CULTURAL MADRID 04-12-1992 página 12
- EdiciónCULTURAL, MADRID
- Página12
- Fecha de publicación04/12/1992
- ID0005416455
Ver también:
ABC literario Epistolario Novela Cartas a Max Brod (1904- 1924) Franz Kafka Traducción de P. Diener- Ojeda. Grijalbo Mondadori. Madrid, 1992. 338 páginas, 3.585 pesetas L arquetipo de un mal escritor es aquel que siente en los brazos el peso de lo que quiere decir como si se tratara de una serpiente marina; adonde quiera que manotee, hacia la derecha, hacia la izquierda, no encuentra el fin y es incapaz de soportar lo que tiene en las manos. Y aunque además se trate de un individuo que después de la cena retorna a su habitación silenciosa y le tiemble todo el cuerpo simplemente por los efectos embarazosos de la compañía de los demás comensales. Así es como se ve y se describe Franz Kafka a lo largo de las trescientas páginas que componen la correspondencia con su amigo y albacea Max Brod, una correspondencia que se suma a la ya larga nómina de literatura testimonial y epistolar que Franz Kafka dejó escrita junto con la voluntad expresa de su destrucción una vez que él hubiera muerto. Ahí están sus Diarios sus Cartas a Milena su correspondencia con Felice Bauer y los innumerables estudios y biografías en torno a su persona, como el brillante ensayo de Elias Canetti El otro proceso de Kafka Éstas son las ironías de la historia. El hombre que más dudó de sí mismo y que más afanosamente se aplicó en su autodestrucción es hoy uno de los genios de la literatura universal y, quizá, uno de los hombres cuya intimidad torturada y huidiza se nos revela con mayor nitidez, hasta el punto de poder pasearnos alegremente por las estancias de una vida cuyo único empeño llevado con tesón y sin desmayo hasta el final de sus días fue precisamente el de preservarse a fondo de los demás. El libro que nos ocupa, las Cartas a Max Brod es una habitación más que se abre en el sellado universo de este hombre que, a fuerza de refugiarse en la negación de sí mismo, se convirtió en su propio museo y erigió con sus huesos la más bella leyenda a la que un artista del siglo XX pueda aspirar. Desde las primeras páginas, Kafka se nos revela como un hombre abocado al fracaso, un fracaso admitido al principio casi a regañadientes, con las reservas propias de la juventud que ansia comunión y complacencia con el mundo, un deseo muy prontamente arrollado por aquel otro mayor del abismo y el aislamiento, y ahí jugará un papel trascendente su amigo Max Brod, que acaba convirtiéndose en su único verdadero interlocutor hasta su muerte, acaecida bien temprano, a los cuarenta años, víctima de una enfermedad, la tuberculosis, que el mismo Kafka no duda en reconocer como algo perfectamente urdido y trabajado por la propia voluntad; He llegado a la conclusión de que la tuberculosis, tal como yo la padezco, no es una enfermedad especial, sino el reforzamiento imponderable del germen general de la muerte... Quien no es capaz de recibir la totalidad del hálito generador de la vida ha de enfermar en todo ámbito Todos los intentos de reconciliación con el mundo se aparejan con sus consecuentes frustraciones. Su capacidad ilimitada para el dolor linda a veces con el humor más fino propio de la tragedia humana. En el trabajo rutinario en una Casa Aseguradora encuentra Kafka el daño humano en su esencia; En mis cuatro distritos- además del resto del trabajo- la gente, como ebrios, se cae de los 12 Un asunto de vida y sexo Osear Moore Traducción de Jordi Mustieles. Ediciones B Barcelona, 1992. 432 páginas, 2.200 pesetas E andamios al interior de las máquinas, todas las vigas se vienen abajo, todos los terraplenes se desploman, todas las escaleras resbalan, cuanto es alzado vuelve a caer, lo que se deja a nivel de la tierra hace tropezar. Y dan dolores de cabeza aquellas muchachitas de la fábrica de porcelana que continuamente caen por las escaleras con cerros de vajilla Pero es éste un daño con el que el escritor puede permitirse hacer literatura. El otro, el más profundo, el que le impide casarse, tener hijos, llevar una vida digna de ser vivida, es el único que le permite, en verdad, escribir, y ivir: Escribir me permite seguir viviendo, P pero es más preciso decir que me permite seguir viviendo este tipo de vida. Con lo cual naturalmente no quiero decir que es mejor si no escribo. No, en ese caso es aún peor y absolutamente insoportable y tiene que acabar en la locura. Pero únicamente bajo la condición de que yo soy un escritor, lo que de hecho soy aunque