María Esclapez, psicóloga: «Hay personas a las que les pasa algo bueno y lo boicotean por miedo a perderlo»
entrevista
En su obra 'Tu miedo es tu poder' propone transformar esta supuesta debilidad en una potente herramienta para gestionar las emociones desagradables
Una neurocientífica: "Felicitarse por los pequeños logros refuerza en el cerebro un patrón de cambio positivo"
¿Qué seríamos sin el miedo? Tal vez lo primero que nos venga a la mente es que seríamos más valientes, pero lo que realmente genera la ausencia de miedo es la temeridad. El miedo protege del peligro, nos activa ante una posible amenaza y su esencia procede del más primitivo instinto de supervivencia. Sin miedo duraríamos más bien poco en este mundo. Por eso este concepto va mucho más allá de fobias, sustos o aprensiones. El miedo es, como aclara la psicóloga María Esclapez, autora de 'Tu miedo es tu poder' (Bruguera) la asignatura troncal que conecta con el resto de las emociones desagradables y que además explica cómo respondemos a las heridas del pasado y cómo afrontamos las preocupaciones futuras.
En su obra la psicóloga, que cuenta con más de medio millón de seguidores en Instagram (@maria_esclapez) aporta los recursos necesarios para entender que el miedo no es una debilidad, sino un poder. Y que para usarlo a favor es necesario conocer las herramientas que ayudan a controlarlo. No se trata, como plantea, de dejar de sentir miedo, sino de comprender su origen y transformar ese malestar que produce en la seguridad necesaria para afrontar cualquier imprevisto.
¿Por qué resulta tan incómodo que alguien cercano nos diga que tiene miedo?
Porque no sabemos qué decir. Cuando se trata de emociones desagradables que son difíciles de manejar, recurrimos a frases del tipo: «Bueno, no te preocupes, no te rayes, verás como pasa pronto». Y tal vez sea útil ese mensaje positivo, pero solo en parte, porque cuando uno expresa su malestar necesita algo más que una frase de ánimo. Sucede algo similar a lo que pasa en un entierro. Muchas veces no sabes qué decir, pero es que en realidad no hay por qué decir nada, sino más bien estar y acompañar.
Nos cuestan las situaciones complicadas porque no nos han entrenado para gestionar las emociones y no sabemos abordar ni las nuestras ni las de los demás. Hay que aprender el funcionamiento de las emociones, pero también conviene saber cómo acompañar, cómo validar las emociones propias y ajenas y cómo empatizar.
Más que haber sido educados para entender las emociones, algunas generaciones han sido educadas en el miedo. ¿Cómo sobreponerse a esa forma de ver el mundo?
Hay que cambiar la perspectiva. El miedo tiene mala fama precisamente porque tendemos a retroalimentarlo constantemente. El cerebro está diseñado para sobrevivir y eso quiere decir que se activan de forma automática determinados mecanismos de lucha o huida ante amenazas reales o imaginarias. Y si uno lo piensa bien, en realidad hay muchas cosas en la vida que no requieren esa lucha ni esa huida. ¿Pero qué pasa si no hemos aprendido otras estrategias para afrontarlo? Que transmitiremos ese legado o esa herencia a nuestros familiares.
Por eso es importante aprender a regular el miedo de modo que te permita dejar de ver el mundo como un lugar peligroso.
«El miedo hace que a veces nos montemos unas películas en la cabeza que son para Óscar»
María Esclapez
Psicóloga
Algunas personas confiesan que son incapaces de ver una película de miedo. ¿Es realmente útil enfrentarse a ellas?
No, no es necesario. La vida ya es una película bastante demandante. Si te gustan, adelante, pero si no las disfrutas, no hay que pasar un mal rato para demostrar nada. Hay que tener en cuenta que como el cerebro no distingue lo real de lo imaginario cuando se procesa una imagen, aunque no sea real y esa persona sepa que no es real, es percibida por el cerebro como algo real. Esto explica, por ejemplo, que haya personas que suden o sientan taquicardias durante las películas o que tengan pesadillas después de verlas. El cerebro está trabajando constantemente. Y a veces nos montamos unas películas en la cabeza que son para Oscar. Y lo peor de eso es que la mente cree que está pasando de verdad.
¿Y cómo se puede salir de ese bucle?
Cuando lo hablamos con otras personas y nos muestran otra perspectiva podemos llegar a encontrar esa especie de salvavidas en medio del océano.
¿A usted le pasa?
