Carles Lalueza-Fox, experto en ADN antiguo: «Vivimos en la sociedad menos igualitaria de la Historia»

—¿La desigualdad empezó con el primer garrotazo?

—Es plausible. Existen numerosos ejemplos de agresividad en el registro fósil. En el lago Turkana se han encontrado restos humanos de hace 10.000 años con evidencias de violencia extrema. [Una treintena de individuos, incluidos mujeres y niños, golpeados, maniatados y asaeteados]. Después, a medida que surgieron sociedades más complejas, aparecieron nuevas oportunidades para la desigualdad.

—Dice que las diferencias sociales han alterado nuestra estructura genética, ¿de qué manera?

—Hay episodios reiterados de desigualdad, especialmente a partir de la Edad de Bronce, donde los hombres dominantes tienen muchos descendientes con muchas mujeres distintas, un patrón que se repite históricamente. La riqueza se transmite durante varias generaciones, lo que a su vez permite mantener la dominancia y favorecer la supervivencia de la descendencia.

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—Entonces, ¿somos 'hijos' de los más privilegiados?

—Así lo creo. Tenemos más probabilidad de ser descendientes de quienes practicaron esa desigualdad en el pasado. Para nosotros quizás no tenga ninguna connotación, pero cuando los afroamericanos en Norteamérica se hacen un test genético de una compañía privada descubren que con una frecuencia altísima, más del 90%, su cromosoma paterno es europeo. Esto habla de una historia de dominancia social durante la época de la esclavitud, hace tan solo medio centenar de generaciones, porque su ADN mitocondrial (el heredado por la madre) es africano. Esto, aunque no implique nada para el futuro, es una herencia oscura que afecta de manera personal.

—Desde el punto de vista de la genética, ¿la conquista de América fue la de sus mujeres?

—En el continente americano hay una sobrerrepresentación de hombres europeos que han tenido descendientes con mujeres locales y afroamericanas. En algunos casos es como si los varones locales y afroamericanos desaparecieran de la Historia y no dejaran descendientes.

—¿Es comparable a lo que su equipo descubrió que ocurrió en la península ibérica hace unos 4.000 años?

—Sí. La llegada de varones migrantes esteparios acabó con los linajes ibéricos masculinos del Neolítico en 500 años. Tenemos el ejemplo de un entierro mixto en Castillejo del Bonete, en Ciudad Real. El hombre tiene la ancestralidad de las estepas, mientras que la mujer proviene de algún lugar de la costa, como mínimo a 200 km de distancia. Si eso es una cuestión de dominio o una historia de amor, o las dos cosas, no podemos saberlo.

—Un caso extremo: se dice que el temible Gengis Kan tuvo 20.000 hijos.

—Es imposible saber cuántos hijos tuvo. Pero sí se sabe que tenía más de cien concubinas. Lo interesante es sus hijos fueron kanes, sus nietos fueron kanes y sus biznietos fueron kanes... y cada uno de ellos hizo lo mismo, creando una élite social duradera. Ese linaje es hoy prevalente en grandes regiones de Asia, pero la probabilidad de que sus descendientes actuales tengan algún fragmento cromosómico de Gengis Kan es prácticamente nula.

—¿Podemos dar con un antepasado 'noble' gracias a la genética?

—La gente se siente muy atraída por eso. Pero si uno es descendiente de un noble del siglo XIII es muy poco probable que conserve una parte significativa de su genoma. Se pierde en pocas generaciones.

—El gran modelo de desigualdad son las castas de la India. ¿Su influencia todavía persiste?

—Fueron abolidas hace más de 50 años, pero tienen una persistencia extrema e incluso se han exportado a Gran Bretaña. La comunidad hindú local sigue casándose dentro de la propia casta. Resulta algo extraordinario. Cuando se han analizado genéticamente algunas jatis (subcastas), se ha visto que son genéticamente estancas, hasta el punto de que jatis que viven en la misma ciudad, o incluso en el mismo barrio, representan diferencias genéticas tan notables como las que pueden existir entre una población de Portugal y otra del Este de Europa.

—¿Cuál ha sido la sociedad menos igualitaria de la Historia?

—La desigualdad actual no tiene parangón con las del pasado. Las cifras que se manejan ahora son incomprensibles para la mayoría de los mortales. Elon Musk ha perdido en un mes 200.000 millones de dólares y sigue siendo un hombre riquísimo. Puede parecer paradójico, porque es evidente que la humanidad ha progresado y buena parte de ella ha salido de la pobreza extrema y ha accedido a cierto bienestar social. Pero dentro de cada sociedad, ya sea EE.UU, Europa o China, el rango entre los más ricos y los más pobres se ha ampliado.

—La estratificación social actual, aparentemente más sutil, ¿modela los genes de las poblaciones futuras?

—Sí. Y puede tener implicaciones dentro de centenares de años. La desigualdad se reinventa. Antes una persona poderosa buscaba tener tantos descendentes como era posible. Ahora es al contrario: a más nivel educativo y más salario, menos descendencia.

—¿Cuáles serán esas repercusiones?

—Puede ser parecido a lo que observamos con las castas de la India. En EE.UU. se ha detectado una tendencia en las últimas décadas: Hace 50 años los médicos se casaban con enfermeras y ahora se casan con médicas. Se busca pareja del mismo nivel socioeconómico.

—El estatus social influye en los genes. ¿Sucede también al revés?

—No. Las evidencias en ese sentido son controvertidas. Un estudio demuestra que si eres alto cobras más que si eres bajo. Y si eres mujer cobras un 16% menos. Pero creo que se trata de mecanismos sociales, prejuicios.

—¿Y cómo será el futuro?

—El pasado está en nuestros genomas, pero el futuro está en nuestras manos. Tenemos instrumentos para intentar corregir la desigualdad. Hay que intentarlo. Los episodios de gran injusticia han conllevado turbulencias y catástrofes sociales, y eso es indeseable.