no escriba, y en cualquier caso un escritor que no escribe es un absurdo que desafía a la locura. Pero, ¿cómo es propiamente lo de ser escritor? Escribir representa una recompensa dulce, maravillosa, pero, ¿recompensa por qué? Durante la noche vi con tanta nitidez, como en una lección de carácter objetivo, que es una recompensa por un servicio al demonio. Este descender hacia las fuerzas oscuras, este liberar la naturaleza de espíritus encadenados, abrazos sospechosos y todo lo que pueda ocurrir abajo, acerca de lo que arriba no se sabe nada mientras se escriben historias a la luz del sol. Quizá también haya otra forma de escribir, yo sólo conozco ésta, de noche, cuando el miedo no me deja dormir, sólo conozco ésta Sería inútil intentar un resumen de este espléndido libro. Baste reseñar que a través de sus páginas asistimos a la corta e intensa vida de Franz Kafka con la emoción constante de estar escuchando de viva voz todo aquello que los hombres prefieren callar, todo lo que los demás ocultan y nada de la basura que a diario ensordece nuestros oídos, ese ruido de afuera con el que Franz Kafka no pudo colaborar más que en el sufrimiento. Pero tampoco se trata del ruido de aquí, sino del ruido del mundo y ni siquiera este ruido, sino del ruido que no hago yo. Luisa CASTRO OCAS veces un asunto eminentemente social ha tenido tal repercusión literaria como el sida. Cada año, desde que el síndrome se convirtió en motivo de preocupación general, aparecen al menos media docena de novelas, tan sólo en Gran Gretaña y Estados Unidos, que más o menos directamente tratan el tema. La de Osear Moore- redactor jefe de la revista Screen International y que originariamente firmó esta su primera novela con el seudónimo de Alee F. Moran- Un asunto de vida y sexo es una de las más crudas y valientes de cuantas conozco. Crudeza, en cuanto al tratamiento de la vida de un homosexual; valentía, por la forma de enfrentarse al desenlace final: Hugo me dijo en cierta ocasión que no podía lamentar nada de lo que le había sucedido, porque en todos los casos había sido elección suya y en todos los casos había sido consciente de que no tenía elección. La novela comienza con una carta del autor a la madre del protagonista. Ambos fueron pacientes en el mismo pabellón del hospital, donde le explica por qué escribe el libro a la vez que se tiene noticia de la muerte del protagonista Hugo murió sin permiso dos años antes de escribir la carta. Pero poco importa conocer el desenlace, ya en la segunda página; lo realmente interesante es el desarrollo. Desde su infancia, Hugo supo que su sexualidad era distinta de la de sus compañeros. Se enamoró de uno de ellos sin obtener respuesta. Siendo apenas adolescente descubrió que en los servicios públicos había hombres en busca de aventuras. Cambió su nombre por el de David y a partir de entonces comenzaron sus escarceos amorosos. Siempre fue un personaje problemático, tanto en la escuela como en su propia familia, y ahora el asunto comienza a tener implicaciones incluso físicas; además, se involucra en el mundo de las drogas. En la Universidad tiene otro amante, el más estable de todos ellos. También tiene una amiga, Cyntia, que mantendrá hasta el final de su vida y con la que hace el amor heterosexual por primera y última vez. Necesita dinero y se introduce en el mundo de la pornografía sin mucho éxito. Mayor fortuna tiene cuando entra en una red que arregla citas mediante contactos telefónicos. Su vida ha entrado en una espiral de desgracias que terminará en el contagio fatal. Hillary Johnson, en Cultura Física (ABC Cultural, 20 10 90) y Michael Cunningham, en Una casa en el fin del mundo (ABC Cultural, 15 11 91) exponían una temática ciertamente similar. Óscar Moore llevará el tratamiento del antihéroe hasta sus últimas consecuencias. John y Jonathan, protagonistas de las dos obras mencionadas, mantenían dentro de su sordidez un cierto optimismo existencial, scB vidas se presentaban cuando menos como alternativas. Hugo, por el contrario, se resigna; su vida es una mezcla de pesimismo y abnegación Solía describir su vida como una larga batalla entre su cabeza, su corazón y sus caderas. Nunca albergó la menor duda de que vencerían sus caderas si bien, y precisamente, en ello radica la fragilidad de la obra: todo cuanto de él conocemos lo sabemos por medio del autor omnisciente. Hugo no tiene voz propia y se tiene la impresión de que el autor no acaba de entrar en la complejidad de sus pensamientos. José Antonio GURPEGUI