Claro, nadie está exento de esos fenómenos cerebrales. Cuando estoy en ese bucle no soy María, la psicóloga que habla del miedo. Soy María, la que no ve nada y está en bucle. Pero cuando hablo con mi entorno cercano: mi pareja, mi familia, mi psicólogo, mis amigos... Vuelvo a la realidad porque empiezo a ver las cosas desde otra perspectiva, reconecto de nuevo con la teoría sobre el miedo y hasta me llego a reír pensando en cómo se ha disparado la amígdala y cómo se me ha revolucionado el sistema nervioso autónomo.
Es curioso lo que sucede cuando a pesar de tener miedo, tenemos que superarlo para reconfortar a otro. A un niño pequeño, por ejemplo...
Sí, especialmente en momentos cruciales. Pensamos que somos débiles hasta que nos tenemos que enfrentar a algo importante. Entonces nos damos cuenta del poder del miedo. Esto es algo que estoy descubriendo ahora con mi reciente maternidad. Cuando uno cree que no puede más, se equivoca. Sí que se puede. La mente es una trampa y nos juega malas pasadas, pero somos tremendamente fuertes.
¿Hay personas que tienen una mayor predisposición a sufrir miedos irracionales debido a sus experiencias vitales?
Bueno, en la vida no todo son heridas emocionales ni todo se explica en base a la historia personal, aunque estas cuestionen tengan peso. Cuando hay personas que tienen más tendencia a generar miedos irracionales puede haber otros factores detrás. Si hablamos de episodios de ansiedad, de un trastorno generalizado de ansiedad o de un trastorno obsesivo compulsivo, el origen es multifactorial. En estos casos se dan unas variables que a menudo no vemos, que condicionan a esa persona y que hacen que viva de una forma más acentuada esos episodios de miedo irracional.
En su obra asemeja el comportamiento de la amígdala al de un animal muy concreto...
Sí, al de un chihuahua. Esto es algo que surgió con mi pareja, pues a ambos nos encanta reírnos de los dramas. Tanto es así que un día en medio de un enfado monumental me dijo que cada vez que me enfadaba me parecía a un chihuahua. Me pareció una imagen brutal y me tuve que reir porque rompió por completo el drama de la situación.
Y entonces pensé que la amígdala era precisamente como ese perro al que se le va a menudo la olla y que es 50% ira, 50% temblor. Tan pronto está súper tranquilo como se pone a ladrar como un descosido ante cualquier estímulo. Y eso es lo que creo que le pasa a la amígdala.
De hecho, es una imagen que ha usado con frecuencia en sus charlas, conferencias y en su divulgación a través de redes sociales.
Sí, porque la gente se partía de risa, especialmente si lo aderezaba con memes o con un 'storytelling' gracioso. Es una imagen que conecta con el sentido del humor y permite explicar bien cómo se puede minimizar a través de la risa un problema que parecía muy grande pero que en realidad no lo es.
¿Por qué sucede algo tan aparentemente contradictorio como tener miedo a que a uno le pasen cosas buenas?
Porque temen perderlas. No es tanto que no quieran vivirlas, más bien se trata de un temor irracional a perder lo bueno que vivan. Y aquí hay varios condicionantes pues algunas personas llegan a pensar que no lo merecen o que prefieren renunciar a vivir esa experiencia para no tener que sufrir después al perderla. Hay personas que les pasa algo bueno y lo boicotean por miedo a perderlo. Eso pasa en algunas relaciones de pareja. He llegado a ver casos de personas que cortaban la relación porque veían sospechoso todo fuese sobre ruedas. Llegaba un momento en que la cuestionaban y acababan destrozando esa relación porque pensaban que les estaban engañando o que la otra persona se burlaba de ellos o que no les querían realmente.
¿Cómo se puede entrenar la capacidad de fijarse más en lo bueno que en lo malo?
Sí, se puede entrenar en el día a día pero siendo muy consciente de qué está pasando en tu cabeza en todo momento. Hay que preguntarse a qué se le da más importancia o más peso. Esto tiene que ver con el llamado sistema reticular activador ascendente, pues cuando entrenas la atención se produce una variación en este mecanismo que hace que no solo te fijes en las cosas malas, sino también en las buenas. Y cuando aprendes a hacerlo podría decirse que el escáner del miedo se apaga. Y es cierto que eso no vale para siempre, pues está claro que se encenderá en algún momento, pero una vez que sabes cómo se apaga y cómo se enciende, puedes aprender a desactivarlo.
