Psicología
La paciencia también se entrena y te contamos cómo
Se es paciente cuando no se pierde la calma y se mantiene una postura tranquila mientras las cosas ocurren a su ritmo o de manera diferente a la esperada

Según la Real Academia Española, la paciencia es una virtud que se define como la «capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse», así como la «facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho». Si entendemos por virtud aquella característica, cualidad y disposición ... de la persona que le lleva a producir o tener comportamientos que causan efectos positivos, sí que puede considerarse una virtud.
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Ser paciente, por tanto, es una cualidad. Y tener paciencia puede entenderse como una postura de aceptación de experiencias que la vida nos va poniendo cada día en nuestro camino. Se es paciente cuando no se pierde la calma y se mantiene una postura tranquila mientras las cosas ocurren a su ritmo o de manera diferente a la esperada. «En ocasiones pueden desencadenar sensaciones de angustia, malestar o frustración al romper nuestros esquemas mentales o dejarnos 'desnudos' frente a la incertidumbre, pero quienes son pacientes no se dejan abducir por ello», explica la psicóloga Celia Medrano, de Psicólogos Madrid Cepsim. Según cuenta la experta, puede llegar a confundirse con la conformidad o resignación silenciada, como un estado pasivo, «pero realmente la paciencia conlleva una puesta en acción de múltiples recursos emocionales, en vez de constituir un estado de pasividad».
La paciencia se aprende
Adoptar una postura serena ante la adversidad y la incertidumbre no es quedarse paralizado sin hacer nada ‘hasta que el cuerpo y la mente aguante’. Tampoco sería lo opuesto, reaccionar de manera inmediata, con rapidez y actitud de ataque o defensa.
«Podríamos decir que la paciencia está relacionada con la reactividad emocional y la capacidad del ser humano para poner en marcha mecanismos internos que le permitan enfrentarse a aquellos eventos vitales que experimenta como desagradables de manera adaptativa», dice.
Esta virtud nos protege y permite tomarnos un tiempo para darnos cuenta de que hay cosas que pueden esperar en este momento presente. Sin embargo, el ser humano recién nacido es inmediato, impulsivo, y tiene sentido que así lo sea en ese momento vital. Tal como dice Celia Medrano, el ser humano recién nacido es un ser «que busca satisfacer sus necesidades en el momento, sin ningún sentido de espera ni de gestión emocional que le permita posponer su deseo o necesidad». Por lo que sí, la paciencia se cultiva.
Así se cultiva
La psicóloga cuenta que el acto de cultivarla consiste en llevar a cabo «un entrenamiento personal con el fin de alcanzar equilibrio entre los impulsos más primarios del ser y un análisis sosegado y razonado de la situación». Un análisis que nos lleva a evitar reaccionar de manera inmediata y nos permite aceptar el momento presente: «Y es un entrenamiento porque cuanto más lo practiques, más paciencia conseguirás tener en tu vida».
Celia Madrano enumera una serie de recursos sencillos, y comienza por la respiración profunda , que «te da un tiempo para ti a la vez te ayuda a ser consciente de que al final tú eres el dueño de ti mismo y de tus actos, teniendo un total control de lo que está en tu mano. Tomarnos unos minutos para respirar cada día puede convertirse en un hábito saludable».
- Tomar distancia del conflicto . Nos ayuda a darnos cuenta de la gravedad de este. Si es útil o inútil, si puede conducirnos a algún sitio o no llevarnos a ninguna parte y ver y observar que está generando en mí. Es importante para gestionar el conflicto y asegurar una resolución serena.
- Reconocer los aportes de los demás . «Es esencial valorar lo que los demás nos están aportando y ubicarnos en una posición más generosa. La paciencia es aceptación y valoración», recuerda la psicóloga de Cepsim.
- Asumir responsabilidades . Identificar qué parte de responsabilidad tienes en cada momento; reconocerla ayuda a analizar con cautela la resolución de la situación o amenizar la espera.
- Identificar pensamientos y sensaciones que acrecienten nuestra impaciencia . «¿Hay algo que en este momento este alimentando nuestra ansia por actuar? Si llegas a identificar, obsérvalo y déjalo ahí. No intentes luchar, simplemente déjalos estar», dice.
«Los ejercicios que he mencionado pueden practicarse en un momento tranquilo, de calma y también en momentos en los que te sientas intranquilo o impaciente, cuando así sea, continúa en ellos mientras reenfocas tu atención en la respiración », comenta la psicóloga.
Poco a poco te irás dando cuenta del aumento de tu capacidad para dedicar más tiempo a los ejercicios y de la apertura mental que la paciencia conlleva, desarrollando una mente más empática y paciente.
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