Cómo detectar una obsesión insana por la salud
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Volvernos adictos a algo tiene connotaciones muy negativas pero si tu adicción es a algo supuestamente positivo, cuesta detectar en qué momento la virtud pasa a ser vicio. En una sociedad con unas tasas de obesidad y de enfermedades estrechamente relacionadas con ella, el ser una persona que se cuida y lleva a rajatabla su plan de entrenamientos es un piropo fantástico, pero hay límites:
¿Puede alguien hacer una cantidad excesiva de ejercicio físico?
Planteado así, todos diríamos que está claro que hay un límite saludable de ejercicio físico, pero la realidad demuestra que socialmente hay un margen enorme entre lo que unos u otros consideran una cantidad razonable de ejercicio. No es lo mismo que hables con una persona sedentaria, que con alguien que entrena para hacer triatlones. Obtendrás valoraciones muy dispares. Nos resulta más fácil condenar la actitud de alguien que no se levanta del sillón, que la de alguien que entrena tres veces al día. Admiramos la «fuerza de voluntad» de este tipo de personas, suelen ser piropeadas más que censuradas.
La cuestión es que la cantidad de ejercicio que hacemos no está necesariamente correlacionada con nuestro nivel de salud, el cual depende de otras variables importantes como la nutrición, la vida familiar, las relaciones de pareja, la felicidad en su sentido más general, etc. Todas ellas son fundamentales para que tu salud, entendida en su sentido más pleno, sea buena. Presta especial atención si te puedes identificar con alguna de las siguientes situaciones:
¿Enfermas a menudo, te lesionas o tienes episodios de irascibilidad o depresión?
El ejercicio es posiblemente el antidepresivo natural más poderoso que existe gracias a la liberación de endorfinas y serotonina. Pero demasiado de algo, suele llevarte de manera repentina al otro lado de la balanza. Si tu adicción al ejercicio es elevada, tu dependencia al mismo te convertirá en alguien irritable si un día no has podido ir al gimnasio o practicar el deporte que te atrapa. Además, si te genera algún tipo de ansiedad o sentimiento de insatisfacción el hecho de no llegar a unas marcas o unos resultados concretos, esta autoexigencia puede llegar a acabar en una depresión. Hay ocasiones en las que el detonante de estos problemas no son tanto el ejercicio en si mismo, como su uso como una «droga» con la que escapar a un momento o entorno personal y, por supuesto, cuando el ejercicio acaba tus problemas siguen.
Si entras en un bucle de entrenar cada vez más duro intentando llegar cada día a un escalón superior, tampoco es raro que el cuerpo «tome el control» y te haga caer en un resfriado, una gripe, una tendinitis o una contractura más o menos grave para obligarte a parar. Si esta situación no te enseña nada, el proceso puede ser cíclico y sumarse al aspecto emocional: estresas tanto al cuerpo que te lesionas, tienes que parar, el parón te genera estrés, frustración, tristeza e intentas compensarlo volviendo de una manera más extrema al entrenamiento, actitud que te devuelve al mismo sitio en unas semanas.
¿Tus relaciones personales sufren y/o acabas en un círculo social que pivota exclusivamente en torno al deporte?
Está bien hacer ejercicio y llevar una vida sana. Muy bien. Pero evitar una y otra vez las comidas familiares porque son muy grasientas, o no dedicar tiempo a tu pareja, porque tus horarios deben ajustarse estrictamente a los ritmos circadianos y no entiendes que el fin de semana puede haber cierta relajación… Algo va mal.
Si en una familia, una pareja o incluso un grupo de amigos, hay un «sector» activo y otro sedentario, lo positivo es que los primeros motiven a los segundos, pero no que impongan su tiranía. El interés por el deporte y por una vida activa es algo que se aprende, pero que también encuentra ciertos límites en función de cada persona. Si no entiendes eso y no tienes la más mínima empatía, irás dejando gente atrás hasta que tu núcleo de relaciones personales no solo esté reducido en número, sino en lo que puedes hacer, hablar y compartir con tu «friki grupo», porque llegados a un determinado nivel de adicción, sin nada más en tu vida, eso es en lo que te has convertido.
¿Entrenas como un profesional, pero no lo eres?
Hay personas que entrenan muchas horas al día todos los días. Trabajan tanto la fuerza, como la resistencia aeróbica, la movilidad y flexibilidad en sesiones continuas y encadenadas que pueden ir seguidas de un repaso con un fisio. Estas personas son atletas profesionales. Ser un atleta profesional no significa ser campeón mundial. La élite del deporte es eso, élite. Un grupo seleccionado entre lo mejor de lo mejor. Un atleta profesional es una persona que se gana la vida con esa actividad. Es su trabajo. Si intentas seguir ese ritmo, pero no ves ni un euro por ello, es hora de reconsiderar tus prioridades, ya que en esa ecuación hay algo que no cuadra y, tarde o temprano, te va a llevar a la frustración o a haber perdido muchas otras oportunidades y personas que estaban ahí y no eras capaz de verlas.
Autoevalúa tu nivel de adicción al ejercicio
Las psicólogas Heather Hausenblas y Danielle Symons Downs establecieron una escala de dependencia del ejercicio para evaluar el riesgo individual de adicción. El modelo partía del protocolo que se aplica para identificar otras adicciones, sobre todo las relativas a drogadicción, tabaquismo o alcoholismo. Esta escala se resume en siete factores clave para evaluar si eres un yonki del ejercicio, entendido como algo de lo que debes preocuparte y en absoluto tomártelo a la ligera:
• Tolerancia: Cada vez necesitas más y más cantidad de ejercicio para obtener la misma satisfacción personal.
• Síntomas de abstinencia: Nervios, irascibilidad, fatiga y tensión general si no haces ejercicio.
• Pérdida del control del objetivo propuesto: Acabas siempre haciendo más ejercicio que el que habías planificado.
• Pérdida del control de la reducción de objetivos: Te resulta imposible dar un paso atrás en cantidad de entrenamiento y/o tus marcas o retos a conseguir.
• Tiempo total: Inviertes una cantidad desproporcionada no solo en hacer ejercicio, sino también en todo tipo de actividades que, sin ser entrenamiento propiamente dicho, giran en torno a él o la actividad física.
• Desaparición de otros proyectos: El ejercicio va ocupando poco a poco el espacio del resto de tus áreas vitales (amigos, familia, pareja, trabajo…).
• Ignorar las lesiones: Continuar entrenando incluso cuando hay dolor o una lesión.
Aunque suene cursi, no te define lo que haces, sino lo que llevas en tu interior. No solo hay que tener mucha constancia y coraje para preparar una maratón, también hay que tenerlo para hacer una autoevaluación y redefinir los objetivos vitales que perseguimos. Recuerda que el nivel de felicidad no se define por lo en forma que estás. Puedes ser campeón del mundo de algo y caer en depresiones profundas, e incluso el suicidio como ha ocurrido con algunos atletas de la élite mundial. Pon el ejercicio en su sitio. Es importante, pero no debe ser una apisonadora que pase por encima de todo.
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