Los grandes divulgadores de la psicología defienden que aprender a vivir el presente es un recurso poderoso. Pero, ¿es tan fácil o sencillo como se pinta?
Bueno, hay gente que piensa que la atención plena consiste en respirar y meditar. Y esto es solo una forma de estar en el presente. Puedes estar con consciencia plena mientras friegas los platos, por ejemplo. La idea es que tu mente no esté ni en el futuro ni en el pasado. Si no estás en el presente, no estás viviendo al cien por cien tu vida. Y si esto sucede, además generas culpa porque no estás aprovechando el tiempo. Por tanto se trata de conectar la mente con el presente y si se va, hay que hacer lo necesario para que regrese. Tal vez cueste al principio pero eso se consigue con la práctica, pues la mente tiende a divagar. Hay que probar a entrenar esa capacidad con cosas que requieran atención, concentración y con cosas que se disfruten especialmente.
Para ello incluso llega a recomendar que hay que aprender a no hacer nada...
Sí, aunque me ha costado mucho, por fin he aprendido que no hacer nada es ganar tiempo, no perderlo. Y eso es algo que entendí especialmente gracias a la baja por maternidad. Tuve contracciones pronto y tuve que tomarme la vida con calma y en esos momentos me costó luchar contra esa ansiedad de pensar que no estaba haciendo naaa. Entendí que estaba creando una vida dentro y que eso ya era hacer mucho. Incluso aprendí que durmiendo también se hace algo importante que es resetear la mente, elaborar recuerdos y regenerar las células.
Y lo pensé también hace poco cuando me rompí el sacro. Tenía que estar inmóvil, tumbada, sin hacer nada. Pero estaba haciendo mucho porque me estaba recuperando.
En fin, todo esto me ha llevado a pensar que a menudo se relaciona la productividad con trabajar, ganar dinero o tener éxito, pero hay muchas formas de ser productivo y si solo pensamos que producir es trabajar y ganar dinero estamos devaluando y despreciando el trabajo de la crianza, las tareas del hogar o los cuidados de los familiares.
En su obra explica que tener menos FOMO y más JOMO ayuda a combatir la ansiedad...
Mientras que el FOMO significa «fear of missing out», es decir, «miedo a perderse algo», el JOMO corresponde al «Joy of missin out» que implica disfrutar de lo que uno se está perdiendo. Y lo cierto es que esa sensación de perderse algo activa el miedo especialmente en la gente más joven debido a las redes sociales. En ellas puedes ver que hay muchas personas haciendo todo tipo de cosas que tú no haces y que tal vez nunca harás. Te las presentan como algo maravilloso y generan sentimientos de frustración y llevan a restar valor a la vida que tenemos. Pero hay que ser consciente de que las redes sociales nos engañan porque son un escaparate de vidas perfectas, no de la realidad. Y aunque algunas personas se hayan aventurado a contar sus dramas en ellas, la gran mayoría muestra un perfeccionismo irreal. Por tanto esa mezcla de historias entre lo que ves, lo que procesas, lo que sientes y lo que vives acentúa ese FOMO.
Pero en realidad la vida se trata de aprender a valorar lo que estás haciendo e incluso aprender a disfrutar de lo que te estás perdiendo, que es lo que defiende el JOMO.
«Hay que tener en cuenta que como el cerebro no distingue lo real de lo imaginario cuando se procesa una imagen, aunque no sea real y esa persona sepa que no es real, es percibida por el cerebro como algo real»
María Esclapez
Psicóloga
¿Por qué a algunas personas les cuesta disfrutar de las vacaciones y del descanso?
Porque vamos acelerados y porque estamos acostumbrados a un nivel de exigencia que implica una activación alta. Y eso hace que nos cueste mucho regularnos a la baja. Esto está relacionado con el concepto de homeostasis emocional, que explico en el libro. Podría decirse que el cerebro aprende que su nivel de activación normal es alto y cuando se tiene que relajar, no sabe cómo hacerlo. Podría decirse incluso que nos hemos vuelto adictos a ese nivel de activación y a menudo se echa de menos.
Asegura que puede ser un mantra útil en la vida saber que las cosas que decimos, hacemos y pensamos no definen quiénes somos.
