El año en que la ciencia cometió 10.000 errores
2023 acaba con un récord de investigaciones científicas que han tenido que ser retiradas por mala práctica, errores o fraudes, según la revista 'Nature'. La gran mayoría proceden de países como Arabia Saudí, Pakistán, Rusia o China y de fábricas de falsos estudios
Colega, eso es imposible
![Ranga Dias, físico de la Universidad de Rochester, dijo haber logrado la superconductividad a temperatura ambiente, un hito científico, pero utilizó datos inventados](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/ciencia/2023/12/21/ranga-RFPKDc7DtSCtPoiz5UQpomJ-1200x840@abc.jpg)
En su última lista anual de diez personalidades que marcan el avance de la ciencia, publicada hace unos días, la revista 'Nature' citaba entre ellas a James Hamlin, un físico de la Universidad de Florida, pero no por un desarrollo propio, sino por ... su labor de detective para encontrar la trampa en el de otro. Una bastante gruesa. El pasado marzo, Ranga Dias, físico de la Universidad de Rochester (Nueva York) afirmaba en la misma revista que había logrado la superconductividad a temperatura ambiente, uno de los santos griales de la física que cambiaría la vida diaria. Supondría una revolución para la industria eléctrica y permitiría la levitación de trenes, entre otras muchas aplicaciones. Sin embargo, el artículo fue retirado en noviembre después de que Hamlin denunciara una aparente fabricación de datos (una forma elegante de decir que eran inventados) y de que ocho de sus once coautores (no Dias), probablemente para salvar sus carreras y su dignidad, solicitaran una retractación. Fue la tercera para Dias en poco más de un año.
Otro caso reciente es el de un estudio publicado en la revista médica 'The Lancet' que sugería que las personas con déficit de audición tienen un menor riesgo de demencia si utilizan audífonos. Un grupo que intentó reproducir los resultados sin éxito identificó errores que llevaban a una conclusión equivocada. De nuevo, el artículo fue retirado.
Estos son dos ejemplos de los más de 10.000 artículos científicos que, según un análisis de 'Nature', fueron retractados en 2023. El récord de un fenómeno creciente. Si el pasado año eran la mitad, en 2015 no llegaban a 2.000. Aunque el número de publicaciones científicas también se ha incrementado, las retractaciones lo han hecho a un ritmo superior y se acercan al 0,25%, triplicándose en la última década. Quizás parezca una proporción insignificante, pero un solo error puede tener graves consecuencias. La falsa vinculación de la vacuna triple vírica con el autismo a finales de los 90 hizo que muchos padres no vacunaran a sus hijos por miedo. La creencia aún alimenta teorías disparatadas.
'Nature' apunta a Arabia Saudí, Pakistán, Rusia y China como los países que tienen las tasas más altas de estudios 'malditos' y a una editorial con sede en Londres, Hindawi, que cuenta con 220 revistas científicas, como la mayor productora de mala ciencia: más de 8.000 artículos en la lista negra por manipular de forma sistemática la revisión por pares (el procedimiento por el cual los estudios son revisados por dos o tres expertos en el área antes de ser publicados en revistas de prestigio) y contener «textos incoherentes y referencias irrelevantes».
Jordi Bascompte, catedrático de Ecología en la Universidad de Zúrich, formó parte del comité editorial de la prestigiosa revista 'Science' durante cinco años. Durante ese tiempo, revisó más de 750 investigaciones. Por su experiencia, cree que hay que distinguir dos fuentes de revocación: «El error, propio del proceso honesto de hacer ciencia, y el fraude, que es mucho más preocupante». Relaciona el caso de Hindawi con el fenómeno de las llamadas 'paper mills' o fábricas de manuscritos, entidades que producen artículos bajo demanda, con datos poco contrastados o directamente falsificados y que se han disparado en los últimos años. «Muchas veces son artículos que forman parte de números especiales en los que la calidad y la ética se relajan mucho. El editor te invita a participar. Recibo este tipo de invitaciones cada semana y se debe ser muy crítico», asegura. Precisamente, la mayoría de las 'ovejas negras' de Hindawi provienen de números especiales.
Publicar o perecer
El peso excesivo del número de artículos publicados en la promoción de los científicos lleva a malas prácticas y hace surgir las 'fábricas de papers'
Al investigador tampoco le sorprenden los países que encabezan las malas prácticas: «Hay una clara correlación con la falta de democracia», afirma. En este sentido, Pere Puigdomènech, profesor de investigación emérito del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y miembro del Comité Español de Ética de la Investigación, explica que estos países «han comenzado a hacer mucha ciencia sin la cultura de buenas prácticas arraigada en Europa y Norteamérica. Pero van aprendiendo. China ha hecho grandes esfuerzos para corregirlo y Arabia Saudí ha decidido parar el programa por el que se pagaba a investigadores muy citados por aparecer como afiliados a sus universidades».
