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Por qué algunas personas cometen siempre los mismos errores: la respuesta está en su mentalidad

Existen cuatro características que son cruciales para determinar si estamos ante una mentalidad abierta y flexible o cerrada y rígida

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Las mentes cerradas o rígidas no suelen aprender de los errores. freepik
Raquel Alcolea

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¿Por qué algunas personas parecen progresar en sus vidas y otras suelen repetir los mismos errores? La respuesta está en la mentalidad, según explica María Padilla, psicóloga y fundadora de Capital Psicólogos, ya que quienes afrontan la vida con disposición a estar equivocados y con voluntad de aprender suelen superar en progresos y avances a quienes no lo plantean de esta manera. De hecho, la respuesta a esta pregunta reside, según aclara la experta, en cuatro claves: autoexigencia, relación con el error, necesidad de control y el peso que se da a la opinión propia frente a la de los demás. «Estas cuatro características son cruciales para determinar si estamos ante una mentalidad abierta y flexible o una mentalidad cerrada o rígida«, afirma.

Es cierto, como argumenta la psicóloga, que la combinación de estos cuatro factores de la personalidad a la hora de afrontar diferentes situaciones puede dar lugar a acciones en las que domine más o menos la autoexigencia, más o menos tolerancia al error, más o menos la necesidad de control o una determinada percepción del valor de la opinión personal. Y aunque lo habitual sea que ninguno de estos factores se mueva en los márgenes del blanco y negro, sino en diferentes grises o grados de variabilidad, sí que pueden ayudar a definir los rasgos de una mente cerrada o abierta. "Si a la primera, la cerrada, no hay quien la saque de su casilla, la otra será una mente flexible con tolerancia a la frustración, puntos de vista ricos ante las adversidades cotidianas y con capacidad para dar por válido lo bueno y no lo perfecto", comenta la experta.

Conviene aclarar, no obstante, que estas características no son independientes entre sí, sino que están interconectadas y además se ven influenciadas por las experiencias pasadas, el aprendizaje acumulado a lo largo de la vida, los modelos de referencia, el entorno y los recursos de afrontamiento desarrollados o incluso la propia inercia marcada por la genética.

Otro aspecto que define la diferencia entre mentalidades abiertas y cerradas, según revela Padilla, es la tendencia a primar la inteligencia académica frente a la emocional o viceversa. El primer tipo de inteligencia es el que permitiría identificar, por ejemplo, que después de pagar nos hayan dado mal las vueltas en el supermercado, mientras que la segunda sería la que nos indicaría cómo afrontar la posibilidad de que nos estén intentando engañar. Así, lo que plantea la psicóloga es que las personas abiertas suelen ser más curiosas, tienen menos miedo a lo desconocido y no son tan susceptibles a malas interpretaciones cuando se les pregunta o cuando contradicen su opinión; mientras que una personalidad cerrada suele dar más importancia a lo intelectual, lo que hace que tiendan hacia la ansiedad y también al estancamiento, en lugar de evolucionar aceptando el error como proceso de aprendizaje.

La cuestión, como aclara la psicóloga, es que en el momento en el que una persona tiene dificultades para adaptarse a las adversidades del día a día y las afronta desde el enfado o la rigidez, es probable que viva cada situación conflictiva de su vida con estrés interior y que tanto su ego como su autoestima estén en una cuerda floja constante. Lo que sucede en estos casos, según explica la experta de Capital Psicólogos, es que camuflan esa debilidad con mecanismos defensivos o compensatorios, que pueden verbalizar o no, pero cuya esencia sería la que plantean este tipo de frases: «Soy débil y necesito protegerme con el enfado, me puedes hacer daño porque tu opinión es diferente o me refugio en mi opinión porque necesito ser más fuerte que tú», ejemplifica la experta.

La relación con los errores que se cometen es también un punto significativo a la hora de definir un tipo de mentalidad. «Si nos resulta difícil aceptar nuestros errores y nos castigamos severamente por ellos, es probable que tengamos una baja tolerancia a la frustración y que nos afecte de manera significativa emocionalmente, lo que nos llevará estar muy atentos para no cometer fallos ya que eso daría lugar al sufrimiento», comenta la psicóloga. Pero además este tipo de personas no sólo tolerarán mal sus errores, sino también los de los demás pues en lugar de reconocer que todos podemos cometer errores y buscar soluciones para corregirlo se centrará en culparse o culpar a alguien y se sentirá abrumada por el disgusto. El resultado es que esa mente no evoluciona, no va hacia adelante, sino que se queda estancada en el error e incluso se mostrará tan a la defensiva o estará tan abrumado que será difícil relacionarse con esa persona.