Lo que nos definen son nuestros valores. Y a menudo lo que pensamos no tiene nada que ver con lo que somos ni con nuestros valores. No hay más que ver el ejemplo de lo que sucede con los pensamientos intrusivos, esas imágenes desagradables que aparecen en la mente de una persona que no tiene nada que ver con sus creencias, ni tampoco con lo que haría o desearía realmente. Pero irrumpen en la escena mental fruto de la ansiedad o de un estrés muy elevado. Es otra forma de miedo al fin y al cabo. La gente que tiene pensamientos intrusivos llega a pensar que es mala persona. Y eso no es correcto. Por eso hay que dejar claro que uno no es lo que piensa.
Cuando habla del origen del miedo explica que las emociones no se pueden trabajar sin sentirlas, es decir, que no sirve de nada evitarlas.
La gente cree que gestionar las emociones es hacer muchas cosas con ellas hasta que desaparezcan. Pero eso no es gestionar emociones. Unas veces desaparecerán, pero otras veces seguirán estando ahí y se quedarán. Gestionar una emoción es entenderla, saber por qué está ahí y conocer qué puedes y qué no puedes hacer con ella. A veces toca convivir con ella durante un tiempo. Todas las emociones tienen su misión y van a aparecer quieras o no quieras. Es mejor aceptarlas que evitarlas.
¿No dormimos bien porque estamos mal o estamos mal porque no dormimos bien?
Es un círculo vicioso. Y a veces es un problema de base pero otras veces es un síntoma de algo que está pasando. Y con el sueño se da una paradoja similar a la que sucede con la ansiedad. Cuanta más ansiedad siento, más quiero que se vaya y cuanto más quiero que se vaya, más ansiedad siento. Y este tipo de paradojas se producen porque el cerebro reacciona ante aquello que cree que es un peligro.
Y en el caso del sueño, si tengo que dormir, pero no puedo dormir, el cerebro se pregunta por qué no puede dormir y si lo interpreta como algo que puede ser dañino o peligroso se activa el Sistema Nervioso Autónomo y eso genera estímulos como la aceleración del pulso, por ejemplo, que impiden precisamente el sueño. Por tanto ante este tipo de situaciones, si te rindes, digamos, y le dices al cerebro que te da igual si duermes o no, que todo está bien y que no te importa, se produce una relajación, una desactivación, que es la que finalmente permite dormir. Tienes que hackear al cerebro y convencerte a ti mismo de que no pasa nada. Porque funciona.
¿Qué nos enseñan los miedos que tenemos y cómo podemos aprender a observarlos?
El miedo tiene muchos disfraces. Y cuando hablamos de él no hablamos de fobias. El miedo está detrás de una baja autoestima, de la ansiedad, del estrés, del síndrome del impostor, de los conflictos en las relaciones personales... El miedo es la asignatura troncal de la que salen otras asignaturas relacionadas con las emociones desagradables. Por tanto lo que conviene es querer saber lo que hay detrás de ese miedo. Y para eso hay que tener ganas. Y el problema es que no siempre se tienen ganas de saber, de investigar y de buscar en el baúl de los recuerdos. Hay personas que tienen miedo al miedo y prefieren no rebuscar en su vida porque eso les produce un malestar que no quieren vivir.
¿Qué son los nudos emocionales?
Son heridas o huellas emocionales que se producen por esas vivencias que el cerebro no ha codificado bien y que se activan mediante la amígdala, que percibe señales que no tienen por qué tener una relación directa con lo que está pasando pero que si tienen una relación estrecha con lo que el cerebro tiene guardado.
¿Es cierto que nos pasamos la mitad de la vida preocupados por cosas que nunca ocurrirán?
Eso se produce por la necesidad de control que, al igual que la exigencia, es una herramienta potente. Pero hay que saber usarla. Y resulta que el control viene del miedo. ¿Por qué quieres controlar tu vida hasta el punto de ponerte en escenarios que aún no han pasado o que incluso tal vez nunca lleguen a pasar? Por miedo a que pase. Pero hay que tener claro que hay muchas cosas que no se pueden controlar. Esa necesidad de control desgasta, fatiga y frustra. Por eso es más útil aprender a soltar.
¿Por qué relaciona el miedo con el poder?
En este libro he intentado mostrar cómo funciona la mente y cómo gestionar lo que nos pasa. Creo que la información es poder y si tienes ese conocimiento, te estarás adueñando de la capacidad de transformarlo. Dejarás de percibir el miedo de forma negativa, dejarás de verlo como una debilidad o como algo de lo que debes huir y empezarás a ver su utilidad para aprender a afrontar los imprevistos. Incluso podrás llegar a burlarte de él.
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