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Luz de gas en el trabajo: cómo afrontar las relaciones tóxicas en el entorno laboral

Aunque el 'gaslighting' es más habitual en el ámbito sentimental, también puede darse en el trabajo, donde se producen dinámicas dañinas para la víctima de este tipo de manipulación psicológica

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Raquel Alcolea

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«Deberías apuntarte mejor las cosas, ¿no recuerdas que habíamos cambiado la reunión al jueves que viene?», «¿ya te has mosqueado otra vez», «eres demasiado sensible y te tomas todo a la tremenda», «te equivocas, nunca he dicho eso», «¿aún no has terminado lo que te encargué hace más de un mes?», «todos están de acuerdo menos tú»... Este tipo de frases aparentemente inofensivas pueden ser invalidantes en el entorno laboral dependiendo del contexto, el tono y la intencionalidad de quien las pronuncia. De hecho, es el tipo de frases que usa con frecuencia un 'gaslighter' o manipulador emocional. El término 'gaslighting' ('luz de gas') hace referencia al acto de manipulación psicológica a través del cual un individuo o incluso un grupo pone el foco deliberadamente en una víctima haciéndole dudar de cuestiones como la precisión de su memoria, la validez de su juicio o sus capacidades para desempeñar una determinada tarea. Y aunque es una práctica que se da con más frecuencia en las relaciones interpersonales y románticas, también puede darse en el ámbito profesional, dando lugar a relaciones laborales tóxicas.

El 'gaslighting' laboral puede ser, además, más difícil de reconocer pues las víctimas de este tipo de manipulación suelen ser personas entregadas, que se esfuerzan al máximo en sus roles y que suelen confiar tanto en sus compañeros como en sus jefes de equipo. Así, tal como explica el Xavier Miguel, psicólogo y experto de bienestar laboral en Genialhelp Go!, este tipo de relaciones tóxicas hacen que la confianza, la buena comunicación y la convivencia sean reemplazadas por las críticas, el silencio, la ignorancia y el menosprecio. «Empezamos a sentirnos ignorados o incluso irrelevantes. Lo que inicialmente nos aportaba satisfacción, ahora genera inseguridad e infelicidad. Esto es desgarrador cuando sucede en una relación sentimental, pero puede ser igualmente devastador cuando sucede en una relación laboral», argumenta.

Las relaciones tóxicas se dan, según explica el experto, cuando las interacciones negativas superan ampliamente a las positivas; cuando la víctima siente un sentimiento profundo y continuo de miedo o pavor y además siente una cierta inseguridad. «Teme y le angustian las reacciones o la repercusión de lo que dice o de lo que hace e incluso llegan a sentirse vulnerables y menospreciados», añade.

Pero además existen otro tipo de señales que, según revela el experto, pueden ponernos en alerta sobre la posibilidad de sufrir los efectos de una relación tóxica:

Eres víctima de una relación tóxica si...

  • Sientes la presión de estar siempre emocional y físicamente disponible, independientemente de las circunstancias e intereses personales.

  • La comunicación en la relación es unilateral, distante y fría.

  • Constantemente hay una necesidad de demostrar el compromiso y la entrega hacia la relación.

  • La persona que vive una relación tóxica se deteriora física y mentalmente. No se siente con la misma energía y vitalidad que antes.

  • Se llega a «normalizar» la convivencia laboral con burlas y bromas tanto hacia la relación en sí como hacia la propia persona.

  • Se vive la relación con una alta carga de ansiedad y altibajos emocionales

A esto hay que sumar que en las relaciones tóxicas, según destaca el psicólogo, las críticas son constantes y lo peor es que se hacen con el supuesto pretexto de querer ayudar a mejorar en algo, de querer mejorar algo o incluso de «hacerlo por su bien». «Esto puede ser ingeniosamente sutil o completamente agresivo, pero es implacable y domina la relación», afirma.