También define el tipo de mente la percepción que tiene uno sobre sus propias opiniones. Pensar que son más valiosas y no considerar otras perspectivas puede llevar a una mentalidad cerrada y a una falta de apertura hacia nuevas ideas o puntos de vista. Para ilustrar esto la psicóloga plantea el siguiente ejemplo: Imagina que estás organizando un evento comunitario en tu barrio y tienes una idea específica sobre cómo debería llevarse a cabo. Estás convencido de que tu enfoque es el mejor y que cualquier otra sugerencia sería menos efectiva. Durante una reunión de planificación, otro miembro del grupo propone una forma diferente de organizar el evento, sugiriendo cambios significativos en el formato y la logística. En lugar de considerar esta sugerencia como una oportunidad para mejorar el evento, descartas rápidamente la idea, creyendo firmemente que tu plan original es superior. A pesar de que otros miembros del grupo expresan interés en la nueva propuesta y señalan sus posibles beneficios, te mantienes firme en tu posición y rechazas cualquier discusión adicional sobre el tema. Esto mostraría una falta de apertura a la posibilidad de que tu enfoque no sea el único válido y que otras ideas también puedan ser exitosas. En definitiva, esta sería una clara muestra de una mentalidad cerrada.

Lo que esconde esta forma de actuar, según argumenta la psicóloga, es la necesidad de esa persona de compensar ese miedo inconsciente a no resultar válido con ideas rígidas e inamovibles que le conviertan, a su modo de ver, en una persona más fuerte que no da su brazo a torcer cuando en realidad lo único que muestra es que su mentalidad es cerrada.

Igualmente la autoexigencia hacia uno mismo o hacia los demás se manifiesta cuando se establecen estándares extremadamente altos o inflexibles, tanto para uno mismo como para los demás, y además esa persona se siente incómoda o insatisfecha si no se cumplen. Por ejemplo, podrías tener la tendencia a exigirte un rendimiento perfecto en tu trabajo, estableciendo metas inalcanzables y criticándote duramente si no las cumples. Además, podrías aplicar estas mismas expectativas a los demás, esperando que también alcancen un nivel de excelencia sin margen para errores. En una situación cotidiana, esto podría manifestarse cuando estás trabajando en un proyecto en equipo y te encuentras frustrado porque tus colegas no cumplen con tus estándares de eficiencia o precisión. En lugar de mostrar comprensión o buscar soluciones conjuntas, te irritas fácilmente y criticas su desempeño, creando un ambiente tenso y poco colaborativo. El resultado es una rigidez en tus expectativas que refleja una falta de tolerancia hacia las diferencias individuales y una mentalidad cerrada que dificulta el trabajo en equipo y el crecimiento personal.

En cuanto a la necesidad de control lo cierto es que todos tenemos un cierto sentimiento de querer controlar las cosas pero el problema puede surgir cuando éste se convierte en una necesidad que lleva a querer controlar lo incontrolable. Es algo que, según dice la psicóloga, puede verse con otro ejemplo: Imagina que has planificado un viaje con amigos y has organizado cada detalle, desde los horarios de los vuelos hasta las actividades que realizarán una vez que lleguen a su destino. Todo está meticulosamente planeado para maximizar el tiempo y la diversión juntos. Sin embargo, al llegar al aeropuerto, descubren que su vuelo se ha retrasado varias horas debido a problemas técnicos. En este escenario, alguien con una necesidad extrema de control y una mentalidad rígida podría reaccionar de manera exagerada al retraso del vuelo. En lugar de aceptar la situación con calma y adaptarse a los cambios, podrían entrar en pánico o enojarse, insistiendo en que todo salga exactamente como lo planearon. Podrían sentirse abrumados por la sensación de perder el control sobre la situación y estarán menos dispuestos a considerar alternativas o a disfrutar del tiempo extra con sus amigos mientras esperan.

«El resultado de esta necesidad de control extremo es una mentalidad rígida que puede dificultar la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes. En lugar de fluir con los imprevistos y encontrar soluciones creativas, la persona se queda atrapada en la rigidez de sus expectativas, lo que puede generar estrés adicional y afectar negativamente su experiencia general de viaje», comenta Padilla.

Pero entonces, si tengo una mente cerrada y quiero ser más flexible qué puedo hacer. Por un lado la psicóloga explica que lo primero es identificar cuáles son los factores de rigidez más marcados para definir cuáles tienes que trabajar más, pues no tienen por qué ser todos. ¿Es la necesidad de control, la autoexigencia, tu relación con los errores o el valor que das a tu opinión? Para cambiar algo se debe estudiar a fondo de modo que nos permita saber su procedencia, su historia, los puntos débiles y los puntos fuertes. La psicóloga plantea estudiarse a sí mismo a la hora de afrontar la situaciones y apuntar los problemas en un papel. Sobre este último detalle, aclara que aquella persona que piense que eso de apuntarlo en un papel es una tontería probablemente se acerca a una mentalidad cerrada, ya que este tipo de dinámicas suelen formar parte de un proceso de evolución hacia una mente abierta. «Uno de los obstáculos que se encuentran en las personas con mentalidad cerrada es que mantienen en su cabeza las leyes que constituyen una personalidad rígida, se trata de sacarlas hacia fuera, tan simple como con un lápiz y un papel. Esta dificultad hace que se reduzcan de un 50 a un 90% nuestra energía cerebral y con ello nuestra capacidad resolutiva de manera más reflexiva», revela.

