeras imágenes de Starship en el espacio y la separación de las etapas.
Y todo a pesar de que la comunicación con la nave se cortó de raíz durante la reentrada, aunque en la retransmisión las cámaras fallaron en varios puntos, pero no así la información de telemetría, que señalaba la velocidad y altitud de las diferentes partes del cohete. «Todo parece indicar que hemos perdido la nave», señalaban desde SpaceX después de diez agónicos minutos sin noticias de Starship. «A pesar de todo, centrémonos en que hoy ha sido un gran día y que toda la información que hemos recabado nos ayudará mucho en las siguientes pruebas».
Los siguientes pasos
La idea es que Starship sea una nave totalmente reutilizable, y que lo que hoy ha sido un amerizaje descontrolado en el mar y una reentrada desastrosa, se conviertan en maniobras impecables sobre una plataforma marítima en la que se recuperen las dos etapas. También se contempla el plan alternativo de configurar el cohete para que algunas de su partes sí que sean de un solo uso, con lo que la carga útil se podría aumentar de 150 a 250 toneladas.
El objetivo es utilizar esta nave para llevar a los astronautas de la misión Artemis 3 a pisar la Luna de nuevo. Un lanzamiento que ha sido retrasado hasta septiembre de 2026, en parte porque Musk no tiene a punto aún su cohete. Aparte, la intención del magnate es usar su nueva nave para, al menos, tres vuelos espaciales privados, dos de ellos para transportar a los primeros turistas espaciales que orbitarán nuestro satélite.
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Starship es también el cohete más grande jamás construido: tiene una altura 122 metros y el doble de potencia que el Space Launch System (SLS), el cohete de la NASA que ahora mismo se está utilizando en el programa Artemis, y que ostenta el actual récord. Sin embargo, la intención de SpaceX es ampliarlo en el futuro otros diez metros más, según adelantó Musk hace un año, por lo que puede que el gigante Starship aún guarde algunas 'explosivas' sorpresas. «Starship hará que la vida sea multiplanetaria», señaló el magnate a través de redes sociales. Al menos, ahora está un paso más cerca.
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