Millones de pasos
Carolina Reymúndez: «Caminar nos conecta con lo salvaje del ser humano»
La periodista argentina publica un libro en el que relata sus experiencias durante un viaje que duró cuatro millones de pasos
Cuando a mediados de mayo empezaron a aliviarse las medidas de confinamiento, y se permitió salir una hora al día a pasear, muchos se encontraron con algo que nunca habían practicado: el paseo sin rumbo . Acostumbrados a pensar en caminar como un instrumento, ... una utilísima forma de desplazarnos de un lado a otro, nos encontramos en una tardía (pero para nosotros recién estrenada) primavera, vagando sin rumbo por las calles de nuestras ciudades y pueblos, por el simple placer de caminar, de despejar la mente, de movernos sin más propósito que andar.
Noticias relacionadas
Carolina Reymúndez, periodista especializada en viajes, publica «Millones de pasos» (GeoPlaneta) , un libro en el que habla de su experiencia desde el día que decidió empezar a caminar sin descanso, e ir a todos los lugares andando, para «ver las calles, los caminos y el mundo de otra manera». En este libro se cuenta la historia de más de cuatro millones de pasos, que la autora refleja en forma de crónicas de trekkings por todo el mundo o de simples caminatas y paseos. Habla sobre la gente que conoció, sobre su experiencia, y sobre cómo una cosa tan común como caminar hace que vea el mundo desde una óptica diferente. Hablamos con la periodista en ABC Bienestar sobre los beneficios de los paseos, cómo empezar a «andar de verdad» y cómo se ve la vida desde el continuo movimiento.
Por lo general, ¿en qué nos ayuda caminar?
Los médicos suelen hablar de los beneficios físicos de caminar: se movilizan más de 200 músculos, previene enfermedades coronarias, reduce el insomnio y mejora el ánimo, entre otros. Pero, probablemente porque somos un ser indivisible, lo físico está más asociado a lo psíquico de lo que creemos: también existen ventajas para la mente. El comúnmente denominado «paso hombre» es un reflejo: al caminar a cuatro kilómetros por hora, se sintonizan los pensamientos y la acción; como un mecanismo que se pone en marcha.
Mencionas los beneficios para la mente... ¿En qué te ha ayudado a ti?
En mi caso, caminar me despeja y me enfoca. Camino para pensar sobre qué escribir y para buscar el comienzo de un artículo. Caminar me ordena y me recuerda la dimensión del hombre frente a la naturaleza. Al caminar me doy cuenta de que todo pasa: la bocina del conductor, un mal día y el perfume del jazmín. Caminar nos hace ver que estamos en tránsito y nos conecta con lo salvaje del ser humano. Camino para entender y para aceptar.
¿Puede ser una manera de conocernos mejor a nosotros mismos, de «autodescubrirnos»?
Sí, totalmente. Cuando me decidí a escribir sobre caminar encontré que había varios libros del tema, los reuní y peregrinamos juntos durante el proceso del libro. Uno de los autores que descubrí es Stephen Graham, un inglés que escribió, en 1926, «The gentle art of tramping», una guía para salir a caminar. En un capítulo habla sobre caminar con otros y dice que se tienen largas conversaciones sobre la naturaleza y sobre otras caminatas. «Se habla de libros y cuadros, de poemas, de gente pero, sobre todo y casi inevitablemente, al caminar se habla de uno mismo». Caminar es revelador para uno mismo. Cuando camino siento que se revela algo de la vida invisible, de lo no dicho.
Caminar «más allá», es decir, hacerlo una manera de vida, empezar a viajar caminando... ¿nos pone a prueba?
Esta pregunta me hace pensar en el personaje principal del libro: Martín Echegaray Davies, un argentino de 60 años de la provincia de Chubut, en la Patagonia, que un día se le ocurrió un plan simple –y a la vez dificilícimo–: caminar de Ushuaia, en el extremo sur del continente americano, hasta Alaska, en el norte máximo. Hace tres años, Echegaray Davies puso el plan en marcha y, arrastrando un carro de 200 kilos con todo lo que podía necesitar, comenzó a caminar por el arcén. A medida que pasaba el tiempo, cruzaba fronteras y vivía experiencias de resiliencia y transformación. Lo seguí por las redes sociales donde su figura crecía y se hacía grande. Mientras escribía el libro, fui a caminar con él en la provincia de Tucumán y, mientras los camiones cargados de limones nos pasaban muy cerca, su mundo y mi mundo se exponían bajo el sol y en las noches frías del norte. En una caminata no es posible ponerse en los zapatos de otro pero sí acercarse al ritmo de sus pasos.
¿Qué has aprendido después de dar cuatro millones de pasos?
Aprendí que puedo caminar con alegría y también con dolor. Aprendí que caminar es no rendirse. Y que como dijo el director de cine Werner Herzog: «Todo adulto debería comerse las suelas alguna vez o hacer algo que tenga el mismo sentido». El libro está escrito en modo autobiógrafico, porque yo quería mostrar todo lo que aprendí a lo largo de las páginas.
¿Por qué animar a la gente a «dar el paso» y «lanzarse» a caminar?
No necesito animarlos porque lo hacen todos los días. Basta que sean conscientes del enorme recurso que tienen en sus pies. Caminar es una potencia. Caminar es resistir. Y sobre todo, caminar es un buen plan.
¿Qué dirías a aquellos que opinan que caminar es perder el tiempo?
Que prueben encontrar el tiempo de caminar.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete