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CULTURAL MADRID 28-10-2023 página 2
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CULTURAL MADRID 28-10-2023 página 2

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En Pirate Enlightment, el antropólogo David Graeber explica una de esas cosas que, una vez que alguien dice, resultan obvias, pero uno no había advertido. Los barcos de asalto sin patente de corso del siglo XVIII eran, generalmente, navíos comerciales en los que la tripulación se había amotinado contra un capitán tirano, así que los marinos, transformados en piratas, no podían volver a casa sin enfrentar un proceso expedito y la horca. Como se consideraban muertos, utilizaban por bandera una señal de luto: un paño negro a veces mejorado por la redundancia de una calavera. El pathos de la expedición de Hernán Cortés a Tenochtitlan fue muy similar al de los perros del mar del siglo XVIII. No podía volver porque era un amotinado. Había traicionado y robado al gobernador de Cuba, así que hizo la campaña mexicana de 1519 en un estado mental de kamikaze. Entró en Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 y se quedó, hospedado por Moctezuma, en el palacio de Axcáyacatl, hasta el 30 de junio de 1520: ocho meses. Nadie, en los tres testimonios europeos que tenemos de ese periodo -la Segunda Relación de Cortés, la Verdadera historia de Díaz del Castillo y la Breve relación de fray Diego de Aguilar-, habla de lo que vieron en esos 280 días. Cortés y Díaz del Castillo cuentan un paseo a la ciudad vecina de Tlatelolco cuatro días después de su entrada y nada más. Lo cuerdo es pensar que los cronistas originales no hablaron de Tenochtitlan porque no la conocieron sino hasta que los echaron y volvieron para tomarla: el resto del tiempo se quedaron en el palacio. Había algo amenazante en la ciudad -más allá de su culto a la calavera- que hacía preferible no verla. Fray Francisco de Aguilar contó que el primer europeo en vislumbrarla fue Diego de Ordaz, a quién Cortés mandó a otear cuando se iban acercando. Volvió para decir que había visto "un nuevo mundo de grandes poblazones y torres y una mar, y dentro de ella una ciudad muy grande, edificada, que ponía temor y espanto". En la Relación de 1520 Cortés dice que no la puede describir porque las cosas que vio "no se podrán creer, porque los de acá que con nuestros propios ojos las vemos no las podemos con el entendimiento comprender." Había algo en Tenochtitlan que causaba un salto a lo indecible. Bernal Díaz del Castillo, más lírico y suelto, describe, desde el mayestático de los soldados de a pie, el momento en que la vieron por primera vez: "Decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de calicanto, y aún algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían era entre sueños." Cervantes, que no vio Tenochtitlan, pero sí leyó a Cortés y lo admiraba enormemente, la llamó en El licenciado Vidriera "espanto del mundo nuevo". Susto, incredulidad y sueño: una ciudad que le impuso a los tres europeos que dieron testimonio de ella -tres de tres es un récord espectacular- la sensación de rebasar su capacidad para articular una imagen con el vocabulario que tenían. L E l invento humano más impresionante y más misterioso ha sido la capacidad de plasmar nuestra presencia en el planeta a través de algo más allá que la huella de la mano impresa en la pared de una cueva o de espectaculares pinturas de bisontes y caballos, que sin duda en sí mismas encierran un relato de supervivencia y arte. Se trata de la proeza mental de crear símbolos que narrasen ese mismo relato de una manera más compleja: la escritura. Una aventura apasionante a través de civilizaciones y civilizaciones, que también idearon la manera de materializar sus códigos de comunicación. Nos creemos los más listos, creemos que estamos saltando al futuro con nuestros progresos tecnológicos, pero es una tontería en comparación con lo conseguido por los pioneros de la escritura. Aquello sí que fue difícil, extraordinario, algo sin lo que no podría existir esto: Internet, el soporte etéreo y evanescente de almacenamiento de la llamada "nube". Porque