Así es un manipulador laboral

Se siente cómodo con el uso del poder, es egocéntrico, tiene dificultades para empatizar y se muestra inseguro ante el enfrentamiento a la adversidad», define Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y directora de Cultura Emocional Pública, quien añade que a menudo le resulta cómodo mentir, negar, cuestionar, juzgar y generar malestar en la víctima.

El ámbito familiar es uno de los más propensos a que se desarrollen estas dinámicas de violencia psicológica, pero no es el único. «Se producen, por excelencia, en relaciones de poder y de dependencia emocional. Son más frecuentes en las relaciones de pareja y en determinadas relaciones profesionales», indica la psicóloga. No obstante, estas prácticas también pueden darse en el colegio (acoso escolar) y en el trabajo (acoso laboral), o llegar a ser institucionales y sistemáticas.

La intención del abusador que hace luz de gas es que la persona a la que manipula termine por perder la confianza en su propia manera de percibir la realidad. Pero al no tratarse de una violencia física lo cierto es que es más difícil detectar las señales, tanto para la víctima como para el entorno. Eso sí, como sucede en cualquier tipo de maltrato, también deja secuelas , aunque no queden tan a la vista de todos.

Algunos ejemplos serían la duda perpetua que tiene la víctima sobre el propio criterio y sobre sí misma, el hecho de que se cuestione su propia salud mental, una creciente inseguridad y desconfianza, una sensación de indefensión aprendida y un bajo nivel de autoestima, así como una dependencia emocional hacia el maltratador. Una dependencia, por cierto, que es mayor cuanta más desconfianza haya generado el maltratador en la víctima, según apunta la experta.

Cómo salir de esa relación tóxica

Una de las claves para desintoxicar esa relación tóxica es acudir a terapia psicológica, pues esto aportara una perspectiva objetiva y profesional sobre la dinámica de la relación. «La terapia ayuda a la persona involucrada a comprender mejor la naturaleza tóxica de la relación y cómo está afectando a su bienestar emocional. De esta manera, podrá desarrollar habilidades para afrontar los desafíos emocionales que supone abandonar una relación tóxica», aconseja el psicólogo de Geniahelp Go!, quien apunta además que una de las propuestas más eficaces para resolver este tipo de conflictos es el enfoque terapéutico de la llamada Terapia Breve Estratégica (TBE). Así, según asegura el psicólogo, los estudios sobre su eficiencia recogen que en una media de entre cinco y siete sesiones se puedan apreciar cambios y mejoras importantes en la situación de esa persona. «La gran diferencia frente a otros métodos terapéuticos es que se centra en las soluciones y no en el problema. Se enfoca en identificar y cambiar patrones de comportamiento problemáticos de manera rápida y eficiente», aclara. Una premisa básica de la Terapia Breve Estratégica es: si quieres resultados diferentes, prueba a hacer cosas diferentes.

A la hora de abordar relaciones tóxicas, la Terapia Breve Estratégica se centra en romper los patrones negativos y fomentar cambios rápidos a través de este tipo de fórmulas:

Cambio en la perspectiva: esto implica modificar la forma en que la persona se percibe a sí misma, a la otra persona y a la relación en sí misma.

Interrupción de patrones disfuncionales: identificar y romper los patrones de comportamiento que mantienen la toxicidad en la relación.

Reenfoque en soluciones: en lugar de analizar y profundizar en las raíces de los problemas, se centra en encontrar soluciones prácticas para cambiar o salir de la relación.

Estableciendo objetivos claros: al establecer metas claras y alcanzables, la persona puede trabajar hacia el cambio de manera más efectiva y enfocada.

Promoción de la autonomía: se busca fortalecer rápidamente la autonomía de la persona para que tome decisiones saludables en el menor tiempo posible.

La duración de este tipo de terapia, además, suele ser más breve si se compara con otros enfoques terapéuticos más tradicionales pues está dirigido a la acción y no al análisis. Si bien el psicólogo aclara que puede ser un enfoque que no sea adecuado para todas las personas o situaciones por lo que en cada caso debe consultarse con un profesional para que pueda elegir el enfoque terapéutico que se adapte a las necesidades específicas de esa persona y de la relación en cuestión.

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