'Todo un hombre': la inevitable extinción del poderoso hombre blanco
'Todo un hombre' carece de complejidad y profundidad y no es nada más que una colección de estereotipos postmodernos al servicio de la nueva narrativa social
'Todo un hombre' carece de complejidad y profundidad y no es nada más que una colección de estereotipos postmodernos al servicio de la nueva narrativa social
En los ocho episodios de la primera temporada no hay ni un solo momento de aburrimiento
Esperamos y deseamos que Netflix no reincida en su costumbre de cancelar series de gran éxito sin motivo aparente
La ambición de la idea y la dirección del gran Stephen Frears hace que la deriva no sea total
El gran mérito de la serie es anteponer la diversión del espectador a la recalcitrante agenda woke a la que nos tiene acostumbrados Netflix
Se trata de la adaptación de la novela homónima de James Clavell que ya contó con una versión televisiva previa en el año 1980
Todos son más sabios y por tanto la historia madura, respira y no tiente tanta prisa
La historia no es más que una excusa, o más bien un vehículo para acometer un debate filosófico entre el determinismo y el libre albedrío
Es lenta, tiene problemas de ritmo y lo que es peor, ambos personajes protagonistas son insoportables y carecen de cualidades redimibles
La actriz ha devorado al personaje por completo y de Griselda Blanco no quedan ni las raspas
Los contrastes entre la comedia y la brutalidad y violencia de la mafia están perfectamente calculados
Se las arregla para hacer interesante y entretenida una premisa tan manida como es la del protagonista con amnesia sin caer en tópicos ni recursos facilones
Decir que los diálogos son pretenciosos es quedarse corto
Suena a melodrama infumable, pero nada más lejos de la realidad
Poco cambian las costumbres y las propuestas televisivas para la noche del 31 y la madrugada del día 1 en una parrilla que nos hace sentir más atrapados en el tiempo que Bill Murray en 'El día de la marmota'
La serie se inspira en la novela 'El Traficante' de David López Canales y nos lleva a la opulenta Marbella de los años 80