aquella gente se las ingenió para poder registrar y archivar el pensamiento y los avances artísticos y científicos trasformando lo que tenían a mano. De modo que las bibliotecas se alzaron como símbolo de poder hasta provocar legendarias competencias como la entablada por las bibliotecas de Pérgamo y Alejandría. Una apasionada rivalidad que desentraña el extraordinario libro Historia del libro, de Sven Dahl (1887-1963), director de la Biblioteca Real de Copenhague. Un estudio que además nos descubre el papiro y su expansión desde Egipto, o las tablillas cuneiformes de arcilla del periodo sumerio perfectamente organizadas y archivadas. Se guardaban en cajas de madera o en cestos distinguidos entre sí por etiquetas de arcilla. Escribir en ellas era laborioso y sumamente artístico por cierto, contando además con que la elaboración de las tablillas requería de cocción en el horno o bien de secado al sol. Están distribuidas en museos de todo el mundo y tenemos la suerte de poder contemplar algunas en el museo Arqueológico Nacional de Madrid, de lo que se deduce que, a pesar de su complicación, se escribía desenfrenadamente, no solo literatura, sino cualquier cosa de la vida cotidiana. Sven Dahl nos regala una descripción detallada de este soporte tan artesanal y cuenta que cuando las tablillas cesaban de tener interés se hacía un amasijo con ellas y se las utilizaba para pavimentar las casas o los caminos, por lo que a una le sobrecoge la idea de cuántas sensaciones, sueños o simplemente listas de la compra habremos pisoteado sin saberlo como una metáfora de la ruda manera que tenemos los de ahora de considerarnos los mejores y más avanzados de la historia. L ABC CULTURAL SÁBADO, 28 DE OCTUBRE DE 2023 Palabras contadas ? jesús garcía calero Invitación al relato Hace unas semanas tuve la oportunidad de entrevistar a Gennaro Sangiuliano, ministro de Cultura italiano del Gobierno de Giorgia Meloni. Su diagnóstico era muy claro en contra de cualquier intento de censura. Decía: "No se debe cancelar nada, está mal. Se debe añadir, en todo caso. Hay que competir en el campo cultural. No escapar. Escapar y decir no, no basta". En la última década, la censura ha devenido en pandemia. Desde los discursos más progresistas se han sacralizado causas sobre las que parece imposible ni siquiera discutir: del veganismo al feminismo pasando por el animalismo y el clima. La cancelación se ha convertido en una fiesta, es triste. Jorge Freire avisa en su nuevo libro de que lo más peligroso es el silencio. Si se define como indecencia lo que es discrepancia o se apela a las emociones en lugar de a los datos está justificado debatir. ¿Y en el otro campo ideológico se compite o se cancela? Creo que hay sobradas muestras de impulsos similares, rechazar de plano expresiones incómodas, cancelar obras al llegar al poder, invocar la ofensa frente a los discursos del adversario... Y mucha tormenta mediática. Percibimos que muchas expresiones culturales son más cercanas a las causas de la izquierda, pero tal vez en el ámbito conservador se les da mucha menos importancia a las manifestaciones culturales. Y eso es un error enorme. El silencio, escapar, no es una opción. Impulsar que se conozca la visión diferente del mundo, promover el relato, es lo óptimo. Darle importancia, es urgente. L Historia del libro ? una mirada académica Por clara sánchez Miembro de la rae en primera línea 02 Director: julián quirós. / Director abc cultural: jESÚS GARCÍA CALERO (jgcalero@abc.es / @caleroje). jefa abc cultural: laura revuelta (lrevuelta@abc.es / @laura_revuelta1). Redacción: javier díaz-guardiola (jdguardiola@abc.es / @jdguardiola). DISEÑO: CRISTINA DE LA SERNA. publicidad: Mª José Zapatero (mzapatero@abc.es) Directora General: ANA DELGADO GALÁN. web www.abc.es/cultura/cultural. TWITTER @ABC_Cultural. D-L: M/41828/9.1. Lo cuerdo es pensar que los cronistas originales no hablaron de Tenochtitlan porque no la conocieron, sino hasta que los echaron y volvieron para tomarla inconcebible El antropólogo David Graeber, autor de Pirate Enlightment // abC La Trasatlántica Álvaro Enrigue

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