Un nuevo rostro para Lucy, la abuela de la humanidad
Las reconstrucciones en museos de la australopiteca que vivió hace 3,2 millones de años no son fiables, ya que se basan en criterios poco científicos

Desde que en 1974 los paleoantropólogos estadounidenses Donald Johanson y Tom Gray descubrieran el esqueleto de Lucy , una Australopithecus afarensis que vivió hace 3,2 millones de años, esos 52 huesos se han convertido en los restos más famosos ... del mundo. Apodada como ' la abuela de la humanidad ', está presente en diferentes reconstrucciones en museos de todo el mundo para mostrar uno de los eslabones más importantes entre primates y humanos. El problema, tal y como observó el investigador Ryan M. Campbell , es que aquellas 'Lucys' que representaban a una sola mujer parecían seres totalmente diferentes según al museo de historia natural al que miraras. Por eso, el propio Campbell se propuso un reto: desvelar su verdadero rostro.
«Esperaba encontrar cierta coherencia en esas reconstrucciones, pero las diferencias eran tan grandes que llegué a pensar que ninguno de sus creadores había visto un modelo de homínido antes de comenzar el trabajo», afirma en un comunicado Campbell. Este estudiante de doctorado en la Universidad de Adelaida (Australia) se dio cuenta que quizá muchas reconstrucciones pasadas podrían estar basadas en reconstrucciones arbitrarias o incluso racistas. Y no solo ocurría con Lucy: las reconstrucciones del niño Taung , el famoso pequeño de la especie Australopithecus africanus que murió con 3 años hace 2,5 millones de años, tampoco se correspondían unas con otras. Así, después de un arduo e incluso a veces exasperante trabajo, los resultados salen a la luz a través de un estudio publicado en la revista ' Frontiers in Ecology and Evolution '.
Rellenando 'huecos'
Muchas veces, las reconstrucciones de humanos primitivos han sido realizadas por artistas que se basaron en suposiciones no comprobadas por la ciencia o inexactas: por ejemplo, en el momento en el que hicieron sus esculturas, es posible que no se supiera si esos seres a los que estaban representando se parecían más a primates o a humanos modernos; cómo eran sus tejidos blandos; o el grosor de su piel. Así que los artistas 'rellenaron' los huecos para crear las representaciones que después se exhiben en los museos y que están destinadas a que el público se haga una 'idea visual' de cómo eran nuestros ancestros. «Cuando vemos una reconstrucción, no nos planteamos que pueda estar mal o que no sea fiable», afirma Campbell.
De hecho, en 2012 ya se llevó a cabo un estudio en el que se analizaron las reconstrucciones de 860 homínidos (incluidos humanos, monos y sus parientes cercanos extintos) presentes en 55 exposiciones en museos . En esta investigación ya se aportaron pruebas de notables incoherencias entre especies, incluso entre representaciones de los mismos individuos. «Muchas de ellas no han sido cuestionadas por la comunidad científica y son exhibidas en museos a pesar de que los respalda muy poca evidencia», apostillan los autores.
¿Cómo llegar hasta la Lucy verdadera?
Por todo ello, al reconstruir los rostros de Lucy y el niño Taung, los investigadores hicieron todo lo posible por « alejarse de la intuición » y ser «científicamente precisos y transparentes en sus métodos». Para el niño Taung, utilizaron técnicas tradicionales de moldeado y yeso para elaborar un cráneo duplicado a partir de otro molde del espécimen original. Y, a pesar de que el cráneo del niño Taung estaba muy bien conservado, tuvieron que hacer suposiciones para diseñar sus tejidos faciales.
Debido a que los tejidos blandos de los primeros humanos no sobreviven al paso del tiempo, los artistas deben decidir si basar los músculos, la piel y otras características en datos de primates como simios, chimpancés o humanos, o una mezcla de especies . Por ejemplo, mientras reconstruían al niño Taung, el equipo creó dos versiones: una más parecida a un mono y la otra más humana, para mostrar la diferencia entre las dos. Pero exponiendo ambas a la vez. «Otros profesionales también deberían comunicar claramente sus técnicas», afirman los investigadores.

La tarea de dar un nuevo rostro más fiable a Lucy fue aún más complicada. «Es una candidata bastante mala para el procedimiento de reconstrucción facial porque le faltan la mayoría de los huesos del cráneo», escriben los investigadores en el estudio. Por ello, se guiaron de las pistas que podía aportar su mandíbula inferior, que se encontró bastante completa.
Así, se utilizaron datos sobre el grosor de la piel de los seres humanos modernos y se introdujeron en ecuaciones diseñadas para determinar el grosor de la piel humana en las primeras etapas de la evolución. Pero, aunque esto pueda ser más confiable que otras representaciones, «aún no podemos saber que luciera realmente de esta forma», ya que la ecuación que utilizaron, en algunos casos, dio resultados negativos, lo cual no es posible porque un animal no puede tener un grosor de tejido negativo. «Por lo tanto, estas ecuaciones quizás solo sean apropiadas para reconstruir homínidos que se parecen más a los humanos modernos», señalan.

De la misma forma, reconstruyeron un espécimen neandertal conocido como Amud 1 . Pero, en esta ocasión, fue más sencillo, ya que esta especie extinta tenía muchas más similitudes faciales con los humanos modernos que el grupo de Lucy. Sin embargo, el equipo tuvo que estimar, basándose en otros conjuntos de datos, cómo ubicar otras características, como el perfil de la nariz y el ancho de la boca.
Qué hacer en el futuro para ser fieles al pasado
Entonces, ¿qué hacemos: quitamos las representaciones de los museos? «Los métodos para lograr reconstrucciones científicamente justificadas aún no están a nuestro alcance, a pesar de lo que muchos artistas e instituciones dicen», señala Gabriel Vinas , coautor del estudio y escultor de la Universidad Estatal de Arizona. Y este no es el único problema. Algunas reconstrucciones, incluidas las 2D, y sus exposiciones a veces son racistas o inexactas. «Han estado muy influenciadas por cuentos imaginarios sobre lo que es 'primitivo' y 'salvaje', frente a lo que es 'civilizado y 'moderno'», reseña el investigador principal Rui Diogo , profesor asistente de anatomía en Universidad Howard, en Washington.
Por ejemplo, la icónica imagen en 2D de la evolución humana, 'La marcha del progreso', de Rudolph Zallinger , impresa en una serie de libros de ciencia en 1965, perpetúa la imagen incorrecta de que los humanos evolucionaron en una progresión lineal de animal, a simio y, después, a su aspecto europeo de hombre de piel blanca. O es común ver escenas de Lucy junto con una supuesta pareja o con hijos, a pesar de que la estructura nuclear familiar es un constructo reciente de la humanidad, explica Diogo.
Los investigadores lo tienen claro: es imprescindible, de aquí en adelante, que seamos más rigurosos a la hora de poner cara a nuestros antepasados . «Hacer estudios de reconstrucción científica más exhaustivos que se basen principalmente en datos empíricos disponibles en lugar de en sesgos y suposiciones a priori es algo que es absolutamente necesario para tener una comprensión adecuada de nuestro linaje y, en última instancia, una mejor comprensión de lo que significa ser humano».
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