Puigdomènech se refiere a un escándalo que salpicó a la ciencia española. Algunos investigadores patrios fueron tentados con miles de euros por instituciones de países árabes. De esa manera, los centros escalaban puestos en el ranking de Shanghái, la clasificación académica de referencia a nivel internacional, y ganaban prestigio y alumnos de manera rápida. El caso más sonado es el del químico Rafael Luque, suspendido de empleo y sueldo por la Universidad de Córdoba durante 13 años por 'simular' que su primer empleador era la Universidad Rey Saúd. Además, el CSIC abrió expediente a varios empleados por causas parecidas.
Una de las principales razones que llevan al plagio, el fraude y la trampa es la presión de los investigadores por publicar. «En España, hasta hace unos años, todavía se daba un peso excesivo al número de artículos en los comités de selección para profesor, becas Ramón y Cajal o becas postdoctorales. Es un error porque ha llevado a la práctica del 'publish or perish' (publicar o perecer), cuando lo que se debería hacer no es publicar mucho sino publicar bien. Se ha confundido el objetivo, que es hacer ciencia honesta y de calidad que responda a las grandes preguntas, con los indicadores para medirlo», reflexiona Bascompte.
Faltas españolas
De todos los malos artículos este año, 38 son de autores españoles, según Retraction Watch, una base de datos que enumera las publicaciones retractadas o corregidas y en la que se basa mayoritariamente el análisis de 'Nature'. Un estudio sobre la mala conducta de la ciencia en España cifra en 374 artículos los retirados con un autor afiliado a una institución española en los últimos 25 años. Su primera autora, Cristina Candal, profesora de la Universidad de Santiago en el área de Medicina y Salud Pública, sostiene que las prácticas irregulares dependen del sistema de trabajo de cada país -«Los investigadores que trabajan en países que dan incentivos por publicar incurren más en mala conducta», dice- y de las propias instituciones. Curiosamente, en España, en biomedicina, un área con una gran producción científica, el fraude más cometido es el autoplagio, publicar el mismo artículo en dos o más revistas diferentes. «Daña la ciencia porque distorsiona los resultados y además supone competencia desleal», señala. En otras áreas, sin embargo, «lo más común es el plagio, copiar a otros autores sin dar crédito».
Candal subraya la gravedad de estas malas conductas en las investigaciones biomédicas. «Me gusta distinguirlo porque no solo tienen consecuencias negativas para la ciencia, sino también para la salud de la población», indica. Recuerda cómo en 2020 la OMS paró los ensayos clínicos con hidroxiclorofina contra el Covid-19 por un estudio que decía que aumentaba la mortalidad. La base de datos en la que se basaba era falsa. El compuesto resultó ser inocuo, «pero si hubiera sido beneficioso, dejar de utilizarlo habría tenido consecuencias gravísimas».
Para el periodista Ivan Oransky, cofundador de Retraction Watch, las retractaciones de este año con más repercusión son las de los estudios en revistas de gran impacto como 'Science' o 'Nature' del neurocientífico Marc Tessier-Lavigne, que renunció como presidente (rector) de la selecta Universidad de Stanford (EE.UU.) acusado de manipular información y falta de rigor. En conjunto, los estudios habían sido citados más de 1.600 de veces, según la web de ciencia Clarivate.
Pero, ¿cómo evitar la mala fe? En España, el Comité de Ética es un órgano consultivo y, a diferencia de otros similares en países como Dinamarca, no tiene capacidad para sancionar, algo que compete a la universidad o institución implicada. Para Puigdomènech, la clave está en evitar los índices de impacto para promocionar a los científicos. Recuerda que las malas prácticas tienen consecuencias «gravísimas» que redundan en la incredulidad y el desapego de los ciudadanos. «La sociedad necesita datos confiables y reproducibles para entender y tomar decisiones sobre cuestiones clave como el cambio climático, la salud o la comprensión de la vida y el universo», indica.
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Como dice Bascompte, «en la ciencia, como en cualquier empresa humana, se cometen errores y se hacen trampas. Pero el método científico, por su naturaleza, permite descubrirlas. Esa es su grandeza y por eso, para mí, es el invento más importante de la humanidad».
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