De la rigidez a la apertura: así se trabaja la mente

Para desarrollar una mentalidad más abierta la psicóloga propone seguir estos pasos:

1. Reconoce la existencia de diferentes perspectivas en tus comportamientos diarios. Busca situaciones de cada día en la que manifiestas esas claves que te hacen tener la mente cerrada. Acércate a esa parte de ti que quieres cambiar y explícale, por ejemplo, que existen diferentes formas de ver el mundo y que tu perspectiva no es la única válida. Acepta que otras personas pueden tener opiniones y experiencias diferentes a las tuyas. Una vez no bastará, tómatelo como un entrenamiento cerebral hasta que llegues automatizarlo.

2. Practica la escucha activa: Comienza a practicar la escucha activa al interactuar con los demás. Presta atención a lo que dicen sin interrumpir y trata de comprender realmente su punto de vista antes de responder.

3. Explora nuevas ideas: Dedica tiempo a explorar nuevas ideas, ya sea a través de la lectura, la investigación en línea o conversaciones con personas de diferentes ámbitos, observación de familiares y amigos de tu alrededor. Expande tus horizontes y experimenta acciones con nuevas posibilidades.

4. Cuestiona tus propias creencias: Empieza a cuestionar tus propias creencias y suposiciones. Reflexiona sobre por qué crees lo que crees y si esas creencias están fundamentadas en evidencia sólida o simplemente en prejuicios o ideas preconcebidas. Intenta diferenciar opiniones, creencias y conocimientos. Una opinión es una preferencia personal (hay tantas como personas en el mundo), una creencia es una opción de vida (es una elección personal) y un conocimiento sobre un tema es más objetivo (es un concepto más teórico el cuál tiene menos margen de discusión… o lo sabes o no lo sabes)

5. Practica la empatía: Desarrolla tu capacidad de empatía al intentar comprender los sentimientos y experiencias de los demás. Ponerte en su lugar te ayudará a ver las cosas desde una perspectiva diferente y a cultivar una mayor comprensión y tolerancia.

6. Acepta la incertidumbre: Identifica lo que sí se puede controlar y lo que no. Haz dos círculos como si fuesen un huevo frito, en la yema pon lo que sí se puede controlar y en la clara lo que no puedes. Visualiza este gráfico para no invertir recursos en la clara. Poco a poco conseguirás sentirte cómodo con la incertidumbre y la ambigüedad. Reconoce que no siempre tendrás todas las respuestas y que está bien no tenerlo todo bajo control. Acepta la naturaleza cambiante y fluida de la vida.

7. Practica la flexibilidad mental: Desarrolla la capacidad de adaptarte a nuevas situaciones y cambiar de opinión cuando sea necesario. Sé receptivo a nuevas ideas y dispuesto a reconsiderar tus creencias en función de nueva información. Esto se consigue experimentan nuevas experiencias de vida o saliendo de tu zona de confort. No tengas prisa, lo puedes hacer poco a poco.

8. Cultiva la curiosidad: Fomenta una actitud de curiosidad y aprendizaje continuo. Mantente abierto a diferentes opiniones, ideas y perspectivas, y busca constantemente oportunidades para expandir tu conocimiento y comprensión del mundo. Esto se consigue hablando con muchas personas o estando en el mundo actual, puede ser los temas que te interesen… pero actuales.

9. Desafía tus propios límites: Desafía tus propios límites. Participa en actividades o conversaciones que te expongan a puntos de vista diferentes o te obliguen a reconsiderar tus propias creencias y suposiciones.

10. Comprométete con el crecimiento personal como una prioridad en tu vida y comprométete a trabajar constantemente en mejorar y desarrollar tu mentalidad. Establece metas alcanzables y trabaja de manera constante para alcanzarlas, siempre manteniendo una actitud abierta y receptiva al cambio.

Pasos para abrir la mente

  1. 1

    Reconoce las diferentes perspectivas en tus comportamientos diarios.

  2. 2

    Practica la escucha activa

  3. 3

    Explora nuevas ideas

  4. 4

    Cuestiona tus creencias

  5. 5

    Practica la empatía

  6. 6

    Acepta la incertidumbre

  7. 7

    Promueve la flexibilidad mental

  8. 8

    Cultiva la curiosidad

  9. 9

    Desafía tus límites

  10. 10

    Convierte el crecimiento personal en una prioridad

Por último, la psicóloga invita a recordar que la mente no tiene conciencia de que «hay otro sitio» y desde dentro no tiene elección por lo que lo ideal es trabajar para tener una mente abierta, que permita ver todas las posibilidades de elección y que no tiene por qué haber frenos en su avance.

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Sobre el autor Raquel Alcolea

Periodista y Máster en Marketing Digital. Tras dos décadas en diarios, emisoras y revistas, ahora estoy al frente de ABC Bienestar, donde escribo y hablo sobre temas que ayuden a vivir más y mejor.

Raquel Alcolea

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