¿Eres bueno o tonto? Cómo identificar la auténtica bondad en las personas
El psicólogo y docente José Luis Bimbela revela en su última obra cómo convertir la capacidad de realizar actos bondadosos en un hábito
Esto explica por qué siempre compensa ayudar a los demás
Lo que pasa cuando te empiezas a querer de verdad
![La bondad es innata, pero además puede entrenarse si, por cualquier circunstancia, ya no forma parte de nuestra vida.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/bienestar/2024/01/09/bondad-practica-RVcLE12vJUoJj7Z9FOnPPCI-1200x840@abc.jpg)
«Podemos, si así lo decidimos, lo hacemos y lo entrenamos, recuperar esa capacidad, esa cualidad, esa inclinación, esa habilidad... para dar lo mejor de nosotros, para hacer el bien y hacernos el bien. En la teoría y en la práctica. En los días luminosos ... y en las noches oscuras. Con la intención y con la acción. En cuerpo y alma. Con ciencia y con conciencia«. Sobre estos sólidos cimientos construye el psicólogo, docente y conferenciante José Luis Bimbela las claves de su libro 'Bondad práctica y radical' (Desclée De Brouwer), una obra en la que aúna la intuición y la ciencia para dar a conocer hallazgos contundentes en torno a la capacidad innata de los seres humanos para ser bondadosos. Una capacidad que, según explica, puede a veces olvidarse, aparcarse o incluso oxidarse. Reunimos con él algunos de los conceptos que pueden ayudar a rescatar esa habilidad, entrenarla y convertirla en un hábito.
¿Qué es ser bueno,? En su obra hace referencia a las palabras del filósofo Josep María Esquirol, quien decía que ser bueno no está en las declaraciones grandilocuentes, sino en los gestos y en las acciones...
Apelando al título de la obra: 'Bondad, práctica y radical' me gustaría comenzar con las distintas acepciones del término 'bondad' que hace la RAE. En su primera acepción dice que bondad es la cualidad de bueno y en su segunda, que es una natural inclinación a hacer el bien.
Y ambas son interesantes porque una de las líneas fundamentales del libro es que los estudios científicos basados en la neurociencia confirman lo que intuían algunos humanos. que existe una inclinación natural a hacer el bien y que es algo que viene «de fábrica».
La tercera acepción de bondad de la RAE indica que es una «acción buena» y eso entronca con la idea de muchos autores, entre ellos mi admirado José Antonio Marina, que señala que las buenas intenciones, si no pasan a la acción, dejan de ser buenas. Por tanto, más que ser bueno o malo la idea sería qué acciones buenas o malas hago.
En su obra relaciona también la bondad con la idea de dejar buen poso y un buen recuerdo en los que quedan cuando uno muera...
Si, sobre esto cito el trabajo de la psicooncóloga Ainhoa Videgain, que trabaja en Barcelona y que lleva mucho tiempo acompañando en sus últimos momentos a las personas que van a morir. Cuando ella les pregunta, para así ayudarles a cerrar el ciclo de su vida: '¿Cómo te gustaría que te recordaran?', todos ellos les respondían con aspectos positivos: quiero que me recuerden como un buen padre, como una buena persona, como un buen amigo.... Y eso es reconfortante pues confirma lo que intuíamos, que los seres humanos aspiramos a la bondad.
¿De qué manera se puede relacionar la salud con la bondad?
En el libro planteo precisamente las dimensiones de la salud que llevan a realizar acciones y prácticas concretas que nos llevan a ejercer esa habilidad, entrenarla de modo que no suponga un sobreesfuerzo emocional, físico, social o ético, sino que fluya, se normalice y se convierta en uno de los buenos hábitos que nos ayuden a gozar de salud.
¿Hay personas buenas o malas por naturaleza?
Una de las líneas que aporto en el libro es la que tiene que ver con los descubrimientos basados en neurociencia sobre el llamado el cerebro altruista, según los cuáles existe una tendencia solidaria y pro social a la bondad que es básica e innata tanto a nivel psicológico como biológico.
Entonces si es algo innato, ¿habría que preguntarse en qué momento lo olvidamos o lo aparcamos?
Sí, aquí es donde invito a trabajar un concepto que es la 'AA', es decir, la autocrítica amorosa. Porque cuando uno profundizar amorosamente en uno mismo ve qué pie calza y de cuál cojea y en qué momentos no ha actuado amorosamente.
Podríamos decir que existen algunas grandes causas que pueden llevar a no ejercer habitualmente o de forma mayoritaria esa bondad natural.
¿Cuáles serían esas causas?
En primer lugar sería el miedo, que saca lo peor de nosotros, tanto individual como colectivamente, tanto contra nosotros como contra el otro. Podríamos hablar de muchos miedos, como el miedo al dolor, a la muerte, al qué dirán, a la presión del entorno... Y aquí hago un paréntesis para recordar otra de las preguntas que la psicoongóloga Ainhoa Videgain hace a los pacientes que están a punto de morir: «¿De qué te arrepientes?» pues muchos de ellos afirman que se arrepienten de no haber hecho lo que ellos querían, sino lo que los demás querían o los demás esperaban de ellos.
Otra causa es la comodidad. Y aquí la clave es que hay que entrenar la bondad y, claro, cuando uno entrena, hay que ir poco a poco y luego tiene agujetas. El esfuerzo es gratificante, pero hay que trabajarse y currarse el día a día.
La tercera sería la cultura de la inmediatez, es decir, eso de querer el resultado ya aquí y ahora en todo lo que hacemos. Y eso casa mal con la necesidad de entrenar algo para convertirlo en un hábito.
¿Cómo se puede entrenar la bondad?
