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Confirmado: el viejo satélite europeo de dos toneladas ha caído sobre el Pacífico sin control

Lo más probable es que todo o la mayor parte del ERS-2, que recopiló datos sobre el clima terrestre hasta 2011, se haya desintegrado durante la reentrada atmosférica

Un viejo satélite europeo de dos toneladas y media caerá sobre la Tierra en las próximas horas

Impresión artística del satélite ERS-2 esa
Patricia Biosca

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Llevaba en el espacio desde 1994, pero finalmente este miércoles ha desaparecido. El viejo satélite ERS-2 de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) ha chocado contra nuestra atmósfera a las 18.17 horas, en medio del Océano Pacífico Norte, entre las islas Hawaii y el Golfo de Alaska, según ha informado el organismo europeo. Un final digno para uno de los instrumentos más prolíficos de la agencia, y que junto a su 'hermano' ERS-1 monitorizaron el clima de la Tierra durante más de una década, pese a que su misión estaba prevista para finalizar a los tres años del lanzamiento.

Aunque el ERS-2 no está operativo desde 2011, con el objetivo de que un cuerpo de más de dos toneladas no se quedase orbitando como basura espacial a nuestro alrededor, la ESA llevó a cabo 66 maniobras con lo que le quedaba de combustible para bajarlo de los casi 800 kilómetros de altura hasta los 570 kilómetros; una distancia que, si bien atraído por la gravedad terrestre hubiera recorrido tarde o temprano, le habría costado uno o dos siglos transitar.

En los siguientes catorce años, ERS-2 ha ido bajando gradualmente, hasta estar por debajo de los 500 kilómetros, alcanzando hace unos días un punto de inflexión por el que su trayectoria se aceleró de forma incremental hasta acabar inevitablemente con nuestra atmósfera. Durante todo este tiempo, aunque no ha sido una caída controlada (recordemos que ya no tenía combustible, por lo que los ingenieros de la agencia no podían hacer nada por corregir su trayectoria), la ESA ha estado monitorizando su caída, acotando el tiempo y los lugares sobre los que podría precipitarse.

«No fue posible controlar el ERS-2 en ningún momento durante su reingreso y la única fuerza que impulsó su descenso fue la resistencia atmosférica impredecible», explicaron desde la agencia. También, otro de los factores importantes que influyeron en su descenso, sobre todo en los días previos, fue la radiación solar, que pudo adelantar los acontecimientos incluso en varios días.

A pesar de que lo más probable es que regresara en algún punto sobre el mar (la Tierra está cubierta por agua en un 70%), entre los posibles lugares también estaba la zona central del continente africano (el rango detectado cruzaba el continente de norte a sur) y una pequeña parte de Canadá y Alaska. Finalmente, se confirmaba su impacto sobre el Océano Pacífico.

¿Habrán sobrevivido algunos restos?

En cuanto a si a sobrevivido algún resto, aún no se ha confirmado. «Nuestros modelos indican que partes como los tanques de combustible, hechos de titanio, o trozos de los paneles, podrían resistir; pero lo más probable es que restos de la antena y su estructura de soporte, las partes más grandes, sean las que perduren», señaló en rueda de prensa hace unos días Mirko Albani, director del programa Heritage Missions, que vela por las misiones que ya no están operativas pero que aún pueden ofrecer, aunque sea de forma pasiva, nuevos resultados científicos. «En cualquier caso, es importante recalcar que ninguno de los componentes es radiactivo ni contiene materiales peligrosos», señaló.

De hecho, aunque suene algo apocalíptico, que caiga hacia la atmósfera es el destino más deseable para uno de estos objetos. Porque, de no haber realizado ninguna de las maniobras al final de su vida operativa, el ERS-2 se habría quedado como una enorme mole de basura espacial orbitando uno o dos siglos en torno a nuestro planeta.

«El reingreso incontrolado a la atmósfera ha sido durante mucho tiempo un método común para deshacerse de objetos espaciales al final de su misión», señaló en un comunicado Tim Flohrer, jefe de la Oficina de Desechos Espaciales de la ESA. «Vemos objetos similares en tamaño o más grandes que ERS-2 reingresando a la atmósfera varias veces al año. En los 67 años de vuelos espaciales, miles de toneladas de objetos espaciales artificiales han vuelto a entrar en la atmósfera. Las piezas que llegan a la superficie rara vez han causado daños y nunca ha habido un informe confirmado de lesiones humanas».

De hecho, la ESA se encuentra a la cabeza de la lucha contra los residuos espaciales con programas como Zero Debris by 2030 (cero basura para 2030), que incluye unos requisitos específicos sobre cómo se diseñan, construyen, vuelan y eliminan sus desechos las misiones de la agencia espacial, incluyendo también una serie de reglas para cualquier empresa o institución que trabaje con la ESA. «Las misiones de la ESA en órbita terrestre ahora están diseñadas para realizar reentradas »controladas«. Durante una reentrada controlada, los operadores de naves espaciales pueden garantizar que el satélite caiga sobre regiones escasamente pobladas de la Tierra, como el Océano Pacífico Sur», señalan desde la agencia.

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