Hago un apunte para recordar que en 2017 el doctor en Neuropsicología Richard Davidson transmitió un concepto maravilloso: la bondad es la base de un cerebro sano. Pero además aseguró que es algo que se puede entrenar.
Así, al igual que se pueden entrenar la escucha activa o la empatía, también se pueden entrenar las conductas bondadosas. Pero sobre esto cabe destacar que la gestión de las emociones es clave pues decidir si entrenas la bondad o la maldad tiene que ver con la madurez emocional.
Una de las herramientas que propongo es la llamada «tabla de gimnasia emocional» que es una forma operativa de hablar de lo que los filósofos llaman «diálogo socrático», aunque en este caso ese diálogo sea con uno mismo, pues ya sabemos que el cerebro está obsesionado con salvarnos la vida física y todo lo que tiene que ver con la cuestión emocional hay que educarlo y entrenarlo, así como nuestro concepto de bondad.
De hecho decimos cosas como: «Si soy bueno, ¿me llamarán tonto?»
Precisamente cuando le doy la vuelta a esa afirmación estoy trabajando la gestión emocional pues, digan lo que digan, yo decido cómo lo interpreto. Y así, digan lo que digan, yo he decidido hacer A o B, Bondad o maldad.
Otro de los elementos que trabajo en el libro en torno a la salud social tiene que ver con conseguir una cierta independencia del entorno. No podemos responder continuamente a las demandas del entorno para que nos quieran, para caer bien, para que no me critiquen... pues con eso dejaríamos de lado lo que uno siente íntimamente.
Eso de «qué bueno eres» no siempre se dice con buena intención. ¿Se relaciona a menudo la bondad con la ignorancia o con la poca picardía o incluso con el hecho de que seas fácilmente manipulable o fácil de engañar?
Sí, puede ser, pero esas percepciones hay que romperlas porque está claro que no es así. Y aquí hay que basarse en las experiencias de cada uno. Yo tuve una crisis personal y te aseguro que cuando salí del hoyo lo hice tomando dos decisiones éticas: una fue no suicidarme para no hacer un daño terrible a mis padres y la otra fue cuidarme mucho más y mejorar todas las dimensiones de mi salud, desde la física a la emocional.
Trabajé mucho el ego y pude ser una persona más próxima y al hacer ese cambio descubrí no solamente que yo estaba mejor sino que ese entendimiento, esa empatía y esa bondad eran contagiosos. En seguida se ven las consecuencias positivas tanto para uno mismo como para el entorno. Y eso es importante contarlo y divulgarlo porque saber lo que se consigue con la bondad hace que sea más fácil conseguir adherencia a esos hábitos bondadosos.
En la infancia puede valer la excusa esa de que «no sabía que esto era malo», pero cuando uno es adulto eso no vale...
Claro, por eso hablamos de que hay que hacer lo que hemos pensado que es bueno pero que eso no es suficiente pues también hay que pensar cuáles son las consecuencias de nuestros actos. Porque cuando uno dice eso de «yo te lo dije con toda la buena intención» pero ves que esa noticia ha podido causar dolor o un daño en el otro que no has sido capaz de prever en realidad no has hecho un acto bondadoso.
Por eso cuando hablo en el libro de la salud ética se hace referencia a los grandes clásicos que invitan antes a preguntarse: ¿para qué? Antes de hacer o decir algo, pregúntate para qué lo haces o dices. Si tu respuesta es que con ello quieres desahogarte, mejor haz cosas como yoga o tai chi o meditación porque puedes hacer daño y además ese daño se puede luego volver contra ti.
La venganza, por tanto, no tiene cabida en la bondad...
No, el primero que sale mal parado solo con pensar en la venganza en uno mismo. No hay más que ver los estudios que hacen referencia al cortisol que se genera y todo lo que sucede en el cuerpo cuando pensamos en ello. Y esto sucede con otras muchas cosas como por ejemplo hacer más difícil la vida al otro. Si tuviese que sintetizar mi vida en un verbo sería el verbo facilitar, facilitar como pareja, como docente, como ciudadano...
Lo que más motiva es que nos dejen hacer, no que nos hagan la vida más difícil.
¿Qué ventajas tiene esto de ser bueno?
Al fin y al cabo lo que quiere el ser humano es ser feliz, tener bienestar. Y la bondad tiene efectos sobre todas las dimensiones de la salud que tienen que ver con el bienestar.
En la salud física los estudios nos dicen que cuando uno hace el ejercicio de ser bondadoso con uno mismo se cuida más y eso hace que disminuya el cortisol, la hormona del estrés, y aumente la producción de oxitocina, la hormona del amor y la felicidad. Y todo eso hace que se sufran menos procesos inflamatorios y que uno esté mejor y más sano.
La bondad también repercute en la salud emocional porque uno se siente mejor con uno mismo, aumenta su autoestima y eso hace que tenga más poder sobre sus propios pensamientos, emociones y acciones y eso a su vez nos libera de la presión del entorno.
Se consiguen emociones más proactivas que no me invaliden ni me inmovilicen.
En cuanto a la salud social, la bondad nos sirve para sentirnos más queridos por el entorno tanto a nivel personal como profesional pues genramos relaciones basadas en el respeto mutuo, la confianza mutua y eso hace que ganen ambas partes.
La salud espiritual, ligada al sentido de la vida, también se beneficia pues vemos claramente que cuando uno es bondadoso se siente más realizado, en paz con uno mismo y con el mundo.
Finalmente la salud ética, pues los cambios, acuerdos y pactos que hacemos con los demás son más sostenibles porque todos ganamos con ese cambio. De hecho, tengo que decir que como yo ya me sentí pagado al escribir este libro no me parecía ético cobrar por él y todo lo que se recaude con esta obra irá destinado a la Asociación Entrelibros, que acompaña a poblaciones vulnerables para fomentar la lectura.
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